Sobre turrones, copas y alcoholímetros…

BARCELONA.-  ¿Te han parado alguna vez y te han hecho soplar? Si no has «pillado» nunca, debes saber que estas Navidades tienes muchas posibilidades, pues Tráfico tiene previsto hacer 200.000 controles de alcoholemia.

Me cuentan, aunque bien pudiera ser una leyenda negra, que los dueños de una discoteca de Huesca pusieron un alcoholímetro en la puerta para que sus clientes comprobaran el nivel de su castaña y para que así desestimaran volver a casa conduciendo. El experimento no sólo no funcionó, sino que tuvo un resultado sorprendente: la peña se congregaba alrededor del alcoholímetro, y en una especie de botellón competía para ver quién lograba los valores más altos. De pena.Ver vídeo

Para tu información. Con la reforma del nuevo Código Penal, si el control da más de un 1,2 g/l puedes acabar con tus huesos en la cárcel. ¿Te has quedado igual? Para llegar a ese nivel, un varón de 65 kg tiene suficiente con tres cervezas, y si pesas sobre los 80 kg, unas cuatro. Ojo, mírate el listado de la Dirección General de Tráfico, pero piensa que es sólo para que te hagas una idea.

Por cierto: no es machismo, pero las chicas metabolizan peor el alcohol, y siempre una cerveza menos. Atención: estos datos son sólo para que te hagas una idea; la medida que vale es la que finalmente marque el alcoholímetro. Otra apreciación: 1,2 g/l es el nivel de cárcel, pero con sólo llegar a un 0,25 mg/l (0,15 mg/l los noveles) ya te multan y te quitan puntos. Pasamos de darte la equivalencia, pues es prácticamente cero. Vamos, que con una cervecita un poco «larga» puedes estar dando positivo.

No quiero darte consejos, ni muchísimo menos meterte miedo. Entre otras cosas, porque hablar de multas, puntos o cárcel, cuando lo que está en juego es tu integridad física, parece una falta de respeto a la más elemental inteligencia.

Para convencerte, no para asustarte, te adjuntamos un reportaje de la revista Solo Moto. Los muy chalados cogieron a uno de sus probadores y piloto de competición, Albert Escoda, y lo subieron borracho a una moto. No, no es ninguna locura. Lo hicieron en una pista de pruebas, con todas las medidas de seguridad, y con la policía delante para ir midiendo cómo le afectaban las diferentes dosis de alcohol. Pese a la ocurrencia de la prueba, el rigor fue absoluto, y tiene la validez de que no hay ninguna moralina detrás de ella. Un piloto comprueba los efectos del alcohol. Punto. Resultaba muy gracioso hablar con Albert Escoda, el piloto probador, pues con el «chispeo» no acababa de creerse lo que le estaba ocurriendo: «Es la primera vez que me pagan por beber e ir en moto. Y, además, la Policía es la mar de enrollada conmigo».

Por favor, no se te ocurra imitarlo. Nunca.

Di lo que quieras, pero hazle caso a Steve. Aunque esté pasado de moda es de la forma que mejor suena. Steve