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La paradoja de los tiradores de carritos de Calcuta

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trabajo, internacional
Actualizado 04-06-2008 00:21 CET

Shiunarayan Sharma es un cincuentón de Calcuta que lleva treinta años tirando de un rickshaw. A su edad se enfrenta a un arduo problema, la Asamblea de Bengala Occidental aprobó la Calcutta Hackney Carriage Bill mediante la cual pretende retirar gradualmente este singular medio de transporte de las calles de la ciudad por considerarlo “inhumano”. La paradoja radica en que Shiunarayan sin su trabajo está condenado de antemano a la pobreza más recalcitrante.

Rickshaw de Calcuta

El gobierno regional prometió que el proceso tardaría entre cuatro o cinco meses, dado el dinero y la formación requerida para la reubicación laboral de los tiradores manuales de carritos. Pero los temores expresados por varias organizaciones de que no se ayude a encontrar formas de empleo alternativas, que les permitan subsistir a los hasta ahora calificados como "caballos humanos" y que viven en una situación de extrema pobreza, se han hecho realidad.

Shiunarayan desconoce el trabajo que el gobierno le ofrecerá como parte del paquete de rehabilitación, pero teme no ser capaz de desempeñarlo bien.

-A mi edad, es difícil comenzar de nuevo- dice.

Su jornada comienza a las cinco de la mañana, cuando se levanta y toma un baño antes de rezar a su dios Lord Hanuman. Tras un ligero desayuno consistente en harina y extracto natural de caña de azúcar, se lanza a recorrer las calles de Calcuta durante un día entero tirando de su rickshaw.

Shiunarayan es analfabeto y de familia pobre. Procede de un pequeño pueblo en Bihar, donde trabajaba muchas horas en algunos campos por 3 kilos de arroz al día. Tiene a cargo a sus padres, además de su propia familia. Cada día racionaban un poco la comida y guardaban un poco de arroz para venderlo. Con el dinero que conseguían compraban las verduras y otros artículos necesarios.

De haber seguido allí, sus hijos habrían estado condenados de antemano al mismo analfabetismo y pobreza que él. Así que decidió irse a Calcuta con 25 años,  dejando atrás a sus padres y a su esposa, y trabajar como rickshaw, lo que le ha permitido sacar a sus hijos adelante y que puedan acudir a la escuela. Hoy tiene 55 años y es padres de tres hijas y cuatro hijos.

Envía 2.500 rupias al mes a su familia, unos 60 dólares, que le han permitido salir adelante y afrontar la educación de sus hijos y ofrecer a dos de sus hijas la dote adecuada para que pudieran contraer matrimonio. Sus otros hijos están en la escuela todavía.

Ahora se encuentra ante el dilema de tener que regresar a casa y dedicarse a la agricultura, sin tierra propia y trabajando para otros a cambio de cobrar en especie. Se ve incapaz de aprender un nuevo oficio a su edad y su hija menor sólo tiene cinco años. La dote mínima para casarla en Bihar es de 2.000 rupias, imposibles de conseguir cobrando en especie los trabajos agrícolas.

Su situación no es única, existen otros 1.200 rickshaws en similares circunstancias. La decisión del gobierno de sacarlos de las calles los ha arrojado a la lucha y los disturbios, pero no tienen esperanza alguna de que el problema se solucione.

-Nuestras vidas están a merced del gobierno y de dios ahora- afirma resignado.

La decisión de sacar a los rickshaws de las calles de Calcuta se tomó en 2006, con la promesa del Gobierno de Bengala Occidental de que serían rehabilitados en otros puestos de trabajo alternativos. La promesa aún no se ha cumplido, ni se ha puesto fecha para que comience el proceso.

Según un estudio de la organización no gubernamental Action Aid India, al menos 18.000 personas trabajan tirando de estos carritos y cerca de 2.000 nuevos se añaden cada año, al no encontrar ningún trabajo menos duro que les permita sobrevivir.

Los trabajadores obtienen un salario mísero por transportar a tres, cuatro o más personas durante cortas distancias en las congestionadas calles de la ciudad.

La prohibición de este método de transporte ha sido demandada por multitud de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos durante los últimos años, sin que el Gobierno regional haya tomado hasta ahora ninguna medida al respecto.

Vía |Sweeble

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