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La Noche de Max Estrella, procesión laica madrileña.

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cultura, madrid, sociedad
Por josemi
Actualizado 27-03-2008 07:21 CET

A Madrid le ha nacido una procesión laica. Pareciera que para llevar la contraria a los desfiles de encapuchados y al olor de incienso de la Semana Santa, la Noche de Max Estrella ha acabado por convertirse en una suerte de peregrinación irreverente en la que una cofradía cada vez numerosa recorre los “lugares santos” del personaje valleinclaniano de Luces de bohemia.

Rafael Álvarez, "El Brujo", alecciona a la parroquia sobre los principios del Esperpento (Foto: Enrique Iglesias)

En la pasada noche del veintiséis de marzo se celebró la undécima Noche de Max Estrella, en la que, bajo la guía espiritual del Círculo de Bellas Artes y su Cofradía del Esperpento, unas trescientas personas dimos el ya tradicional paseo literario. Allí nos juntamos matrimonios de edad respetable, viejos calaveras, intelectuales, progres, culturetas, amantes de la farándula, plumillas, jóvenes imberbe que confesaban por lo bajini no saber demasiado de qué iba aquello,… Ante la mirada atónita de locales y turistas, acompañados por lecturas, interpretaciones, vino barato,… y una admiración irreductible por Luces de bohemia, la obra de Valle Inclán que inspira el evento, los autodenominados cofrades bohemios seguimos los pasos de Max Estrella y Don Latino, protagonistas de la obra, en la que estos dos sujetos –en una sola noche- recorren garitos múltiples, topan con la justicia y alternan con individuos de diverso pelaje, además de cambiar la literatura en español para siempre.

El recorrido de este año estaba dedicado al recientemente desaparecido hermano cofrade y actor Fernando Fernán Gómez, que, como algún orador se encargó de recordar, compartía filiación anarquista con el genial escritor gallego. Por cierto que no se equivocan quienes comparan este recorrido con el archiconocido Bloomsday que se celebra todos los 16 de junio en la capital irlandesa para conmemorar el día en que transcurre la acción del Ulises de Joyce, otro genio cascarrabias y borracho impenitente. Sin embargo, la Noche de Max Estrella es de momento más modesta en cuanto a participación y sus acólitos somos más comedidos en lo que hace a acompañar la celebración vistiendo trajes de época, aunque alguna capa española y sombrero de media copa hicieran acto de aparición.

El programa de este año tras arrancar frente a Casa Ciriaco, en la calle Mayor, incluía las habituales paradas de homenaje a glorias de la literatura española como Larra, Lope, Calderón, Cervantes, Machado,… Además, y también como es costumbre, diversas personalidades de la escena teatral se unían a la romería, tales como Itziar Pascual y Santiago Sánchez, entre otros, para disertar sobre Valle Inclán, los cómicos, la violencia de género, la futilidad de la existencia o el necesario advenimiento de la República, ante el silencio de la respetuosa parroquia. Dos intervenciones fueron especialmente emotivas: Emma Cohen, la compañera de Fernando Fernán Gómez, quien compartió su “viaje a ninguna parte” con Fernando, Rafael Azcona y Agustín González; además, Rafael Álvarez “El Brujo”, en estado de gracia, se encargó de realizar una lectura comentada y crítica de la conocida escena XII de Luces de bohemia, en la que Valle Inclán deja para la historia su “teoría del Esperpento”. Apiñados ante el terrible piscolabis que hoy alberga los espejos, los cofrades estábamos en nuestra particular misa, muertos de risa. Y es que fue frente a aquellos espejos donde Max Estrella, Quijote modernista, sentenciara: “La miseria del pueblo español está en la chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y la muerte”, para rematar “España es la deformación de la civilización europea”. El observador atento de la realidad española no puede estar más de acuerdo con ambas afirmaciones. En nuestra religión laica, añado,  Valle Inclán es Dios y Max Latino, su profeta.

Liberados ya de las apreturas del callejón y después de hacer parada obligatoria en el Ateneo de Madrid, para cuando los cofrades peregrinos llegamos a la Plaza de las Cortes, el frío empezaba a hacer mella en el personal, a pesar de los caldos con que fuimos agasajados en varios momentos de la noche. Bajo la estatua del manco genial, Cervantes, asistimos a un abrazo partido atemporal con Valle Inclán, otro manco no menos genial. Dos ácratas unidos en una noche mágica en su querencia por demoler lo establecido, convencidos por Shakespeare de que "somos del mismo material del que están hechos los sueños". Otro hermano de la cofradía, el que fuera diputado socialista, Manuel Núñez Encabo, que ha pasado a la posteridad por ser el diputado llamado a votar justo cuando Tejero decidió liarse a tiros en el Congreso, hizo memoria de los otros esperpentos, menos lúdicos y gratos de recordar, de la historia española. Sinembargo, nada podía amargarnos el espíritu de juerga padre que a esas alturas llevaba ya la curia.

La cofradía pudo al fin descansar sus huesos en el Círculo de Bellas Artes, donde la cantante Karola Eskarola nos aguardaba con su versión del genial tango “Caminito” –preferido de Fernando Fernán Gómez- y así dar la entrada a la gran Esperanza Roy, con la eterna “Canción del Babilonio”, auténtico himno de la parroquia. La soirée, a medio camino entre la revista y el vodevil, suponía un reconocimiento a los agotados peregrinos que, a falta de santo al que abrazar, se arrancaron a bailar por chotis. Y así, las dos sacerdotisas concluyeron aquella liturgia desvergonzada y diletante - aunque aún faltara la gran chocolatada final- con la que un buen puñado de ciudadanos quiere recordar cada año a Valle Inclán, lo cual no es sino otra forma de reivindicar la bohemia, el hedonismo y una saludable dosis de esperpento en una vida demasiada aburrida sin lunáticos imprescindibles como Max Estrella.

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