¿Todos tenemos un pasado?

Hombre, si veo fotos mías con ropas raras (tampoco soy tan mayor) o con unos kilos de menos (sigo delgado), pienso que sí tengo un pasado peculiar. No voy más allá, no tengo historias ocultas que sean siniestras. Lo de Miguel Ángel Revilla es para nota.

El presidente de Cantabria, más que presidente, es un hombre que peca de mediático, de hombre anuncio. Lo he visto en todas las ocasiones en que era necesario en Cantabria, lo cual, para el ciudadano de a pie, es de agradecer.

Aunque no sirva de nada, que tu presidente se pasee por tu pueblo cuando, por ejemplo, unas inundaciones lo han asolado (ejemplo real), es más que un gesto. Sin embargo, que deambule por todos los platós de televisión imaginables y que, incluso, sea colaborador de Andreu Buenafuente ya significa pasarse de la raya.

La presencia de Revilla en programas de televisión roza lo agobiante y semeja que, si no trae unos sobaos en una bolsa, fuese mal recibido. Se le espera con impaciencia porque raya lo obsceno haciendo publicidad de las bondades gastronómicas de su fértil tierra.

Ahora le ha tocado sufrir el chaparrón por su confesión en torno a su estreno en las lides del sexo. Bueno, más que sufrir, debe aguantar. Son gajes del oficio, es lo que toca aguantar por el cargo que tienes y si te arriesgas a abordar asuntos espinosos de tu vida íntima.

Que Miguel Ángel Revilla perdiese la virginidad con una prostituta me suscita un debate interno. Tampoco me quita el sueño, pero sí me genera dudas. A mi no me interesa lo más mínimo semejante parcela privada de tal dirigente político. Eso sí, no llego a tirarme de los pelos porque hiciese tal cosa. Es su responsabilidad.

No soy un puritano, pero tampoco respaldo a quienes encubren el asunto con un sobadísimo "es que en aquella época la prostitución no estaba considerada como ahora". Ya, venga, cuéntame otra. La prostitución cuenta con unas reglas, ejem, que no han cambiado. Se sigue pagando por sexo, eso es lo básico.

Repito, su responsabilidad, pero que no me lo encubran. Que haga lo que quiera, pero tampoco que lo quieran apalear. Es reprochable, quizás lo piense, pero de ahí a criticarlo porque "apoya la prostitución" hay un trecho.

Más cosas que me perturban: un escolta de la Infanta Elena impide, a medias, el trabajo televisivo (¿?) de preguntarle a Su Alteza cuánto dinero gana por su nuevo trabajo. Si está en la calle, se expone a preguntas, también he de decir, y no veo motivo para tal escolta desmesurada. Que vaya en coche, si quiere privacidad.

Anoche, Àngels Barceló respondía a alguna crítica de la audiencia de Hora 25, en la SER, por repetir, CADA MEDIA HORA, las patéticas declaraciones de dos chicas de seguridad de Barajas el día del accidente de Spanair. Sí, hay excusa: cada media hora se incorporan oyentes nuevos. Pero claro, es demasiado redundante.

Y no me aportan gran cosa más que conocer lo ya sabido: los nervios y las torpezas propias del minuto uno de semejante catástrofe. Por cierto, en las imágenes de vídeo no se ve gran cosa... ni nada nuevo.También hablaba Barceló, a quien siempre admiré y admiro, de las filtraciones sobre la investigación del caso.

La culpa es del Ministerio de Fomento. Tiene razón: una vez recibida y contrastada, la información debe publicarse. La culpa es de quien la filtra.