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'Libertad' en la educación, clave para una sociedad igualitaria  

Por sara
Actualizado 27-05-2008 23:53 CET

Dos ejemplos de desigualdad de trato en el parlamento -uno en España, otro en Finlandia- conducen una reflexión sobre la necesidad de nuestras sociedades de encontrar nuevas vías para el cambio a una sociedad más justa.

Siento que esté en inglés el segundo, no lo encontré en español [Es genial tener hijos,Susanita, pero los tiempos están cambiando] [Además de ser madre,una mujer hoy en día puede contribuir al progreso y hacer cosas importantes también] [¡Tienes razón! Mañana mismo empiezo a jugar al bridge] [¿Qué pasa? Las mujeres importantes juegan al bridge!] [Dios santo...]

Leo en ‘El País’ una noticia sobre los ‘Tics sexistas en el mundo político y mediático’ que, partiendo de un pequeño análisis sobre cómo se ha recibido a la nueva portavoz del Partido Popular, saca a la luz algunos de los comportamientos que siguen empeñándose en marcar las diferencias entre hombres y mujeres en política. Si bien no comparto todo lo expuesto por María R. Sahuquillo, sí considero que es una reflexión necesaria hoy en día. Pareciese que con la mera presencia de mujeres en política y en el mercado laboral ya “está todo hecho” y, desde luego, nada más lejos de la realidad.

Sobra decir, por evidente, que toda mujer que se inicia en el mundo de la política o el activismo tiene que pasar por ciertos –y específicos- aros, y, como bien señala Sahuquillo, desprenderse de los paternalismos que la tratan de rodear. Los esfuerzos y el trabajo se duplican para las mujeres que siguen este camino, ya que no sólo tienen que ser válidas (que es lo que se pide a los hombres) sino que también han de demostrar que son válidas por encima de su condición de mujer, luchando –como bien apunta en este caso Soledad Murillo- contra paternalismos que ofrecen un “cuidado no solicitado que te sitúa como menor”. Por desgracia, esto no es exclusivo de la política, sino un camino que muchas mujeres tienen que andar en su vida laboral; aún así, parece que lo lógico sería tratar de dar ejemplo desde el ámbito político –y su reflejo mediático- al resto de la sociedad, y no ofrecer una imagen tan coja y deficitaria.

Parece, no obstante, que esta tendencia a considerar de manera distinta a hombres y mujeres en política no es en absoluto exclusiva de nuestro país. Sahuquillo habla en su artículo de EE.UU., de Francia o de Argentina, yo, como me pilla más cerca, me remito a un ejemplo que me parece bastante interesante: Finlandia. Finlandia fue el primer país de Europa en reconocer el voto de las mujeres (en 1906) y en sólo un año las mujeres ya formaban el 10% del parlamento. Así que Finlandia es un país en el que hombres y mujeres llevan conviviendo en este espacio más de 100 años; pareciera que por fuerza de costumbre las relaciones deberían ser mucho más respetuosas que en España (no olvidemos que tenemos una experiencia parlamentaria más bien escasa) pero últimamente algunas noticias están demostrando que esto no es así. Hace varios meses salía a la luz un estudio que reveló que un tercio de las mujeres que trabajaban en el parlamento finlandés habían experimentado acoso sexual, una de cada siete reportaron acoso físico y, la gran mayoría, verbal –se refiere así a llamadas, mensajes o e-mails considerados fuera de tono, ofensivos o sexualmente explícitos fuera de lugar-. A raíz de esto, la presidenta del gobierno junto con el primer ministro están redactando una ‘Ley de igualdad’ que parece que se asemeja a la aprobada en España hace justo un año.

Me pregunto si la solución a este tipo de problemas va de la mano de estas leyes. No digo estar en contra de ellas a priori, pero me pregunto si son suficientes o el mejor método para mejorar las cosas. Al contrario que en España, las leyes finlandesas han sido siempre muy abiertas a la igualdad de género, así como a la participación política de las mujeres. Sin embargo, si en algo coinciden tanto Finlandia como España es en una construcción fuerte del género, una construcción social, un crecimiento, unas expectativas distintas de una niña que se hace mujer y un niño que se hace hombre. Considero que en ese crecimiento distinto y en el fomento de las diferencias en la infancia reside la diferencia que luego vemos reflejada en la sociedad adulta y, en estos casos, en las clases políticas. Si las medidas se tomaran de cara a educar a los niños en completa igualdad y –sobre todo- libertad de movimientos y de expresión más allá de su género, si no se censuraran determinados comportamientos en los niños, ni se potenciaran otros específicos en las niñas, si no les marcásemos unas metas distintas a unos y a otras cuando los estamos educando luego no tendríamos que enfrentarnos a las diferencias y las distintas varas de medir para mujeres y para hombres. Recordemos que nosotros –educadores y familiares- estamos enseñándoles qué y cómo es la sociedad, nos convertimos un poco en su ventana al mundo y esto es una gran responsabilidad que ha de ser enfrentada con ganas y valentía.

Considero necesario ampliar el presupuesto en educación de cara a mejorar esto, falta formación en deconstrucción de género en los educadores y sobran los estereotipos y los juegos y preferencias pre-establecidos para niñas y niños. Pensemos que en nuestra sociedad incluso para bebes de distinto sexo se establecen ya las preferencias. Eduquemos personas libres, en el más amplio sentido de la palabra, libres también de las etiquetas de género, y conseguiremos sociedades igualitarias.

Sara Lafuente Funes

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