Master Series de Toronto: una final poco agraciada, pero suculenta

Nadal redujo considerablemente la distancia que le lleva Federer este domingo. La derrota del suizo en segunda ronda –estaba exento de la primera- y el triunfo del candidato ha situado la diferencia en 300 puntos. Si Federer no se sacude la mala racha que le atenaza, el liderazgo más dilatado que jamás se haya producido en el tenis habrá llegado a su fin.

Otro más a la vitrina

No es que Nadal hiciera una final para recordar. Fue una final horrorosa, como horrorosa fue la semifinal entre Simon y Kiefer. Un partido de los que si nunca has visto tenis casi prefieres que, en lo sucesivo, te sometan al potro. La final no fue tan aburrida, pero ahí le anduvo.

Una final en la que el único juego que tuvo un poco de emoción fue el quinto del segundo set, en el que Kiefer tuvo hasta tres bolas de ruptura, sin convertir ninguna. Un partido de errores y de pocos puntos ganadores –algunos restos muy notables de Kiefer-, un partido, en resumen, que Nadal tenía que ganar, pero con el menor desgaste posible.

Fue un partido de trámite, pero que sirvió para añadir un trofeo de cristal más a la larga lista en poder del mallorquín y, sobre todo, para constatar que ser número 1 no es una utopía, como podía parecer hace tan sólo un año.

Mucho más interesante resultó la semifinal contra Andy Murray que se está convirtiendo en un verdadero fenómeno. Andy tiene además un carácter explosivo, de los que dan juego al espectáculo: lamentos, saltos, gritos, discusiones ... Es una especie, en moderado, de McEnroe pelirrojo.

Murray regaló a la audiencia algunos puntos de mucho mérito, desempolvó golpes que se olvidaron tras la retirada de fenómenos del saque/bolea como Sampras y Rafter y se exhibió con emocionantes subidas a la red y boleas altas de revés pero que muy meritorias.