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Gran Putada

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television
Por bosco
Actualizado 21-08-2008 15:09 CET

Telecinco está reponiendo el primer 'Gran Hermano'. Este miércoles hemos podido ver el abandono "voluntario" de Mónica Ruiz. Un momento televisivo de dudosa ética que pulverizó el audímetro.

Ruiz entró a la casa con 24 años.

Este miércoles por la tarde Telecinco 2 ha vuelto a emitir el momento más terrorífico de la historia de Gran Hermano: el abandono "voluntario" de la concursante mallorquina Mónica Ruiz. Deplorable momento que visto hoy, alejados del interés mediático que en aquella época se gestó, pone lo pelos de punta.Hace 8 años que Mónica entró a la casa de la primera edición de Gran Hermano, sustituyendo a Silvia (concursante que abandonó el encierro para vivir su historia de amor con Israel). Ruiz salió 14 días después del encierro al comunicársele que una publicación (Interviú) había indagado en su pasado y le había descubierto su trabajo como prostituta de lujo.

Ver la escena ocho años después le llena a uno de frustración y de impotencia por algo que se podía haber evitado, pero la maquinaria Gran Hermano no estaba por la labor de perder ojo al sufrimiento de sus conejillos de indias. La curiosidad de la audiencia justifica todas las bajezas humanas. Y la que hoy nos ocupa fue de las más desmesuradas.

Como la propia concursante indica en el vídeo antes de derrumbarse en el confesionario: "Yo pensé que este iba a ser el sueño de mi vida y se ha convertido en una pesadilla". Así, su pesadilla, vigilada, dirigida y capitaneada por la agerrida Mercedes Milá, llenó de gloria las cifras del audímetro en uno de los programas más deplorables que ha dado la televisión ( 9.854.000 espectadores pendientes de la gala en la que se le sometió al tercer grado). Y ahora, que el programa ya prepara la 10º edición, lo etiquetan de "concurso con sorpresas".

Milá convertida entonces en intrépida reportera le preguntó a la concursante a su salida de la casa: "El público sabe de tu pasado pero los concursantes no. ¿Por qué no les ha querido decir en qué trabajabas?". Comenzaba así el fenómeno reality, que siempre se ha alimentado a costa de destruir la vida de individuos que experimentan con sus sentimientos.

Semanas antes de lo de Mónica, G.H 1 ya había puesto al descubierto el pasado de María José Galera como prostituta en bares de alterne. Dos putas en aquel primer Gran Hermano eran demasiado para una productora (Zeppeling) que, abrumada por los datos de audiencia, trataba de maquillarlo como "experimento sociológico".

“¿Por qué no investigan también a los concursantes del 50x15”, recuero que dijo María José Galera en una de las galas. Se olvidaba a la del "Dime la verdad" que los medios de comunicación del momento no destartalaban el citado concurso y sí Gran Hermano. Aunque las productoras de estos holocaustos televisivos siempre han echado balones fuera, el hecho de que los participantes del programa decidan prestar su intimidad por una determinada cantidad económica no justifica en ningún caso que se permita su acoso mediático. La putada que le hicieron a la Galera, pero sobre todo a Mónica Ruiz, a quien la productora le obligó a decidir entre o quedarse o irse, metiéndole en una encerrona psicológica en su propio encierro, no tiene perdón.

Años más tarde, Ruiz ganó el juicio contra la revista Interviú, quien la tuvo que indemnizar con unos cuantos kilos (ver despiece de la sentencia al final del texto). Pero: ¿Mereció la pena someterse a ese escarnio público?, ¿también su familia, la más perjudicada, había firmado el contrato para participar en el reality?

Estudio de actores, La casa de tu vida, Operación Triunfo... han albergado vidas que después, de un modo u otro, han destrozado. Concursantes engañados y moldeados en función de las necesidades de la cadena, ilusiones frustradas en el caso de los aspirantes a artistas y continúas putadas para los hermanos de turno.

Se decía entonces que los daños colaterales eran la consecuencia del precio de la fama. Visto hoy, aquella fama y sus consecuencias resultan despreciables.

EL JUICIO QUE GANÓ MÓNICA

La sección cuarta de la Audiencia Provincial de Palma ha triplicado de 30.050 a 90.151 euros (5 a 15 millones de pesetas) la indemnización que la revista Interviú tendrá que pagar a la ex concursante mallorquina de la primera edición de Gran Hermano Mónica Ruiz Barea, cuyo trabajo esporádico en un club de alterne de Alicante fue desvelado por la publicación.

El tribunal ha confirmado la condena dictada por la jueza de primera instancia número 5 de Palma contra la revista por una intromisión en el derecho a la intimidad, pero ha decidido triplicar la compensación que recibirá la joven mallorquina.

Los hechos ocurrieron el 5 de junio del 2000 cuando la publicación sacó un reportaje relativo al trabajo de Mónica en un club de alterne de Alicante. La información salió a la luz coincidiendo con la estancia de la joven en la casa de Gran Hermano. Ruiz, representada por Juan Matas, tuvo que abandonar el concurso y sufrió un cuadro de ansiedad y depresión a consecuencia del impacto que le causó la revelación de su pasado.

La revista apeló la primera sentencia y ante la sala cuarta de la Audiencia expuso varios argumentos tendentes a demostrar que no había vulnerado el derecho a la intimidad de Mónica.

Según la publicación, el contexto de Gran Hermano, donde los participantes renunciaban a su intimidad, amparaba su reportaje; Mónica era un personaje público y había un interés informativo respecto a su vida; y debía prevalecer el derecho a la información sobre el derecho a la intimidad.

El tribunal rechaza todos esos argumentos y afirma en dos ocasiones que Mónica Ruiz no vendió su intimidad “más allá del ámbito propio de lo que constituía el concurso”. 

La sentencia destaca que la joven mallorquina había tratado de ocultar a sus familiares y amigos su pasado en el club de Alicante, ya que formaba parte de su intimidad. La concursante tampoco informó de esta circunstancia a la productora de Gran Hermano.

Los magistrados entienden que el reportaje sobre el local de alterne “carecía de interés informativo para la opinión pública, pues ninguna relevancia tienen las actividades a las que la concursante se haya podido dedicar antes o después de su intervención en el programa”.

La sección cuarta destaca que una cosa es el derecho a la información, que se ejerce cuando se difunden datos que tienen relevancia pública y sirven al interés general, y otra diferente es “un inexistente derecho a satisfacer la curiosidad ajena”, que no tiene amparo constitucional.

La sentencia afirma que, aunque se reconozca que Mónica Ruiz era un personaje público, dada la enorme trascendencia que tuvo la primera edición de Gran Hermano, la concursante sólo accedió a divulgar su vida en la casa durante su permanencia en la misma y conservó su derecho a resguardar el ámbito reservado de su intimidad, que fue vulnerado por la publicación del reportaje...

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