El niño con el pijama a rayas (primero fue el libro)

Hoy se estrena la película El niño con el pijama a rayas con su arsenal publicitario a plenao rendimiento desde hace varias semanas. Una vez más, el séptimo arte se adueña del argumento de una novela exitosa para lograr hacer saltar la taquilla y que alguno se sorprenda ante un escaparate, "¡¡¡pero si hasta han sacado un libro sobre la película!!!!"

Uno de los mayores éxitos editoriales de 2007 fue El niño con el pijama de rayas, probablemente el libro más regalado entre mis conocidos las pasadas Navidades. Su autor, John Boyne, ha escrito otras cuatro novelas y recibido algún premio en Irlanda, pero el éxito internacional de esta pequeña historia parece haberle sorprendido casi tanto como a las pequeñas editoriales que apostaron por su obra.

Apenas sin promoción y por el simple método del boca a boca ha logrado encaramarse a las listas de éxito con esta pequeña historia de la que el propio autor nos da su moraleja: “si comienzas a leer este libro, antes o después llegarás a una valla. Vallas como ésta existen en todo el mundo. Esperamos que no tengas que encontrarte frente a tales” vallas”. Seguramente que Boyne no estaba pensando en las vallas publicitarias de los estrenos cinematográficos pero, aprovechando el tirón, ya tiene lista su próxima novela.

Abordar el tema de los campos de exterminio nazis mediante diversas perspectivas que alivien el horror que instintivamente generan, es una técnica habitual. Así ocurre, por ejemplo, en la película italiana La vida es bella en la que el objetivo del protagonista es procurar que su hijo no descubra el horror en que encuentra inmerso.

Lo que puede resultar más novedoso en El niño con el pijama de rayas es que, en esta ocasión, el protagonista es un niño alemán, hijo del director de uno de esos campos de exterminio.

El libro es un pequeño cuento en el que el tratamiento de las situaciones y los personajes se reducen al mínimo imprescindible con total ausencia de matices que enriquezcan o arropen la historia. Considerémoslo como parte del carácter de cuento infantil en el que se inspira el autor. La mayor prueba es que, al igual que la mayoría de cuentos tradicionales infantiles, que tienen un trasfondo violento y macabro apenas disimulado, El niño con el pijama de rayas tiene un final no apto para la mayoría de los lectores que compran la novela y que lloran desconsolados creyendo estar ante un drama digno de Sófocles.

En cuanto al resto de méritos literarios no cabe decir mucho. Que el narrador sea un niño no debería redundar necesariamente en una simplicidad excesiva o un lenguaje básico. La psique infantil ofrece bastantes posibilidades de exploración como para que el autor pueda sacar lo mejor de sí mismo.

Pero no seamos tan exigentes. El libro está correctamente escrito, la historia es simple pero directa, eficaz y tiene todos los ingredientes para convertirse, en un clásico de nuestras librerías. Resumiendo el argumento y evitando desvelarlo en exceso, del mismo modo que hace el editor en la contraportada, diremos que se trata de la narración de un niño que acompaña a su padre a un campo de concentración al que ha sido destinado como director. De este modo, el protagonista pierde todo su arraigo con su escuela, sus amigos, sus abuelos y se esforzará por reconstruir el pequeño mundo al que estaba acostumbrado, sobre todo, buscando aquello que más extraña: la amistad.

La pequeña historia tiene el mérito de compaginar la ternura con la tragedia sin caer excesivamente en el sentimentalismo facilón al que tanto se presta la trama y que, con seguridad explotará el estreno cinematográfico. Representa también con bastante acierto la necesidad de afecto humano que el protagonista demanda y que debe buscar por sí mismo.

En definitiva, se trata de un libro cuya lectura nos resultará agradable y ligera (pese al final sombrío) al tiempo que quizá nos permita ver el tema de los campos de concentración desde una perspectiva infrecuente. Y no lo olviden, el libro fue primero.

Les dejo para ir a hacer cola.