¿Han oido alguna vez hablar del coltán?

Probablemente sea la primera vez que hayan escuchado algo sobre este “mineral”, pero estoy seguro de que están rodeados de productos que lo contienen. El coltán es fundamental para el desarrollo de nuevas tecnologías: fabricación aparatos de diagnóstico médico, de ordenadores, telefonía móvil, fibra óptica, videojuegos, armas inteligentes y un tan largo etcetra que les llegaría a sorprender lo dependientes que somos de este “nuevo maná” del siglo XXI. Esta dependencia ha hecho del coltán un blanco estratégico de las compañías de exploración minera y ha generado graves controversias sociales y medioambientales que incluso han sido objeto de debate en las propias Naciones Unidas.

El coltán como “mineral”

El coltán no es realmente un mineral establecido. No se utiliza en el lenguaje científico, pero contiene dos minerales bien conocidos: la columbita y la tantalina. Éste último es el único metal que rechaza al agua.  Alrededor de hace veinte años se descubrieron sus propiedades de superconductor que dejaban a años luz a los demás conductores, exceptuando a las del balario, que es el único metal que puede competir con la tantalina en este aspecto.

La importancia de este material se debe a que con muy poca cantidad del mismo, se puede conducir la electricidad mucho mejor y en menor espacio que el resto de conductores, habilitando a las diferentes industrias que lo utilizan a rebajar el tamaño de sus productos al mínimo. Por ejemplo, el MacBook Air sería imposible de fabricar si se utilizase el cobre como conductor de la electricidad.

Un blanco estratégico a escala mundial

A diferencia del petróleo, que lo podemos encontrar en abundancia en muchos países y es casi imposible de controlar “al milímetro” a escala mundial, el coltán se encuentra mayoritariamente (alrededor de un 80%) en la República Popular del Congo. La pugna por el control estratégico del mineral ha propiciado numerosas guerras y según Vázquez-Figueroa, experto en el asunto, “ha causado ya más de cuatro millones de muertos”.

Controversia social

Además de las numerosas guerras que ha ocasionado la lucha por el control de la producción del superconductor, la extracción del mineral ha generado una grave controversia social basada en la creación de un mercado de trabajo bajo unas condiciones de explotación en régimen de semiesclavitud. Los niños suelen ser las principales víctimas. Por cada kilo de coltán mueren dos niños, asegura Figueroa, que desvela que “la extracción del coltán de las minas es muy difícil porque está muy enterrado”.

Consecuencias medioambientales

Para extraer el coltán, se han invadido numerosos parques nacionales del Congo alterando gravemente los ecosistemas de los frondosos bosques de esa zona. La pobreza y hambruna causadas por la guerra han puesto en peligro la continuidad de varias razas de elefantes y gorilas lugareños, siendo víctimas de una caza tremendamente descontrolada. En el parque nacional de Kahuzi Biega, por ejemplo, el censo de gorilas ha pasado a la mitad, de 258 a 130.

El futuro es el coltán

Para Figueroa “el dominio del coltan significa el dominio de las telecomunicaciones, y ahora muchas empresas norteamericanas, respaldadas por el vicepresidente de Estados Unidos Cheney, intentan apoderarse del control mundial del coltán. Ya no les importa el petróleo, porque tenemos para 300 ó 400 años, ahora el futuro es el coltán”.

Parece mentira que, teniendo la importancia que tiene todo el mercado del coltán, la gran mayoría de las personas no hayan oído nunca nada sobre este material del que tanto dependemos. Tal vez no se habla de este tema porque a nadie le gusta pensar que el teléfono móvil que uno tiene le puede haber costado la vida a varias personas.