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Carlos Garaicoa, arquitecturas urbanas

Archivado en:
arte, cultura
Actualizado 04-06-2008 13:19 CET

La globalización según el arte

La teoría de que el arte, por el camino de la revolución social o espiritual, iba a cambiar el mundo, ya no funciona. Está reconocido que podemos utilizar el arte para “denunciar”, “molestar” y reflexionar una vez más en la relación posible entre la práctica artística y la acción política.

En lo que a la producción del arte se refiere, este credo ha llevado a asumir que nuestras formas de conceptualizarlo han llegado a su fin. Nos encontramos ahora, frente a un post-arte que nos llega más a través de la mente que de los sentidos.

La expresión artística se transforma así en un mecanismo más en la dinámica cultural actual de intercambio internacional, convirtiéndose en el lenguaje común que mejor se ajusta a las cambiantes condiciones políticas actuales.

Sin la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desaparición del "Imperio Comunista", sería difícil imaginar el desarrollo del fenómeno de la globalización tal y como hoy lo conocemos.

Los proyectos que buscaban revolucionar el mundo sobre bases éticas, confiando en la conciencia humana, generaron totalitarismo, opresión, genocidio, crimen organizado, racismo, atraso. La búsqueda del bien colectivo entronizó regímenes que concentraron el poder en el autoritarismo individual.

Entre tanto, la globalización, lógica imparable de neoliberalismo económico, exportó al espacio ex comunista no sólo patrones económicos y socioculturales, sino modelos políticos e ideológicos de las democracias occidentales. De este modo, tanto económica como políticamente, los otros países comunistas comenzaron a funcionar bajo la lógica cultural del capitalismo.


Al igual que otros campos sociales el del arte está regido por una dinámica interna compleja en la que intervienen procesos económicos, estéticos, ideológicos, políticos y culturales.
Estas condiciones plantean de inmediato problemas éticos para los artistas y críticos de orientación política.

Carlos Garaicoa es uno de los artistas cubanos más originales de la generación nacida después de la revolución. Entre la gama de soporte que abarca su obra están el vídeo, la fotografía, el dibujo, la escultura, los que le permiten desarrollar temas como la arquitectura y el urbanismo, la historia, la política la literatura y la ciencia. Buena parte de la obra de Garaicoa trata de su Habana natal, una ciudad con una historia arquitectónica especialmente rica y con una fuerte tradición modernista.
La concepción de la historia como un elemento ficticio y la reconstrucción de ésta teniendo en cuenta sus implicaciones en relación al espacio urbano, su “geografía emocional”, han sido uno de los presupuestos sobre los que Carlos Garaicoa ha trabajado gran parte de su obra.
Aquellas obras elaboran un proyecto de futuro y utopia en una ciudad, La habana, poblada por la frustración y el deterioro urbano y humano.
Después de la revolución de 1959 la ciudad “celebrada por su magnificencia y belleza” se convirtió en una “ruina habitada”. Muchos de sus edificios de encontraban en varios grados de destrucción debido a la mala economía, una negligencia endémica y desgaste natural que resulta del clima tropical.

“Pocas veces el arte ha contado con el Vacío y el Lleno absolutos como en este caso. Espacio sin ningún significad e historia precisos, pero a su vez colmados de un objetivo concreto en sus inicios y de un inmenso deseo: existir, ser habitados. Fragmentos en proceso de construcción, cimientos de edificios abandonados en sus inicios, casas con ventanales prometiendo una agradable estancia, grandes moles de concreto alzándose sobre los paseantes como un monumento a presente glorioso. La mayoría de estos lugares, convertidos hoy en solares yermos, respiran la sensación del no-sitio”.
Estos espacios niegan su esencia y ocultan los objetivos reales para los que fueran pensados. Su realidad es la indeterminación, su nivel de sugerencia llega a trascender lo imaginado, bordea también la surrealidad.
Es aquí donde los proyectos arquitectónicos de Garaicoa cobran vida. Estos sitios inconclusos han sido investidos de una vez con una forma. “Existen”, y más que esto, pretenden demostrar el triunfo de lo imaginario sobre lo real, lo que de alguna manera muestra cómo la historia y la realidad misma, con el arbitrio de ciertas políticas, pueden ser superadas o simplemente puestas en evidencia ante el gesto libre del lenguaje artístico.

Garaicoa conoce muy bien su ciudad y la ha adoptado como punta de referencia para la mayor parte de su obra, utilizando su transformación progresiva como laboratorio de creación e inspiración, como testigo y una denuncia de un imaginario colectivo, como necesidad de un replanteamiento tanto social como el de una visión más crítica de la historia y de la sociología.

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