El Buen Extracomunitario

Instrucciones para ser un buen extracomunitario en Italia

Ser un inmigrante legal en Italia no es fácil. Ser uno clandestino tampoco es fácil, pero es mejor. Lo sé porque yo he tenido ambos estatus. Afortunadamente, pertenezco a una raza que en Italia no causa miedo, sino efervescencia.  

Si hay algo que no soporto es que cada vez que alguien habla mal de los extracomunitarios frente a mí, siempre hay una persona que se da cuenta de mi presencia y me dice, como consolándome: "Tú no tienes de qué preocuparte; tú en realidad no eres extracomunitaria."

Como quien dice: no eres de esos extracomunitarios que tanto tememos. Traducción: no soy marroquí, ni albanesa ni senegalesa, ni rumana ni peruana ni tunecina. Además, vengo de un país que los italianos relacionan con las palabras “playa” y “fiesta”. Entonces seguramente soy una extracomunitaria "buena" que quiere adaptarse y respetar las leyes y costumbres del país.

Adaptarse y respetar las leyes y costumbres del país es un trabajo mucho más pesado de lo que podría parecer. No me refiero al hecho de no cometer crímenes, sino a todos los trámites burocráticos necesarios. Antes era distinto, pero el año pasado alguien quiso "agilizar" el proceso y decidió pasar la responsabilidad de los permesso di soggiorno (las visas de residencia) a las oficinas de correos, que acá fungen como oficinas donde se paga todo: las cuentas de luz, los impuestos, las inscripciones a las escuelas, etc.

Este "agilizar" el proceso en realidad lo retrasó aun más. Ahora, desde el momento en que uno -muy juicioso- lleva todos sus documentos para renovar el permiso hasta el momento en que te dan el famoso permiso, puede pasar hasta un año. En todos esos meses de espera el extracomunitario bueno se queda en una especie de limbo legal. No puede salir de Italia (ni siquiera a otros países Schengen), no puede completar un contrato de trabajo y nadie le sabrá decir si es legal o todavía no, o nunca lo será. A varias amigas mías les entregaron el permiso con tanto retraso, que de plano ya se había vencido.

Además, aunque uno ya no tiene que hacer las filas horrorosas en la Questura y tratar con policías malencarados, en realidad por cada permesso di soggiorno yo acabo pagando casi doscientos euros, entre impuestos, sellos, fotocopias y seguro de vida. Este año yo entregué los documentos en febrero del 2008, me entregarán el permiso a finales de noviembre, y se me vencerá el primero de febrero del 2009 (porque ese día vence mi seguro de vida, y no quieren hacerse responsables por el transporte de mi ataúd en caso de que muera). O sea, doscientos euros para ser legal por dos fantásticos meses, y poder demostrar en ese tiempo que quiero adaptarme, que quiero respetar sus leyes y que soy una buena extracomunitaria.

Pero no termina ahí: hace pocos días salió en el periódico que ahora el permesso di soggiorno funcionará con un sistema de puntos. Es muy fácil de entender: el extracomunitario que hace buenas acciones, podrá ganar puntos. El extracomunitario que rompe leyes y se comporta en forma poco o nada adecuada, perderá puntos. Así funcionan las licencias de conducir acá: cuando pierdes todos los puntos, o llegas a un límite, te la quitan. Probablemente el que instauró esta nueva modalidad acababa de leer un libro de psicología canina: premia a tu perrito cuando haga pipí donde debe, y así lo motivarás a que continúe con esta actitud.

Visiblemente emocionados por estos nuevos cambios, las autoridades de este país decidieron otra nueva regla para los inmigrantes legales: cada permesso di soggiorno (de cualquier tipo) costará otros doscientos euros (que se añaden a la cifra antes mencionada), que serán destinados a un "fondo para la inmigración".  Eso quiere decir que las personas que tengan contratos a tiempo determinado, y que por lo mismo tienen que renovar su permiso cada seis meses, tendrán que pagar alrededor de setecientos euros al año. Y no quiero pensar en las familias de inmigrantes que tienen varios niños. Setecientos euros es el equivalente a la renta mensual de un pequeño departamento. O bien, lo mismo que quince viajes al supermercado con la compra de víveres indispensables para una familia de tres personas. O bien, igual a un boleto de avión en clase turista Italia-México.

Yo me pregunto, ¿por qué castigar a los inmigrantes legales? Me parece que todas estas iniciativas lo único que harán es favorecer la inmigración clandestina. La primera vez que puse pie en Italia me quedé aquí por más de seis meses y nunca saqué mi permiso. Era felizmente ilegal y nunca nadie me pidió documentos, ni tuve que hacer filas, ni llenar cantidades industriales de módulos, ni desembolsar dinero extra. Viajaba y trabajaba sin preocupaciones.

Mi pregunta es, ¿vale la pena esforzarse tanto por ser un inmigrante legal? Yo soy una persona lo suficientemente prudente como para respetar la gran cantidad de leyes y reglas que te impone esta sociedad. Es más, estoy convencida de que una sociedad necesita leyes y reglas y estoy de acuerdo en que quien no cumpla con este requisito, debe ser sancionado de alguna forma. Pero en este caso, en este país, yo llevo más de seis años portándome bien, llevando documentos, sacando fotocopias, esperando pacientemente, pagando por un servicio que ofrecen pero que no cumplen. Y veo que siguen poniendo más y más obstáculos para la gente que, como yo, ama este país y quiere trabajar y pagar impuestos y respetar sus leyes y ser parte de él. ¿Es eso justo? ¿En los demás países europeos toman las mismas medidas?           

Tengo amigos que desde hace años son ilegales. Incluida una amiga de los Estados Unidos. Ellos han decidido que su estatus legal sea ese, porque han tenido varias oportunidades para ser inmigrantes legales y no han querido aprovecharlas. Simplemente no han querido. Son buenas personas, trabajan y tienen sus casas limpias y no roban. Creo que su vida burocrática es más fácil que la mía. ¿Vale la pena tanto trabajo para llevar una vida más complicada y con más restricciones?