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Encerradas en la Catedral las despedidas de Transportes Urbanos de Sevilla

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empresa, trabajo
Actualizado 12-03-2008 12:42 CET

-“Cuando me vuelva a vestir de conductora, lo primero que haré será llorar”- 

 Son las palabras cargadas de determinación e impotencia de Antonia Maya, una de las tres trabajadoras despedidas por Transportes Urbanos de Sevilla (TUSSAM) que llevan catorce días encerradas en la Catedral de Sevilla en demanda de su puesto de trabajo.

La mañana en el interior de la Catedral transcurre entre el murmullo incesante de los turistas, que curiosean señalando los carteles y pancartas que rodean el lugar del encierro, y los disparos incesantes de los flashes, que rompen la penumbra calma del templo sevillano. Afuera, en el Patio de los Naranjos, la luz que preludia la primavera del sur se refleja en la antigüedad de la piedra otorgándole un aire nuevo.

Tienen el rostro demacrado tras 14 días de encierro, con el cansancio y la fatiga acumulados en el cuerpo y la mente, sumergidas en la incertidumbre de lo que ocurrirá y con el  zarandeo interior de la duda de si lo que han hecho es o no lo correcto, lo más adecuado. Los problemas familiares a causa de la separación y las críticas recibidas por quienes no están conformes con su actuación no han logrado desanimarlas y piensan seguir con su lucha hasta el final.

Antonia Maya, de 41 años, es separada con tres hijos y no tiene ninguna fuente de ingresos en la actualidad. Dolores López, de 43 y con dos hijos, está acogida al subsidio de desempleo tras su despido de la empresa municipal y María Dolores Soria, de 30 años y sin hijos, ha tenido que aparcar el deseo de buscar familia sine die a causa de su situación y el futuro incierto que se le avecina.

Son las tres trabajadoras despedidas de Transportes Urbanos de Sevilla que decidieron encerrarse en la Catedral de la ciudad, tras conocer que, a pesar de que los juzgados de lo social han declarado sus despidos como improcedentes “por fraude de ley”, la empresa ha optado por indemnizarlas y no readmitirlas en sus puestos de trabajo.

TUSSAM ha depositado en los juzgados el importe de las indemnizaciones, la fianza y los salarios de tramitación, a la espera de que se resuelva el recurso que ha interpuesto contra la sentencia.

Nos cuentan que su salud se está viendo afectada y que se sienten tristes y marginadas porque el Ayuntamiento no cumple de manera clara y tajante las políticas sociales que pregona en sus programas. Se refirieren a las políticas de igualdad a la hora de acceder al empleo y, en concreto, al Programa Óptima, puesto en marcha por el Instituto Andaluz de la Mujer de la Junta de Andalucía, al que se acogieron para ingresar en la empresa.

Su puesto de trabajo es fundamental para sus familias, que las están apoyando en todo, a veces teniendo que sortear enormes dificultades por las diferentes situaciones de cada una. La hija de Antonia, de diez años, sufrió el pasado lunes una crisis de ansiedad en el colegio debido a la situación que atraviesa su madre. Desde entonces, Antonia abandona el encierro sobre las tres de la madrugada y no vuelve hasta la siete, cuando ya ha acudido a arrullar a su hija durante la noche para tranquilizarla.

Se quejan del abandono que han sufrido por parte de muchos, sobre todo de los políticos y sus promesas caídas en saco roto, pero se congratulan de que “vienen pocos, pero son muy grandes” y esperan “poder agradecerles algún día como se merecen el tiempo y el apoyo recibidos”.

Denuncian que se sienten “discriminadas como trabajadoras y como mujeres” y que el Gerente de TUSSAM, Carlos Arizaga de Pablo-Blanco, está difundiendo una versión de los hechos en las que “nos tacha de mentirosas, cuando ni si quiera ha sido capaz de presentar nuestros supuestos malos expedientes laborales en el juzgado, y se ha dedicado a presionar a los medios para que no saliese publicado nada sobre nuestros despidos”.

Han denunciado a la opinión pública y ante la justicia el hecho de que TUSSAM utilice el Programa Óptima para cobrar subvenciones oficiales y luego no lo aplique como debiera y han escrito cartas hasta al Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, exponiéndole la injusticia de su situación, sin que hasta ahora hayan obtenido respuesta alguna.

El próximo viernes, los trabajadores de TUSSAM inician una huelga que se prolongará hasta la Feria de Abril con su situación como uno de los puntos reivindicativos. Sin embargo, ellas sólo desean que sea desconvocada como señal inequívoca de que se ha  instalado el diálogo social entre las partes, hasta ahora inexistente.

La judicialización como política de Recursos Humanos

A falta de una política de Recursos Humanos que se precie, TUSSAM ha optado por judicializar las relaciones laborales, creando un clima de conflictividad permanente que ha abocado a la empresa a una sucesión indeterminada de paros y protestas sindicales.

Recientemente, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ratificó como improcedente el despido de otro trabajador que ya ganó la causa en primera instancia, además de otra demanda por modificación arbitraria de sus condiciones de trabajo.

Otro trabajador, despedido a causa de los incidentes acaecidos durante la última huelga, ha sido readmitido en un acuerdo de última hora reduciendo la sanción a una suspensión de empleo y sueldo, cuando ya el caso estaba visto para sentencia.

Una política, la impulsada por el Gerente de la empresa, Carlos Arizaga, a base de despidos en los que se da marcha atrás o son revocados por la justicia, que se sufraga con dinero público. Todo ello en el marco de una empresa con una situación económica muy precaria y que sólo el pasado año perdió 50,2 millones de euros (8 más de los previstos), además de más de un millón de viajeros, y que se permite el lujo de derrochar el dinero en prestigiosos bufetes de abogados y en informes médicos y de detectives privados para perseguir a sus trabajadores.

“Lo primero que haré cuando vuelva a ponerme mi uniforme de conductora será llorar, por mi padre, por mis hijos y por todos los santos a los que les tengo hecha promesa”,  nos dice Antonia, antes de despedirse de nosotros.

En el marco incomparable de la Catedral de Sevilla, a los pies de una de sus columnas imponentes, en un pequeño campamento improvisado donde se vislumbra el desorden matutino de las mantas y colchones para combatir la humedad y el frío de la noche, tres mujeres continúan luchando por su dignidad como personas y por su derecho a un puesto de trabajo que tienen más que acreditado.

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