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Qué viva la guerra, mientras viva en Colombia

Actualizado 07-03-2008 00:15 CET

Qué tranquilo y bueno es que haya una guerrilla que empuñe las armas por los ideales del pueblo. Claro, siempre y cuando eso pase en Colombia.

No es en Finlandia, ni en Suecia, ni en Argentina, ni en Brasil, ni en Australia donde se derrama la sangre, donde se muere la gente, donde viven los mutilados, donde los inocentes agonizan durante años en la selva.

Es muy cómodo pensar que la guerra por los ideales es buena y necesaria cuando el muerto no lo pone uno. Es injusto hacerle juego a un grupo guerrillero que ha desangrado a Colombia y ponerse del lado de ellos cuando la amenaza no es contra uno y peor, cuando ni siquiera la conoce.

Colombia es un país solitario en esa guerra. La soledad ha creado monstruos como los paramilitares, como una alternativa desesperada y equivocada para acabar con esa guerrilla. La guerra entre ambos bandos también la hemos pagado los colombianos y por eso, es fácil juzgar desde lejos y seguir con una vida tranquila, sin miedos.

Aquí estamos las víctimas de la guerra de Colombia, pensando que fuera de nuestra frontera no se entiende ni la desesperación ni la voluntad de todo un pueblo, que en una gran mayoría no está de acuerdo ni con los paramilitares, ni con la guerrilla, ni con la guerra.

Estas víctimas, ahora quedan solas, a merced de los desatinos de organizaciones y gobernantes de otras naciones quienes desde lejos imaginan tranquilamente como debe ser esa romántica lucha guerrillera, justifica sus causas con argumentos creados desde la ignorancia o a raiz de la sed de poder.

Colombia está cerca de una guerra internacional que es el último monstruo que ha creado esta pelea, y va sola. Hemos tenido lecciones durante décadas de lo que es la guerra y de cómo se paga. Mientras tanto los miembros de esos gobiernos y organizaciones que ven tan romántica nuestra tragedia llegarán a sus casas con sus hijos, sus esposas y esposos, con sus padres. Nosotros regresaremos esta noche pensando en que otra vez nos tocará poner el muerto, en si podremos tener una vida tranquila en la que podamos regresar a la casa y no encontrarnos ni con huérfanos, ni con viudas o, simplemente, no encontrar a nadie.

Mientras, sabemos que afuera gritan: ¡Qué viva la guerra! ¡Qué viva la guerrilla!, claro, mientras viva en Colombia.

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