Todo lo que cuelga

Si eres hombre y has veraneado en alguna ocasión en uno de esos lugares que gustan a los británicos las habrás visto por la noche, cocidas como adolescentes de extrarradio, pintadas hasta el tobillo, sudorosas, estridentes, blanquecinas y con los collares por montera.

Pasen y vean el muestario de embutidos británicos. (AFP)

Si has tenido mala suerte te habrá tocado salir por piernas para evitar uno de sus ataques y has descubierto un nuevo tipo de mujer que no es ajeno a todos los tópicos sino un perfecto muestrario de todos ellos, el de las hijas de la Gran Albión: las rollizas inglesas. En nuestras costas impresionan más porque se han quemado en la arena más próxima y el pestazo a crema recalentada apenas deja respirar a quienes las rodean. En su país, en cambio, sin andar tan sueltas de bajos por el alcohol, muestran sus habilidades estéticas en lugares tan apropiados como los hipódromos, sitios en los que se relaja la estricta moral de la isla y a los que podemos acudir bajo nuestro riesgo a ver lo mejor de la fauna y flora locales.

La fotografía que acompaña estas líneas, tomada durante la celebración del Grand National, es un afinado resumen de las tipologías femeninas que se crían en aquellos húmedos parajes, desde la raza Camilla Parker-Bowles que entra por la izquierda de la foto hasta el rollito Posh Spice de la morena anoréxica de la derecha, la única exenta de generosas glándulas mamarias de las que colgar algo y a las que estrujar, hasta que adquieren un desagradable tono violáceo. Si eres hombre o mujer, seas lo que seas, no podrás sentir repulsión por este indescriptible estilo de enfundar los excesos de carne, las barritas de chocolate y las patatas cocidas. Aunque son fáciles de reconocer, has de aprender a huir de ellas, a evitar el contacto físico y el visual y, en especial, cualquier intento de cambiar sus vidas. Ellas siempre aparecerán con una botella de vinorro barato bajo el brazo.