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Pero... ¿quién mató a la vaca?

Por nmas1
Actualizado 07-07-2008 13:31 CET

La construcción en España ha experimentado un crecimiento exorbitante los últimos 10 años. Prácticamente desde el 96-97. Incluso antes con los fastos del 92 puso ladrillos todo el mundo en mayor o menor medida. En resumen ha habido trabajo. Mucho. Pero al parecer, muchos compañeros se preguntan lo que el famoso libro de autoayuda empresarial “¿Pero quien se ha comido mi queso?”. Hace tiempo que se habla de arquitectos explotados, de explotación de arquitectos por arquitectos.

¿Por qué estos problemas?

En España hay aproximadamente unos 40.000 arquitectos. Unos 12.000 están en Madrid. Unos 9.000 en Cataluña, 2.000 en Sevilla. Así, a bote pronto, lo primero que llama la atención es que más de la mitad se ubiquen en un territorio bastante reducido que ni siquiera el más productivo. Málaga es el Colegio que más metros cuadrados visa de España.

Por otra parte, comparándonos con técnicos de igual cualificación como los ingenieros (ICCP), los datos son, cuando menos, curiosos. El paro en caminos es de un 0,07%, es decir, pleno empleo. Hay los mismos ingenieros o más que arquitectos, y se reparten un pastel más pequeño en teoría: la obra publica. De hecho ese 0,07 es atribuible a ingenieros que están cambiando de trabajo (se supone que a uno mejor).

El sueldo medio de un arquitecto con 5 años de experiencia frisa los 1.500 € al mes. Sin contrato, como autónomo, haciendo declaraciones trimestrales y pagándose él mismo su seguro civil, su colegiación y su seguridad social. El sueldo medio de un ICCP con 5 años de experiencia esta cercano a los 40.000 – 35.000 euros brutos al año. Con seguridad social. Con un contrato en regla. Con paro. Con todas las ventajas de un mercado laboral normal.

Y claro, aquí es donde uno se pregunta no ya quién se esta comiendo su queso, sino mas bien, quien le ha pegado un tiro a la vaca, después ha crucificado al ganadero, ha quemado la quesería y ahora esta haciéndose un villagodio de lomo de ternera a la piedra.

Resulta desalentadora la incapacidad de los arquitectos para valorar su profesión. Al menos la totalidad de lo que su profesión comprende o podría comprender. Cuando un alumno de arquitectura pregunta sobre lo caro que podría resultar determinada solución constructiva o sobre las dificultades de ejecución de una obra, para los propios profesores está haciendo preguntas “de ingeniero”. No hay que perder la perspectiva: un alumno de último curso, a punto de salir al mundo a enfrentarse a la vida laboral, pregunta si no se le estará yendo la mano con lo que cuesta un proyecto, y la respuesta de su mentor es que eso es “de ingeniero”. Los 40.000 al año también son de ingeniero, así que estamos a la par.

Las Escuelas de Arquitectura españolas forman para ser estrellas del rock & roll. Más modernos que ninguno. “Quien no aspire a salir en EL CROQUIS no debería estar aquí”. Así tenemos profesores de proyectos que no han ejecutado un proyecto en su vida. Que no han peleado una obra ni piensan hacerlo, pero que han salido en alguna revista hace muchos años. Esto no es una critica hacia su actitud o su forma de trabajar o encarar la profesión, pero uno no puede evitar recordar aquello de “Saber, saber enseñar, querer enseñar”. Saber es la primera, ¿no?.

En esta profesión tenemos una incapacidad más que demostrada para cobrar justamente por aquello que hacemos. Básicamente porque nosotros mismos nos hemos dedicado a quitarle valor en plan panzerdivision. En una obra de ingeniería media, hay redactores de proyecto, direcciones de obra que van una y dos veces por semana al tajo, control de la ejecución, planes de calidad en obra, vigilantes de obra, topógrafos de la dirección de obra… En una obra de arquitectura media hay un jubilado que grita: “Esa mezcla es una mierda chaval”. Y como mucho un arquitecto, que no va, y un aparejador, que va poco. Se cobra mas en la obra civil, evidentemente, pero es que también se hace mejor, y hay menos. Con qué valor se le dice a un promotor que le va a cobrar la dirección de obra si el vecino del estudio de arriba le hace una rebaja del 50% por no ir.

