La empanadilla de Móstoles

Vale, no ha salido con la peineta. Pero esa niña del final, esa niña que tiene en la cabeza… No hay color, señores. El candidato friki es Mariano Rajoy. Zapatero se ha esforzado, y la sonrisa del final (buenas noches… pling… y buena suerte), tan de instantánea, un segundo Netol y basta, ha tenido su mérito. Frente a otro adversario, quizá habría bastado. Pero cuando Rajoy se junta con la niña en la que piensa todo el rato, alcanza un tremendo nivel de frikismo onírico.

(EFE)

Rajoy ha ganado el premio al frikismo según Anatoli.

A mí ha vuelto a mosquearme con la inmigración. Por no decir las cosas claras, mayormente. Rajoy ha usado una vaguedad sibilina, supongo que para excitar a los xenófobos sin parecer que él lo es: los emigrantes tienen derechos, pero esos derechos pueden perjudicar algunos derechos de los españoles…

Oiga, si son derechos, son derechos para todos. Si faltan plazas escolares, o comedores, faltan para todos. Y tocará criticar al gobierno por no crear plazas, comidas y becas suficientes. La culpa no es de la gente que trabaja y paga sus impuestos, sea de Portugalete o de Pernambuco. Por supuesto, me ha gustado que ZP recordara que con las contribuciones de los inmigrantes se pagan un montón de pensiones españolas.

Otro pasaje que me ha divertido, por gracioso, ha sido el de la "primera pregunta", aquel en el que los dos tenían el mismo papel delante y leían cosas totalmente diferentes. Que si la pregunta iba de economía, que no, que sí, que no, que era sobre los ministros, que hablaba del IVA… Parecía que lo dejaban, y otra vez el raca-raca. Si tienen a mano la transcripción del debate (en internet hay de todo), cambien «pregunta» por «empanadilla» y «economía» por «Móstoles», y revivirán un célebre número de Martes y Trece. Lo han clavado.

Y se han dado estopa de la buena. Ahí también gana Rajoy, que ha llamado al otro vago, ignorante, pasota y no sé cuántas cosas más. Lo de mentiroso lo dejo aparte y en empate, por sobreabundancia. Estos dos, cuando se levantan de la mesa del debate, ¿qué hacen? ¿Se dan la mano y se cuentan un chiste? ¿Se pegan patadas? ¿Se retiran el saludo? Los políticos, ya se sabe, tienen la piel dura. A mí, la verdad, si un colega de andamio me llama todas las cosas bonitas que se llaman esos dos, pues le abro allí mismo una crisis institucional. No sé si me explico.