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La historia de una carrera por la vida

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internacional
Actualizado 15-04-2008 12:47 CET

En 1993, Gilbert Tuhabonye, corredor de Burundi que entonces contaba 19 años, esperaba graduarse de secundaria en Kibimba y aspirar a una beca para deportistas en la Universidad de Tulane, en Estados Unidos.

Gilbert Tuhabonye Foto: BBC Mundo

Un día de octubre de aquel año, Gilbert y otros 100 tutsis como él fueron capturados por los hutus, la etnia rival en su región de África, y conducidos hasta una gasolinera, donde los encerraron y procedieron a quemarlos vivos. Gilbert rompió una ventana, saltó al exterior y corrió como nunca por su vida. Fue el único sobreviviente de la masacre.

"No había forma de escapar. La gente esperaba afuera. Si alguien intentaba saltar, lo atacarían con sus machetes"- contó después.

Días más tarde se refugió en un hospital y comenzó su lento proceso de recuperación. Antes de 18 meses, Gilbert ya corría de nuevo, a pesar de que el fuego le había consumido la carne de la pantorrilla hasta el hueso.

En 1995 compitió en los Juegos Mundiales Estudiantiles de Japón y al año siguiente resultó seleccionado para participar en un campo de entrenamiento del Comité Olímpico Internacional (COI) para los países en desarrollo. Era ya uno de los talentos más prometedores de su país.

El año de los juegos de Atlanta, Gilbert  llevó la antorcha olímpica por las calles de Birmingham, Alabama, la cuna de los derechos civiles, en un gesto tan simbólico como emocionante para su persona. El fuego que había estado a punto de sesgarle la vida, ahora lo transportaba él en alto, como símbolo del entendimiento entre los pueblos y las razas.

En 1996 Gilbert se vio cara a cara con uno de los hombres que intentaron matarlo. El tipo se derrumbó a sus pies pidiendo perdón y Gilbert, que sabía que si no lo dejaba ir lo matarían, lo dejó marchar.

Desde entonces vive instalado en Austin, Texas, y se ha convertido en la inspiración de los cientos de corredores del club que dirige, Las Gacelas de Gilbert. La máxima que lo motiva es que si ha perdonado a quien quiso matarlo puede hacer cualquier cosa. Ahora se dedica a correr maratones y este domingo participó en la Londres.

Después de leer su historia, me gustaría correr con él esa carrera, no la maratoniana por las calles de la capital del Reino Unido, sino la carrera del alma cuya meta es el perdón de quienes un día quisieron acabar con tu vida. Esa carrera de fondo que tantos necesitamos correr en algún determinado momento de nuestras vidas.

Fuente BBC Mundo

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