UN JUGUETE LLAMADO KALASHNIKOV. Los niños sin sonrisa

"Coger el fusil y disparar sobre alguien se había convertido en algo tan fácil como beber agua". Es el estremecedor mensaje de Ishmael Beah, un exniño soldado de Sierra Leona que empezó a matar cuando tenía 12 años. Nacer en Sierra Leona, en Sri Lanka o en el Congo significa sustituir un balón por un fusil a una muy temprana edad. El drama de los niños-soldado es, probablemente el punto más oscuro de las malditas guerras. Cada día, personas que no podrían cruzar solas las calles en occidente, se ven obligados a coger su fusil y soltar su infancia. Ellos se llevan la peor parte de un juego llamado guerra, en el que jamás deberían participar.

En el mundo hay más de 250.000 niños soldado. Fuente: observatori.org

En 17 países no existe el defensor del menor, ni las leyes de protección a la infancia, ni los derechos humanos referidos al niño. En 17 países del mundo, matar es un juego que no se lleva a cabo en una videoconsola, sino en la vida real y con fusiles de asalto que pesan más que muchos de los que los empuñan. En 17 países morir antes de los 10 años es algo tan común que ni siquiera es noticia. Es el drama de los niños soldado, la aberración más grande que puede existir en la sociedad del siglo XXI.

Cuando un niño no tiene una sonrisa en la cara puede significar dos cosas: o está enfermo o no puede jugar. En Sudán, Costa de Marfil, Somalia o Sri Lanka, los niños no tienen sonrisa, porque la perdieron cuando algún sicario del Señor de la Guerra local les reclutó para su ejército. Es un drama que se refleja con mucho acierto en películas como "Diamantes de sangre", pero que no es ficción. A pesar de la disminución de los últimos años, muchos niños participan como sus mayores en conflictos de África, Asia y América del Sur.

Son los datos de "Niños y niñas soldados. Informe Global 2008", difundido ayer por la Coalición para Acabar con la Utilización de Niños Soldados. El número de países en los que se produce una participación directa de menores en conflictos ha pasado de 27 a 17 en los últimos cuatro años, una cifra que se debe exclusivamente a la reducción de conflictos activos en el mundo. Según datos de 2004, al menos 250.000 niños participarían en las distintas guerras que existen en el mundo.

La lista negra de países en los que se utilizan niños soldado es amplia: Afganistán, Angola, Burundi, Colombia, Costa de Marfil, Liberia, Uganda, la República Democrática del Congo, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Sri Lanka y Timor. Pero hay países que sorprenden porque jamás hubiéramos pensado que pudieran emplear a menores en sus guerras. Es el caso del Reino Unido. Entre 2003 y 2005, desplegó al menos 15 menores de edad en la guerra de Irak a pesar de haber sido uno de los países firmante del Protocolo de la Convención de los Derechos del Niño. Se puede esperar de países en los que los Derechos Humanos brillan por su ausencia, pero no de un país que se pavonea de ser la cuna del parlamentarismo y una de las democracias más avanzadas del mundo. Tampoco se libra el gobierno de Estados Unidos, que permite el reclutamiento de jóvenes entre 16 y 17 años para ir a la guerra.

La ONU aprobó la edad mínima de 18 años en un protocolo adicional de la Convención de los Derechos del Niño. Sin embargo, la realidad es que tanto los países del llamado Tercer Mundo, como los que dicen ser la vanguardia de occidente, permiten que menores de edad integren las filas de sus ejércitos. ¿Qué ocurre en la sociedad para que no se permita algo tan obvio como es permitir a un niño vivir su infancia?

Cuando el kalashnikov es el juguete más común de un niño es que algo no funciona. Parece que denunciar este tipo de problemas cae, casi siempre, en saco roto. Por muchos informes que se hagan, el número de niños soldado sólo disminuye cuando disminuyen las guerras. ¿Dónde está la ONU para impedir que esto siga ocurriendo? ¿Dónde están las sociedades y organizaciones internacionales para impedir uno de los mayores dramas del mundo? Mirar para otro lado no es nunca la solución, pero parece que es, dramáticamente, lo más sencillo para la sociedad occidental.