Lo malo de esta situación del todo vale es que, cuando uno ha comprobado que efectivamente todo vale, no quedan muchas ganas de incrementar sus gastos. Esto es: para qué invertir en control de obra, en formar trabajadores, o, ya puestos, en pagarles si total, me sigue entrando trabajo. Hagan ustedes la cuenta, reducción de gastos = beneficios. Hay estudios que han gestionado un volumen de a millón de euros de beneficios el año estos días de vino y rosas pasados, y que se componen de un arquitecto y un delineante.

A todo esto, compañeros madrileños, barceloneses y de todas las ciudades de la geografía donde hay una escuela de arquitectura, sean conscientes de que uno puede tener en su ejército un espadachín de renombre mundial. Un artista del florete. O puede tener mil trogloditas con un palo. Dicho de otro modo: para qué pagar a un arquitecto con cierta experiencia si por mucho menos se pueden tener diez estudiantes a pulmón y por poco dinero. Incluso si el estudio es famosillo, o si eres profesor de la escuela, el corolario “por poco dinero” se convierte en “a coste cero”. Misterios de la mitomanía.

Con estos mimbres: ¿de verdad esperan ustedes cobrar más?. Desengáñense. Esto no tiene pinta de cambiar. De hecho, va a peor. En cualquier caso, permitan un consejo. Siendo todo lo anterior puntos en su contra, son aspectos estructurales de esta profesión de difícil solución si no somos nosotros mismos quienes dejamos de dormirnos en los laureles. No obstante, su peor enemigo, son ustedes mismos.

Hay voces que piden que se regule la figura del “arquitecto colaborador”. ¿Qué es un arquitecto colaborador? ¿Van ustedes a pagar parte del seguro civil de una obra? ¿Parte del visado? ¿Es un asociado como en el sistema americano que cobra por porcentaje de beneficios? ¿Saben cuantas ofertas de trabajo hay para mayores de 35 años?. Existen los autónomos y los trabajadores por cuenta ajena. Los colaboradores firman. Y al hacerlo asumen los derechos y los deberes. ¿O se refieren ustedes a la posibilidad de salir en una revista como “colaborador”?. Queda muy bonito pero la obra no será suya, y con la revista no pagaran el alquiler. Es una zanahoria envenenada con un palo grande como el as de bastos detrás. Es una figura hueca. Un Title boost en ingles, el nombre queda muy bien. Y nada más.

Niéguense. Niéguense en redondo. Valoren su trabajo y digan que no. Otras profesiones lo hacen y les va bastante mejor que a nosotros. Denuncien. Ese es su otro error, esperar que los colegios de arquitectos regulen nada. No habría que recordarles de donde sacan su presupuesto los Colegios, y no es precisamente de los visados que pagan los colaboradores sino de los que pagan aquellos que les explotan. Existen estudios que presumen de renovarse por completo cada dos años, manteniendo únicamente a los imprescindibles para la transición. Entre ellos suele haber, un aparejador. Si la próxima renovación se quedaran solos y no fuera nadie, quizá se lo pensarían dos veces antes de seguir manteniendo este sistema vergonzoso.

Aún así. Piensen: ¿por qué los Ingenieros están como están y nosotros estamos viéndolas venir? ¿Qué diferencia su queso del nuestro? Quizá que ellos defienden el suyo con uñas y dientes. Que le han puesto denominación de origen y lo venden en tiendas gourmet. Porque saben que lo vale. Mientras, nosotros, estamos paseando la caja de quesitos en porciones, llenos eso si, de dignidad y orgullo.

Esta entrada se publica simultáneamente en www.nmas1.net

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