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Las tetas de “Pe”

Actualizado 17-04-2008 17:28 CET

Reflexión acerca de "Elegy", la última película de Isabel Coixet

Podríamos mostrar le evolución del cine español en los últimos 15 años siguiendo de cerca uno de sus más grandes y bellos símbolos: los pechos de Penélope Cruz. Junto al cuerpo (elijan alguna parte) de Javier Bardem es, sin duda, una de las referencias en lo que a séptimo arte se refiere en nuestro país. Y no se piensen que es una boutade.
Recordemos que la primera vez que aparecieron en pantalla (si mal no recuerdo) fue en una escena maravillosa de en "Jamón, Jamón" de Bigas Luna donde tenían sabor a tortilla y…a jamón, claro. Pero es que después pasaron a ser bañados con leche, para goce (estético) del espectador, en "La niña de tus ojos", de Fernando Trueba en 1998 y a ser admirados, cómodamente instalado debajo de ellos, por Eduardo Noriega en "Abre los Ojos" de Alejandro Amenabar, el mismo año. Su trayecto acaba, por ahora, en el papel central que juegan en la última película de Isabel Coixet, "Elegy", que se estrena mañana en los cines españoles. Los pechos de nuestra actriz más internacional dan fe de la diversidad y progresión de nuestro cine, desde las obras más autóctonas y carnales de Bigas Luna o Almodóvar pasando por el esteticismo de Trueba o la frescura de Amenazar hasta llegar al intelectualismo intimista de Isabel Coixet.
Y es que por mucho que el título incite al pensamiento lascivo, las tetas de “Pe” son realmente el tema principal de la última obra de la directora de "Mi vida sin mí" y "La vida secreta de las palabras". Sorprende menos esta afirmación si se es consciente de que "Elegy" es la adaptación de una novela ("El Animal Moribundo") del escritor norteamericano y Premio Pulitzer Philip Roth. Todos los que conocen su obra, de lejos o de cerca, saben que para Roth un pecho, una cara o una entrepierna puede convertirse en un asunto metafísico de vital importancia. Muchas de sus obras giran alrededor de la figura del intelectual reconocido y culto que solo tiene una obsesión: las relaciones con las mujeres y el sexo. Un sabio en lo que a cosas abstractas se refiere pero que vive en medio de las dudas y las contradicciones cuando hay que aplicar estas teorías a la vida real.
Les recuerda a alguien? Sí, Roth forma parte de esa elite de Nueva York, europeizada e intelectual (muchas veces de origen judío, de donde viene su humor), cuyos representantes más claros son Woody Allen y Paul Auster.
El tema en este caso es parecido al que hemos comentado: el film narra la historia de amor entre un eminente profesor de universidad (Ben Kingsley) y una joven (Penélope Cruz) cuya belleza le cautiva y le desestabiliza. Partiendo de este encuentro, Isabel Coixet teje una reflexión sobre los sentimientos, el miedo a comprometerse y los estragos de la vejez. Y es que David Kepesh (el profesor) es un hombre cínico y de vueltas con todo que ya no cree (y nunca creyó) en el amor y para quien el sexo esporádico es la mejor solución. Como en todas las obras de Roth (y de Allen), uno de los intereses de la película es adentrarse en el laberinto emocional que representa un hombre. Kepesh es un seductor múltiple de gran éxito que ama a las mujeres pero jamás permite que se le acerquen demasiado ya que tiene miedo a las ataduras. Las cosas cambian cuando se encuentra cara a cara con Consuela Castillo (Penélope Cruz), una alumna de su curso de crítica literaria, y empieza a sentir celos y ganas de poseerla.
El ambiente usa (abusa?) sin complejos los estereotipos de toda esta “crème” erudita de Manhattan con música de jazz (una bella adaptación de “Dance me to the end of Love” de otro representante de esta escuela, Leonard Cohen), vino tinto, clases sobre Barthes y Albert Camus, escenas de piano, fotografías en la playa al ser amado y comparaciones de los ojos de Penélope con “La maja vestida”. El punto álgido de este prototipo de personaje se encuentra cuando Kepesh le dice a Consuela que su cara es “una verdadera obra de arte” pero poco después es incapaz de ir a una fiesta para que ella le presente a sus padres.
La película consigue transmitir los matices y las incoherencias en las que vive Kepesh siendo un cínico hedonista que no es capaz de pagar el precio de sus decisiones ya sea con el deseo sexual que transforma en amor al arte, fruto de una mala conciencia evidente, o con su vejez, que no quiere vivir solo pese a haber aprovechado los placeres del celibato. La diferencia con Consuela es abismal (y angustiante para él) ya que vive su sexualidad y sus decisiones libremente, sin atormentarse, cosa que Kepesh no puede comprender.
Pero los que busquen el estilo impúdico, febril, políticamente incorrecto e irónico de Roth no lo encontraran ya que Elegy es, sin duda, una película de Isabel Coixet con todo lo que ello conlleva de sentimentalismo, tragedia y ambientes íntimos. La ligereza y el humor del escritor americano han desaparecido completamente en la adaptación. Ningún rastro de la notoria escena de masturbación que convirtió a "El Mal de Portnoy" en un bestseller en 1969.
Sabiendo esto, acabemos diciendo que las tetas de "Pe" pasaran de ser un legítimo objeto de deseo al nudo de toda la cuestión sentimental y existencial entre los dos personajes y hasta se podría decir (ahí es poco!) al paradigma a las relaciones amorosas entre hombres y mujeres (no diremos más para los que quieran ir a verla).
Una buena ocasión, para los que aprecian el universo de Isabel Coixet (o un cierto intelectualismo serio de Nueva York), de ir a ver un melodrama bastante acertado y, para los otros, de ir a entretenerse de nuevo con…las ya míticas tetas de “Pe”.

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