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Niños esclavos del fútbol. Primera parte

Actualizado 18-06-2008 12:31 CET

Pongamos como ejemplo Accra, la capital de Ghana, donde operan las academias ilegales del fútbol. Allí los niños y sus familias son engañados con promesas imposibles de triunfar en equipos europeos. Los padres hipotecan su vida soñando que sus hijos llegarán al Barcelona, al Chelsea o al Milán. Sin papeles y en patera, inician un viaje que, casi siempre, termina mal. Son los esclavos del siglo XXI.

Dinero y fama, señuelos perfectos para atraer más talentos a Europa.

Es la hora del desayuno en las chabolas de Jamestown, un suburbio de Accra, la capital de Ghana. De debajo de las lonas alquitranadas que cubren las chozas de chapa ondulada llega el estruendo metálico de las faenas diarias de primera hora de la mañana y la promesa de algún plátano y leche caliente.

Desafiando las órdenes de sus madres, los niños del suburbio están ya en la playa, jugando al fútbol; patean sin piedad el atadijo de trapos viejos y tiras elásticas que hace de pelota entre montones de ladrillos hechos pedazos, restos de amianto y vidrios rotos. A la luz desvaída del amanecer, sobre sus pechos flacuchos llevan los colores ajados y los escudos desteñidos de equipos de todos los rincones de Europa, del Schalke, del Ajax, del Barcelona, del Benfica...

Allí patea el balón Baba. Tiene 9 años y sueña con llegar a un club europeo. Es su alternativa para huir de la pobreza.

Detrás de los niños, un cartelón deteriorado de Michael Essien, mediocampista de la selección de Ghana y del Chelsea, monta guardia sobre la bahía, convertida en un vertedero maloliente. En la fotografía enseña un balón decorado con estrellas negras. Así, Essien, el símbolo nacional de su país, invita a sus seguidores a "sentirse orgullosos". A media tarde todavía hay jugando muchos pequeños que han hecho novillos o que han dejado los deberes para luego y que sueñan con llegar a ser el próximo futbolista millonario.

A medida que cae la tarde y el calor afloja, cada rincón de terreno que está sin ocupar, desde vías muertas de ferrocarril hasta canteras abandonadas, se llena de jóvenes futbolistas. Los que organizan esto son las llamadas Academias del Fútbol de Accra, todas ellas irregulares.

Hay familias que venden su casa y se trasladan a vivir a la ciudad con el fin de matricular a sus hijos en estas academias. Se calcula que sólo en esta ciudad hay unas 500 escuelas ilegales. Entrenadores locales e intermediarios europeos y árabes se disputan a los mejores jugadores y les hacen firmar precontratos, a edades tan tempranas como los 7 años. Son una forma de comprar a sus familias con la esperanza de sacar cientos de miles de euros cuando vendan a estos muchachos a equipos de Europa.

Este proceso de explotación ha hecho saltar la alarma en ONGs que trabajan en África como, por ejemplo, Save The Children y Cáritas. Tony Baffoe, ex capitán de la selección de Ghana, reconoce que "el tráfico de niños para jugar al fútbol es una realidad a la que todos debemos hacer frente". Según la Confederación de Fútbol de África, el organismo que rige este deporte en el continente, toda institución de enseñanza del fútbol debe estar registrada ante el gobierno o la federación futbolística correspondientes.

La realidad en Ghana y en la vecina Costa de Marfil es que, cuanto mayor es el éxito de los jugadores del África occidental en Europa, más y más academias surgen sin ningún tipo de garantías.

Descalzo, con el peto de entrenamiento agitándose al viento y las costillas dibujándose en su pecho, Mafiua Asare corre con la pelota. El campo no está delimitado. Las porterías lucen una cubierta de herrumbre. El nivel de habilidad técnica que exhiben estos críos, de entre 10 y 11 años de edad, es excepcional. Su avance hacia la portería contraria queda cortado en seco por una ráfaga de viento que levanta un polvillo rojo. Cuando se detiene para frotarse los ojos y recuperar la respiración, el niño es arrojado al suelo por una dura entrada de su entrenador, Isaac Aloti, de 23 años. "Tienes que aprender a no pararte nunca por nada, enano", le regaña a su alumno, que se ha quedado en el suelo con un moratón.

Aloti, que asegura ser un experto en fútbol y ex jugador profesional, aunque es incapaz de mencionar el nombre de un solo equipo en el que haya militado, me presenta a dos de sus jugadores estrella, Daniel Vijo e Imano Buso, ambos de 12 años. "Éstos son mis chicos", afirma. "Tengo sus contratos, con las firmas de sus padres. En cuanto estén preparados, irán a hacer unas pruebas en Europa.

Ya hemos tenido noticias de que un ojeador del Paris Saint-Germain tiene interés en ellos. Los ojeadores vienen por aquí y se patean a fondo la ciudad en busca de chicos con un chispazo de genialidad, de ese toque de magia... Estos dos chicos tienen eso».

Lo que no dice es que su escuela, la Jay Gyemie Academe, ha firmado con Daniel un contrato que garantiza a Aloti un 50% de la ficha de su primer contrato como profesional.

Continuará

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