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Los vaivenes del infierno cristiano

Archivado en:
cultura, libros, religion
Por danjuro
Actualizado 17-02-2008 11:49 CET

Benedicto XVI ha vuelto a sacar el infierno a debate después de que Juan Pablo II negara su existencia como lugar. Durante la historia del cristianismo la iglesia ha utilizado en numerosas ocasiones el miedo al infierno como fuerza evangelizadora. Autores como George Minois o el científico Richard Dawkins critican esta postura en sus obras.

Detalle del infierno pintado por Hieronymus Bosch, El Bosco

Años después de que el papa polaco Juan Pablo II se refiriera al infierno como un estado psicológico o una metáfora, negando su existencia como lugar, Joseph Ratzinger vuelve a sacar a escena un infierno localizado y con castigos eternos. En los últimos años la extensión del laicismo ha preocupado al vaticano, que ha respondido nuevamente utilizando la "pastoral del miedo". Esta posición está siendo duramente criticada por ateos populares como el científico Richard Dawkins.

En 1991 George Minois publicaba su 'Historia de los infiernos' (Paidos surcos, 2005), obra en la que reseña los distintos estadios por los que ha pasado a lo largo de su historia el averno, con especial atención al mundo cristiano. Minois presenta un infierno muy anterior a la doctrina cristiana, tan antiguo como las primeras culturas del hombre. En un primer periodo, se trataba de un lugar al que iban indistintamente todos los muertos. Era el infierno alejado de la idea de castigo. La visión terrible de este lugar aparece en la literatura en numerosas ocasiones, contribuyendo a crear todo un imaginario.

El infierno cristiano toma elementos de antiguas descripciones que aparecen en relatos mesopotámicos, egipcios, helenos y otras culturas que se reúnen en el mediterráneo. Una de las primeras descripciones del ideario cristiano lo encontramos en la 'Didaké', escrita en Siria entre el 100 y el 150. Durante el mismo periodo, en el que se creía cercano el fin del mundo, aparece el 'Apocalipsis de Pedro' que contiene una visión más detallada del infierno. Sin embargo, aún no se ha formalizado la idea de un lugar de castigo para los pecadores. Esta idea aparecerá durante el siglo III en la imaginación del pueblo, y será tomada por los padres de la iglesia para crear su particular lugar de condenación.

Durante esta primera época la eternidad del infierno no está aún definida. Existe una corriente, el origenismo, que niega la eternidad de las penas. Será San Agustín, en el siglo V, el que siente las bases de una doctrina oficial mediante los escritos 'La ciudad de Dios' y 'Sobre la naturaleza y el origen del alma'. El religioso propone un infierno eterno al que irán todos los paganos. Durante el siglo VI la iglesia impone un dogma sobre el infierno que permanecerá prácticamente inmutable hasta el siglo XIII.

En este largo periodo las visiones del infierno se multiplicarán y desviarán del dogma cristiano dentro de diversas comunidades. La amenaza infernal será utilizada con fines políticos, y se convertirá en un asunto de estado, apareciendo numerosas veces como amenaza en las monarquías. El sexagésimo papa de la iglesia católica, Gregorio Magno, definirá más claramente la doctrina católica respecto al infierno en sus 'Diálogos', aportando anotaciones especulativas sobre el fuego del infierno y la naturaleza de las penas que hay en él.

Se va forjando poco a poco un temor real al castigo eterno entre la población. Los religiosos acentúan este temor aportando visiones y relatos de idas y vueltas, algunas de las cuales cobrarán una especial importancia, como la de Teresa de Ávila. El infierno es recomendado como "ejercicio espiritual" que ayuda a no caer en el pecado. Es la institución de la fe a través del miedo al castigo. Asimismo, durante el largo periodo en el que se multiplican las descripciones del infierno, aparecen un sinfín de suplicios y daños, cuya brutalidad se acentúa cada vez más en el imaginario popular.

Los aristócratas crean para sí un infierno menos violento durante el siglo XVII. El infierno del dolor físico y eterno queda relegado durante un breve periodo de tiempo al pueblo llano, cuyo terror se justifica cuando se trata de alcanzar la salvación. La reforma protestante traerá consigo una revitalización del averno y de su imagen terrible. Sin embargo, los fieles comenzarán a aburrirse de la pastoral del miedo durante el siglo XVIII, lo que obligará a la iglesia a trazar nuevas estrategias.

El infierno se pone en tela de juicio, y aparecen críticas contra la doctrina oficial de la iglesia. En la obra 'Demostración teológica y filosófica de esta proposición: que los suplicios eternos de los impíos no prueban la justicia de Dios sino más bien su injusticia', el médico y filósofo alemán Soner pone en entredicho el dogma cristiano respecto al equilibrio entre el pecado y su castigo. Vuelven a surgir corrientes de pensamiento cercanas al antiguo origenismo, que hablan del triunfo absoluto del bien sobre el mal en el final de los tiempos.

El infierno irá perdiendo fuerza hasta el siglo XX. Durante la ilustración y épocas posteriores es tenido en cuenta dentro de la filosofía. El infierno se racionaliza, se transforma en un estado psicológico, o en una metáfora. Pero también se trata de demostrar su existencia mediante la lógica y las matemáticas. No obstante, el miedo al infierno irá perdiendo fuerza, y comenzará una época en el que el laicismo cobrará más importancia.

En los últimos años, el debate en torno al infierno se ha vuelto a revitalizar, y la pastoral del miedo vuelve a tomarse como arma efectiva, especialmente entre los "neocons". Richard Dawkins ha criticado duramente las nuevas estrategias de la religión en su obra El espejismo de Dios' (Espasa, 2007), libro que surge de un controvertido documental en dos capítulos titulado '¿La raíz de todo mal?' (The God Delusion y The Virus of Faith). En una visita a los Estados Unidos, retrata la visión del pastor Keenan Roberts, artífice de las Casas del Infierno, donde se atemoriza a los niños sobre las penas del infierno a través de representaciones e imágenes terroríficas. Dawkins critica duramente la imposición de una creencia a una edad temprana mediante la pesadilla del infierno. El autor, que hace una defensa racional del ateísmo, niega mediante numerosos argumentos las supuestas bondades de la ética cristiana.

Ejemplos como el que nos presenta Richard Dawkins en Norteamérica, y la posición actual del Vaticano respecto al infierno, parecen señalar que, pese a la mutabilidad histórica del infierno en el dogma cristiano, la lucha contra los "infieles" se recrudece siempre a través del miedo. Benedicto XVI ha vuelto a proponer el infierno como arma para la evangelización, pero podría no tener efecto en una sociedad cada vez más conectada con la información global.

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