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Del cielo al infierno en dos años

Archivado en:
deportes, cataluna
Actualizado 08-05-2008 13:41 CET

Diecinueve de noviembre de 2005. El F.C. Barcelona vence 0-3 al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, mostrando una abrumadora superioridad. El equipo blaugrana no sólo es efectivo, sino que hace un fútbol atractivo, lo que es reconocido por el público del Bernabéu, que se rinde ante el poderío azulgrana y aplaude el tercer gol, obra de Ronaldinho, por aquel entonces, el mejor jugador del mundo.

Frank Rijkaard. Del cielo al infierno en dos años

Diecisiete de mayo de 2006. El Barça gana la final de la Copa de Europa, tras imponerse 2-1 al Arsenal de Arsene Wenger. Quince días antes se había proclamado campeón de Liga por segunda vez consecutiva. Había sido una temporada redonda, que se suponía significaría el principio de un ciclo triunfal. El equipo contaba con un grupo de excepcionales jugadores jóvenes, pero ya consagrados entre los mejores del mundo – Etoo, Ronaldinho, Xavi, Deco, Puyol – y con la dirección de un entrenador joven y valiente que, tras un primer año algo dubitativo, había encontrado el estilo de juego que se adaptaba a la perfección tanto a los jugadores de que disponía, como al gusto de la grada del Camp Nou; y que emparentaba con el mítico “dream team” de Cruyff. En definitiva, un equipo que, con unos ligeros retoques, debía marcar una época dorada en el fútbol europeo.

Ocho de mayo de 2008. Dos años y medio después de salir ovacionado del Bernabéu, el Barcelona es humillado por el Madrid. La humillación no proviene del tan cacareado pasillo, un gesto que honra a los jugadores azulgranas – y a Rijkaard, que no se escondió y se sumó al homenaje – y que debería avergonzar a ciertos medios de comunicación que sí han intentado vender el pasillo como una humillación. El problema es que el pasillo duró 90 minutos. El Madrid vence por 2-1 al Barça, que desprende un preocupante hedor a descomposición. Ni el Madrid – que no aprieta el acelerador cuando su público le pide la manita - ni el público – que se dedica a animar a su equipo sin apenas acordarse del eterno rival – quieren hacer leña del árbol caído. No hace falta. Los propios azulgranas se bastan y sobran para ello.

Esta derrota supone la puntilla a dos años en los que el club azulgrana ha ido cayendo en picado, sin que ninguno de los estamentos del club – directiva, entrenador o jugadores – quisiera, supiera o pudiera remediarlo. Dos años en blanco, sin ganar ningún título. En estos dos años, sin saber muy bien cómo, la situación ha dado la vuelta. El hambre de títulos se ha transformado en desidia. El fútbol rápido y dinámico ha tornado en un juego lento y previsible. Los jugadores llamados a comerse el mundo están en horas bajas. Etoo, el mejor delantero del mundo hace un par de años, es ahora un jugador sin velocidad, peleado con el gol y – lo que es peor – su compromiso con el club está más que en duda. El que era mejor jugador del mundo, Ronaldinho, es hoy, a sus escasos 28 años, un cadáver futbolístico. Deco, tres cuartos de lo mismo. Incluso la temporada de Puyol ha sido bastante mediocre. Sólo el excepcional Messi, aun lastrado por las lesiones, y la prometedora irrupción juvenil de Bojan dan motivos de esperanza al aficionado azulgrana.

La explicación a la debacle no es sencilla. Algunos alegan que el equipo ha muerto de éxito, como le ocurrió al Madrid galáctico de Florentino. Con el agravante de que aquel Madrid era un equipo veterano y con jugadores hartos de ganar títulos. Este Barça no ha ganado tanto, y su media de edad es mucho menor. El barcelonismo, a partir de hoy, debe analizar las causas que le han llevado a esta situación e intentar poner remedio. Hay que tomar medidas, pero el borrón y cuenta nueva tampoco sería un buen negocio. En estos años ha habido cosas buenas que hay que aprovechar. La primera piedra del nuevo Barça, el fichaje de Guardiola como técnico, parece que está puesta. Es una decisión arriesgada y valiente. Guardiola es un técnico novato, pero su filosofía del fútbol conecta perfectamente con el imaginario azulgrana de las últimas dos décadas. Laporta se juega mucho en la decisión. Esperemos, por el bien del fútbol español, que acierte.

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