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Obama y su promesa americana

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politica, internacional
Por josemi
Actualizado 29-08-2008 06:48 CET

Con Barack Obama ha nacido un líder que hará olvidar los últimos ocho años del limitadísimo Bush hijo. Su oratoria brillante, su peculiar trayectoria vital, el enorme entusiasmo que ha generado dentro y fuera de las fronteras de los Estados Unidos,.. no nos permiten permanecer indiferentes. Ni siquiera a las cuatro y pico de la madrugada.

Obama, ¿una nueva esperanza?

Hace casi nueve meses, aprovechando mi insomnio, escribí una pieza acerca de la retransmisión televisiva de la pelea electoral entre los dos candidatos demócratas, Hillary Clinton y Barack Obama. Por aquel entonces, la carrera entre ambos estaba muy reñida y el candidato de origen keniata perdía ese día en el estado de New Hampshire. Hoy, nueve meses después, al continuar mi insomnio en niveles parecidos, he seguido el discurso de aceptación del ya candidato oficial en la Convención Demócrata en Denver y me he decidido a poner por escrito algunas impresiones.

¿Cómo empezar una crónica sobre un acto así? ¿Diciendo que Michelle Obama repartía sonrisas y besos por doquier, en un mar de banderitas estadounidenses, antes de que su marido saliera al escenario? ¿Relatando las ganas de bailar y cantar de las setenta y cinco mil personas del público al compás de la pieza funk “Ain’t No Stopping this Now” en pleno ambiente de fiesta? ¿O acaso debiera empezar por la encendida presentación que de Barack Obama hizo el senador de Illinois –estado originario del candidato- Dick Turbin agradeciendo a los voluntarios su esfuerzo “comiendo pizza fría y durmiendo en el suelo” para llevar a Barack a la Casa Blanca? Creo que comenzaré contándoles una obviedad: el magnetismo personal que transmite Obama parece responder a una fuerza interior poco común, casi telúrica. ¿Será ésa la causa del insomnio?

Con un impecable aspecto sobre el escenario, el candidato comenzó agradeciendo a los candidatos que han quedado en el camino, su esfuerzo y dedicación, especialmente a Hillary Clinton -a quien el realizador no enfocó en ningún momento- pero también tuvo palabras para Ted Kennedy, que encarna “ el espíritu de servicio”, Joe Biden, su mujer, sus hijas,… Sin embargo, si alguien creía que la oratoria de Obama iba a estar destinada a la autocomplacencia en una noche en la que todo eran parabienes hacia su persona, se equivocaba profundamente. En seguida volvimos a disfrutar con el verbo afilado del candidato demócrata, detallando con trazo firme las divergencias en materia económica con los últimos ocho años de Administración Bush y, por extensión, con las propuestas de McCain. Tuvo, no obstante, palabras de agradecimiento y admiración hacia el candidato republicano por su historial como soldado, pero, a la vez, Obama desglosaba las líneas maestras por las que discurrirá su mandato en caso de ser elegido, marcando profundas distancias con el rival. Estas líneas maestras son las que Obama llamó “la promesa americana” -así, en singular- una expresión de ecos kennedyanos, y consisten en, además de una economía al servicio de la clase media y la renacionalización de la industria, una educación de calidad y una sanidad universal, terrenos siempre conflictivos en los Estados Unidos.

Se mueve Barack Obama en el ámbito de un capitalismo responsable, de rostro humano, criticando fuertemente al ultraliberalismo neoconservador de los republicanos, pero además mantiene un fuerte compromiso con lo que llamó la "fuerza intelectual y moral". Sin embargo, no se equivoquen. No es ya aquel candidato que parecía incapaz de escapar a la retórica de las grandes palabras, por lo que tanto se le criticó meses atrás. Una tras otra, fue detallando propuestas concretas acerca de cómo llevar a cabo el cambio que promulga: apoyo al pequeño comercio, al tejido empresarial americano que crea buenos puestos de trabajo en el país, terminar con la dependencia del petróleo del Oriente Medio en un plazo de diez años, fabricar coches “sostenibles” en los Estados Unidos, mejores salarios para los profesores, una sanidad al alcance de todos, igualdad de salarios, posibilidad de coger bajas laborales por enfermedad o permisos de paternidad, y –cómo no- la propuesta estrella, bajar los impuestos,… ¿Cómo hacer todo esto? Según Obama, recortando del presupuesto federal tanto programa ineficiente y obsoleta burocracia. Entre el delirio de la gente, al ritmo del ya clásico "Yes, we can",  hábilmente, supo situar el fin de la guerra en Irak como una prioridad, sin por ello dejar lugar a ninguna duda sobre su patriotismo. Después de todo, "éste es el país de Roosevelt y Kennedy, no me digan que no voy a saber defender mi país". Orilló además de manera sutil temas conflictivos como el aborto, los matrimonios entre personas de mismo sexo y la posesión de armas. Todo se le permitía en aquella noche: “El cambio no viene de Washington, sino que va a Washington”, dijo, evocando la figura de Martin Luther King y la emoción acumulada se desbordó finalmente en el estadio de los Broncos de Denver. No es posible escuchar un discurso de Obama, con su constante referencia a los valores e ideales, sin que los sentimientos afloren. Eran muchos los rostros a los que asomaban las lágrimas. Nadie estaba demasiado por la labor de evitarlo. Hasta un insomne a miles de kilómetros pudo notarlo.

Cuando hubo acabado su intervención, con la misma intensidad con la que comenzó, subió su familia entera al escenario, en mitad de fuegos artificiales y confetis. Se sumaron Joe Biden y su esposa. Es fundamental no dejar lugar a dudas sobre su apoyo al núcleo familiar tradicional. A punto estaba de cerrar la página oficial de la convención, desde la que seguía la retransmisión en directo, cuando se anunció una bendición de cierre del acto. Un pastor de alguna confesión indeterminada dirigió una plegaria conjunta de carácter ecuménico tras la cual Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, dio por clausurada la convención. Tampoco puede haber dudas sobre la fe de esta nación. De fondo, sonaban los acordes de “Born in the U.S.A.”, de Bruce Springsteen, una canción que ya usara Ronald Reagan en los primeros ochenta para anunciar el triunfo del neoliberalismo recién estrenado. Esperemos que esta vez los ciudadanos del resto del mundo no tengamos tantas razones para temer y recelar de los Estados Unidos.

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