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Valor de capitán

Archivado en:
deportes
Actualizado 15-06-2008 17:36 CET

De pequeño siempre me intrigaba la función del capitán del equipo de fútbol. En el colegio, en los partidillos del recreo o de después de clase, la elección de los capitanes era clara: el capitán era siempre el mejor jugador de la clase, quien además tenía la prerrogativa para elegir, por orden de preferencia, a los jugadores de su equipo. En el colegio los capitanes sólo podían ser de dos tipos: los que marcaban los goles o los que los paraban. No había más. En cambio al mirar los partidos por la tele uno veía a un jugador con un brazalete en el antebrazo que, al parecer, sólo tenía una labor que realizar: elegir cara o cruz al principio y, en caso de ganar, elegir entre sacar o escoger campo. Fin.

Torres amansando a las fieras (EFE)

Con los años uno empieza a comprender que en demasiadas ocasiones el fútbol es principalmente un estado de ánimo y es entonces donde la figura del capitán trasciende a un mero aporte casi administrativo para convertirse en un auténtico punto de referencia en el terreno de juego para sus compañeros. La norma no escrita dice que, salvo algunas excepciones, el capitán será casi siempre el jugador que lleva más tiempo en el equipo. En las selecciones nacionales es casi indiscutible la mayor parte de las veces: los más veteranos llevan el brazalete. Pero muchas veces eso no es suficiente, en demasiadas ocasiones el entrenador prescinde de alguien que puede ser una extensión de sí mismo dentro del campo, una figura que cumple una misión fundamental aunque intangible: la de faro. En caso de duda, de desánimo o de confusión, el equipo tiene adonde dirigir la mirada.

Da la sensación de que en el fútbol moderno el capitán ha sido sustituido por el jugador más relevante. La referencia que da la capitanía entra mucho más en el terreno de lo moral que en el futbolístico; Ibrahimovic puede ser el jugador decisivo de la selección sueca, el punto de referencia dentro del terreno de juego para sus compañeros a la hora de pasar el balón, el único capaz de desiquilibrar un partido a favor. Pero alrededor de él hay un perímetro de seguridad, un escudo protector que le convierte en una figura individual con una misión establecida; no organiza ni dirige, no controla el pulso de su equipo, sino que define. Por muy decisivo que sea, en la jerarquía del equipo no pasa de soldado raso con talento.

Algunos capitanes han sido emblemáticos para sus selecciones; en el pasado mundial Totti ejerció de capitán de la selección italiana contando además con un subcapitán en estado de gracia moral como fue Gattuso. No es extraño que ellos dos fueran la imagen elegida por tantos anunciantes en el país transalpino después del campeonato de fútbol, el elegante y atractivo capitán y su lugarteniente feroz de corazón enorme; resulta difícil olvidar el despliegue de mando, psicología y buen hacer en el campo de alguien con limitaciones técnicas evidentes como Gattuso, sus gritos de ánimo en los momentos más bajos, su entereza, su capacidad de enardecer a sus compañeros que sabían que en caso de temblor, Gattuso seguía firme allí para dar tranquilidad.

En la selección española la capitanía reside en un "buen chico" como Iker Casillas, siempre en su sitio, siempre correcto, siempre educado, pero quizás no el más apropiado para sostener a las malas a su equipo sobre los hombros. Es trabajo difícil para un guardamente llevar adelante esa labor, siempre tan ligada a los compañeros que desde el área poco se puede hacer; Kahn fue un ejemplo de capitán omnipresente desde su propia portería. Traté de fijarme en quién podría asumir en un futuro ese rol dentro de España y mis ojos se fijaron en Fernando Torres, sé que es difícil superar ese rostro infantil para ejercer de capitán pero algo vi que me hizo pensar que podría ser él: en el descanso ante Suecia el árbitro pitó el final del primer tiempo justo cuando Silva iba a lanzar un centro peligrosísimo en el área sueca. Seis jugadores se abalanzaron contra el árbitro que se agarró el bolsillo de las tarjetas. Torres apareció como un rayo y con un sólo gesto de la mano calmó a sus compañeros que se marcharon sin protestar más e hizo un gesto de tranquilidad al árbitro que bajó el brazo de inmediato. Indicio de hechuras de capitán.

Alberto Haj-Saleh (editor de Libro de Notas)

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