Federer y su temor al número 13

"Sería terrible quedarme en los trece Grand Slam, es un número que me preocupa". Con esa frase se despidió Roger Federer de Flushing Meadows tras ganar a Murray, verdugo de Nadal, el Abierto de EE.UU. en tres sets (6-2, 7-5, 6-2). Cogió la copa, saludó a la grada y se fue con la misma elegancia de un universitario en su fiesta de graduación.

No se limpió el sudor, porque no tenía. Estaba preocupado por haber alcanzado el 13º Grand Slam. El número de la mala suerte para los supersticiosos como él; el número que le sitúa a uno de Pete Sampras, dos por delante de Bjorn Borg y a cinco de Agassi, Connors e Ivan Lendl. Es como para estar preocupado, la verdad.

Las necesidades aprietan y Roger, el tenista biónico, tenía muchas ganas de conquistar este trofeo y recuperar su mejor nivel en la pista rápida del Arthur Ashe. Su juego coral e impoluto supuso el quinto Abierto de Estados Unidos consecutivo. Es el primer tenista en lograr esta gesta en los últimos 84 años. En aquella ocasión lo hizo Bill Tilden, hexacampeón entre 1920 y 1925. También consiguieron cinco Open USA Sampras y Connors, pero ninguno de forma consecutiva.

Es normal que tenga miedo el chico de Basilea, que se deshizo sin problemas de Andy Murray, un tenista que ganó en Cincinnati y se sitúa en la flor y nata del tenis mundial junto a Nadal, Federer y Djokovic. El escocés, dotado de una mano privilegiada, carácter e inteligencia, no es que se diera a la molicie en el choque, sino que enfrente tuvo a un jugador extraterrestre. El mejor tenista de la historia.

Vuelve Federer, que ganó otro grande justo un año después. Ahora Rafa es el número uno, pero el mundo de las raquetas sonríe con el retorno de un robot impasible. Juega con la precisión de un relojero suizo, pero le aterroriza el número 13. ¡Bendito terror!