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Ranking de muertes ridículas

Por glaire
Actualizado 16-04-2008 14:03 CET

De muertes absurdas ha habido en todos los tiempos ... y ¡a todos nos puede tocar!

Oyendo la radio esta mañana, me he enterado del triste final de Bobby Leach que yo no conocía. A Bobby igual le conocéreis por ser ese personaje que en 1911 se introdujo en un barril de madera y se lanzó por las cataratas del Niagara. Sobrevivió. De esa experiencia salió casi ileso, sólo algun que otro hueso roto, pero poca cosa teniendo en cuenta la hazaña. Después de eso y otras proezas, el señor Leach se dedicó a hacer conferencias hablando de éllo. Precisamente, al salir de una de esas conferencias, en Nueva Zelanda, se resvaló con una piel de naranja, rompiéndose tan mal la pierna que se la tuvieron que amputar y murió debido a complicaciones en la cirugía.

Parece ridículo que una persona que reta a la muerte, muera de una forma tan estúpida. La muerte es nuestro último acto, el acto con el que nos despedimos del mundo y del que hay escenificaciones gloriosas, mediocres y ridículas, un acto por el que podemos ser recordados en la posteridad.

Hubo un tiempo, en la edad media sobretodo, en que estas muertes ridículas estaban justificadas. Durante muchos siglos en los que las creencias eran distintas a las actuales, han servido para que el pueblo viese que en última instancia todos somos iguales. Enseñaban que los poderosos podían ser tan frágiles como cualquier otro. Saber eso, era un consuelo. Ayudaban muertes como la del Papa Adriano IV, que murió ahogado porque le entró una mosca en la boca, o la del rey Fernando VI, que igual que Caterina II, murieron sentados en la taza del váter debido a un cólico.

Las águilas cogían las tortugas y las abrían tirándolas contra las rocas. Una águila confundió la cabeza de Esquilo, considerado el padre de las tragedias griegas, con una piedra (era calvo) y le lanzó la tortuga. Murió del golpe.

Francis Bacon, una de las personas más influentes del siglo XVI, político, filósofo, escritor y científico, pensó que la nieve podría conservar la carne como lo hacía la sal. Decidido a probarlo, compró un pollo en una aldea cercana, lo mató, y se quedó fuera de casa para ver como el pollo cubierto de nieve se congelaba. El pollo nunca se congeló pero Francis Bacon pilló una pulmonía que lo llevaría a la muerte.

El noble y astrónomo danés Tycho Brahe tuvo que aguantarse las ganas de ir al baño durante un banquete en 1601 (levantarse en medio de una cena era considerado como algo realmente ofensivo), a tal punto que su vejiga desarrolló una infección por la que murió. Otra hipotesis sostiene que Tycho murió en realidad por envenenamiento con mercurio.

Igual pasaba en Oriente. El poeta chino Li Po es considerado uno de los dos más grandes de la historia literaria china. Era muy conocido por su amor al licor y se sabe que escribió muchos de sus grandes poemas mientras estaba borracho. Y bajo los efectos del alcohol se encontraba la noche en que cayó de su bote y se ahogó en el río Yangt-ze al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua.

En cambio, en tiempos actuales, la muerte ridícula sólo tiene cabida en el "show business". Muertes estúpidas hemos visto muchas en el cine, Kenny muere en cada capítulo de South Park y Andy Riley publica "Conejitos Suicidas", unos cómics dedicados a las formas más absurdas con las que unos conejitos quieren morir. Pero el colmo es que se han creado unos premios a la muerte más curiosa en Estados Unidos (¿cómo no?!). En una ocasión por ejemplo, el premio se lo llevaron tres señores de Oklahoma que murieron mientras celebraban la fiesta de la Independencia con fuegos artificiales y sentados en un depósito de 7.000 litros de gasolina y el depósito tenía una fuga

A todos suele llegarnos la hora de forma inesperada, pero es triste pensar que si en ese momento tenemos mala suerte, aunque seamos grandes candidatos a entrar a la posteridad de forma anónima, nuestro nombre será recordado y será recordado tan sólo por la forma de morir y nada más. Como es el caso de Jean Baptiste Lully, que aun y ser director de la orquesta del rey Luis XIV en Francia, gran compositor, colaborador de Moliere y mucho más, se le recuerda no por su arte sino por haber muerto al golpearse el pie con el bastón de mando (una pesada barra de hierro con la que se marcaba el compás). El golpe le produjo una gangrena que se le infectó hasta morir. De allí que se inventara la batuta.

Después de la guerra civil norteamericana, el político Clement Vallandigham, de Ohio, se transformó en un exitoso abogado que rara vez perdía un caso. En 1871 defendió a Thomas McGehan, acusado de disparar contra un tal Tom Myers durante una disputa en un bar. La defensa de Vallandigham se basaba en que Myers se había disparado a sí mismo al empuñar su pistola cuando estaba arrodillado. Para convencer al jurado, Vallandigham decidió demostrar su teoría. Desafortunadamente, utilizó por error una pistola cargada y terminó disparándose a sí mismo. Con su muerte, Vallandigham demostró la teoría del disparo accidental y consiguió exonerar a su cliente.

El famoso destilador de whisky Jack Daniel quiso abrir su caja fuerte pero no recordaba la combinación. Pateó la caja fuerte y se lastimó el dedo gordo, que terminó desarrollando una infección por la que murió

Harry Houdini, mago e ilusionista de origen húngaro,  retó a un universitario jugador de rugby a que le diera puñetazos en el abdomen en una noche de pubs y cervezas, argumentando que sabía controlar su cuerpo y que no sentiría dolor. Pero tenía principio de apendicitis y murió de una hemorragia al reventarle la apéndice.

Y otro ejemplo sería la infinidad de chistes que corren alrededor del tranvía de Gaudí …

En fin, ¡más vale no pensar en ello! Que tengan buena suerte …

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