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Ciudad de la Cultura: me quedo con la madera del proyecto inicial

  • Quinta y última reflexión sobre la materialización del proyecto de Peter Eisenman
Por DIEGO FULLAONDO* (SOITU.ES)
Actualizado 18-09-2009 12:22 CET

Miente quien diga que no tiene prejuicios. Son una parte fundamental de nuestra memoria y sin ella nos convertiríamos en pececillos, como Dory, la amiga de Nemo. Lo que debemos hacer es aprender a convivir con ellos evitando que cieguen nuestro juicio. Peter Eisenman es una de mis más profundas filias. Creo que es (y me temo que seguirá siendo) el gran olvidado de los premios Pritzker al igual que Borges lo fue del Nobel de Literatura.

Con este ánimo y evidente prejuicio, visité las obras de la Ciudad de la Cultura de Santiago. Verano tras verano, desde hace ocho o nueve años he contemplado la evaporación del Monte Gaiás y la lenta aparición de las sinuosas siluetas de las cubiertas de la excelente maqueta ganadora del concurso de 1999. Aquella compleja topografía artificial se impuso a excelentes y rotundas propuestas como la de Perrault, a tímidos y supuestamente regionalistas planteamientos como el de Portela y a aberrantes ordenaciones infantiles como la de Bofill (todas las maquetas finales del concurso pueden contemplarse en las propias instalaciones de la obra). Para alegría de muchos de nosotros, el maestro norteamericano tenía por fin su gran oportunidad.

Diez años después, al poder por fin acercarnos a la montaña mágica en construcción ¿qué nos encontramos? Seré un poco despiadado: un enorme monte desmochado sobre cuya nueva plataforma horizontal se posan confusamente tres o cuatro hangares muy sofisticados, y, por supuesto, los dos silos-torre de John Hejduk, homenaje póstumo de Peter Eisenman a su viejo compañero de batallas en los Five Architects.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde está aquel edificio topográfico que restituía de manera artificial el perfil del viejo monte para alojar en su interior los nuevos usos culturales? ¿Qué fue de aquellos trazados sinuosos homólogos a los del casco antiguo de Santiago que estructuraban con naturalidad el conjunto sin necesidad de recurrir a las artificiosas retículas ortogonales? Mi cabeza buscaba desesperadamente conexiones entre las complicadas naves industriales que estaba viendo y aquella hermosa maqueta-metáfora de mi memoria: toda ella de madera, continua y delicada, donde el Monte Gaiás se desplegaba con naturalidad sobre la totalidad de los edificios, inventando en su interior el espacio cavernoso de la cultura; escondido y pegado a la tierra, a lo natural, a la vez que iluminado sutilmente desde las vibrantes grietas que había cincelado lo urbano.

No las hay. Prácticamente ninguna (por lo menos en este momento). Lo construido es otra cosa. Es una especie de centro comercial y de ocio gigantesco (de lujo, eso sí), al más puro estilo de los suburbios residenciales de crecimiento rápido, colocado en un punto alto del paisaje para que se vea muy bien, y dotado de su propio totem publicitario con las dos torretas de Hejduk.

En descarga del arquitecto hay que decir dos cosas:

  • La primera y más importante es que el proyecto está inacabado. Y lo que es más grave, parece que así quedará. Faltan por ejecutar varios de los volúmenes que completaban su nueva topografía y sin ellos es imposible obtener el resultado continuo de la propuesta original.
  • Y la segunda: ha sido una obra afectada por todo tipo de vicisitudes y zarandeos políticos, presupuestarios, administrativos… Un proyecto tan largo, que ha pasado por tantas manos que ha modificado sus usos y destinos con tanta frecuencia y que aún hoy en día no tiene un plan de explotación medianamente claro, es muy difícil que pueda mantener firme el norte que lo originó en sus inicios.

Pero en el debe de Eisenman y su socio nacional en la fase de ejecución, Andrés Perea, también hay que apuntar algunas cuestiones exclusivas (casi nunca es fácil determinar con precisión el porcentaje de responsabilidad de cada coautor en el proceso de toma de decisiones de un proyecto, con lo que en una, por citar el Discovery Channel, 'megaconstrucción' como ésta, resulta totalmente imposible):

  • Creo que el proyecto está colado de escala sobre rasante. No me refiero en este caso al, impreciso todavía, programa de usos que deberá albergar. Digo que hay un problema de proporción con respecto al propio emplazamiento, al monte donde inicialmente se debía esconder, a la distancia real que le separa del casco urbano. Es demasiado grande, los volúmenes son demasiado altos, las pendientes demasiado fuertes. Tiene una presencia en superficie muy superior a lo que las maquetas iniciales sugerían, que hacen vasto y monumental aquello que solo era sutil y delicado.

Encuentro algunas decisiones estratégicas de construcción muy discutibles. No hablo del detalle ni de la calidad constructiva que es seguro excelente (probablemente demasiado excelente). Pienso en algunas cuestiones como las siguientes:

  • Uno de los grandes aciertos de la maqueta inicial fue ejecutar la nueva edificación y el monte existente con un mismo material, la madera. Esta decisión sugería con claridad un tratamiento similar de las cubiertas del edificio y del terreno natural circundante para maximizar el esfuerzo de camuflaje y de adhesión al paisaje de lo construido. La artificiosa y compleja colocación de la piedra en las cubiertas sobre esa retícula ortogonal que no sé de donde ha salido, provoca una discontinuidad completamente contraria al espíritu general del proyecto. Un tratamiento de las cubiertas más blando, vegetal, preferiblemente transitable al menos en algunas de sus pendientes, hubiera sido a la vez más sencillo y más efectivo.
  • La situación se hace aun más confusa con la utilización de esa misma piedra en un módulo cuadradito mínimo en muchas de las fachadas verticales, dificultando mucho la lectura del conjunto del proyecto.
  • La aparición de las tradicionales geometrías complejas de Eisenman en las fachadas acristaladas, con sus pequeños giros y variaciones, sí puede tener sentido. Aunque, de nuevo, tanta trama se confunde con la dichosa retícula superpuesta de la planta, a la vez que parece algo excesiva teniendo en cuenta que, al menos en teoría, eran las fachadas a una grieta.
  • Los interiores que pudimos visitar tenían ciertamente más interés. En particular el atormentado y cambiante plano de los falsos techos, que conseguía en muchos puntos transmitir la sensación de caverna de la cultura que todo el proyecto había anunciado.
  • Aunque eché de menos algo más de esa variación de cota en el plano del suelo, para escapar de la sensación de enorme nave industrial horizontal e isotrópica.

No. No es la obra redonda que parecía intuirse desde el concurso y que personalmente yo esperaba y deseaba para Santiago y para Eisenman por las distintas afinidades que me unen a ambos. Es, mejor dicho será, un equipamiento muy singular, con algunos valores arquitectónicos interesantes que espero que los gallegos sepan completar con un programa de usos y actividades, este sí, auténticamente excepcional.

Yo, mientras tanto, seguiré recordando la madera de aquella hermosa topografía habitada.

Además:


*Diego Fullaondo es arquitecto y uno de los directores del estudio IN-fact arquitectura.

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