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Latinos, afroamericanos y árabes: los estereotipos toman Hollywood

Por valmont
Actualizado 28-04-2008 13:44 CET

Terroristas árabes o rusos, traficantes de droga latinos, pandilleros negros, ricos blancos y rubios. Una ola de conservadurismo recorre de nuevo la industria del cine. Los estereotipos raciales vuelven con fuerza, destinados a alimentar a una audiencia ávida de distinguir a los “buenos” de los “malos”


Desde que el cine se convirtió en los años 50 en un producto de masas, la creación de arquetipos ha sido una constante. Productores, directores y agentes de casting han colaborado desde siempre en la creación de una conciencia colectiva basada en prejuicios raciales. Si echamos la vista atrás, podemos recordar como a los actores de raza negra solían interpretar los siguientes papeles: trabajadores de clase media-baja en barrios pobres, pandilleros conflictivos, y personajes cuyas actividades en la inmensa mayoría de los casos, se movían casi siempre en los límites de la ilegalidad.

Además, otro tipo de cliché que se asociaba al actor negro era el arquetipo del negro gracioso, que hoy en día se sigue manteniendo: personajes no demasiado inteligentes pero que tienen un alto sentido del humor “de barrio” y que acaban siendo “salvados” por un blanco.

Otros estereotipos clásicos de Hollywood tuvieron que ver con los latinos, rusos y más recientemente, con los árabes. A los primeros siempre se les reservaba el dudoso honor de interpretar a multimillonarios traficantes de drogas o de armas mientras que los segundos, en teoría mucho más aguerridos, se les ofrecía en el 90% de los casos el privilegio de ser terroristas en un firme propósito de destruir Estados Unidos. Una vez finalizada la guerra fría, los malos malísimos pasaron a ser los árabes, un prejuicio que ha sido reforzado después de ataques como los del 11 de septiembre.

Si bien durante los años 90 y principios de la presente década, actores de la talla de Denzel Washington, Morgan Freeman, Halle Berry, Benicio del Toro, Antonio Banderas, etc. han constribuido enormemente a la eliminación progresiva de esta clasificación raza/personaje gracias películas como Monsterball, 21 gramos, Traffic, o Cadena Perpetua, la ola de neoconservadurismo en la que se ha embarcado Hollywood en los últimos cinco años, amenaza con volver a instaurar los viejos y trasnochados prejuicios raciales en muchas de sus películas.

Si en los años 80, edstos arquetipos eran más que evidentes en las películas de acción y thrillers, en el siglo XXI, lo “políticamente correcto” los ha desplazado al terreno de la comedia o comedia de acción. De hecho, si nos fijamos, una película tan aparentemente inocente como Shrek, encontramos una colección de estereotipos. Los personajes principales, cuya inteligencia y bondad nunca se pone en duda (Shrek y Fiona) son interpretados por actores blancos (Mike Myers y Cameron Diaz). El gato con botas, que es astuto y manipulador, es interpretado por un latino (Antonio Banderas) y el Asno, que no es muy listo pero sí tremendamente gracioso, por un afroamericano (Eddie Murphy). Este mismo esquema se repite en algunos clásicos de Disney como “El rey León” film en el que Timon y Pumba, los “vagos oficiales” son interpretados por sendos actores latinos.

Más recientemente, actores afroamericanos como Martin Lawrence (Esta abuela es un peligro) o Queen Lafitah (Se armó la gorda) han puesto su granito de arena. Incluso un actor tan comprometido como Luis Tosar (Te doy mis ojos/ Los lunes al sol) no ha sentido ningún reparo en interpretar a un traficante de drogas en el reciente remake de “Corrupción en Miami”.

Demasiados casos para que pueda hablarse únicamente de casualidades, lo único que cabe plantearse es hasta qué punto este movimiento es realmente representativo del cine que se hace hoy en día y si existe conciencia en la audiencia de que esto se estás produciendo. Si son los actores los primeros que se ofrecen a perpetuar estos estereotipos (como ya hiciera Will Smith hasta que se decidió por interpretar la vida de Mohammed Ali) poco podemos hacer los espectadores, salvo observar y criticar.

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