Un hombre pegado a una pelota de cuero

Hace tres semanas Diego Armando Maradona era nombrado, contra pronóstico, seleccionador argentino. Una decisión arriesgada para ambas partes (contratante y contratada), teniendo en cuenta la escueta experiencia como técnico del crack argentino y la desmedida pasión con que se vive el fútbol en el país sudamericano. Desde entonces se ha escrito mucho sobre la idoneidad de la decisión. Esta noche, en Glasgow, empezará a escribirse la historia de Maradona al frente de la selección albiceleste.

El trabajo como seleccionador de Maradona puede ser el broche de oro a una sensacional carrera deportiva iniciada cuando a los 8 años (en 1969) entró en las categorías inferiores del Argentinos Juniors, donde ya destacaba por su enorme calidad técnica. Con 15 años debutó en Primera División y el 27 de febrero de 1977, con 16, se puso por primera vez la camiseta de la selección absoluta argentina. En el verano de 1979 Maradona ganaba su primer título internacional al imponerse con la selección argentina en el Mundial juvenil celebrado en Japón. Evidentemente, el Pelusa fue elegido mejor jugador del torneo. Ya se empezaba a hablar en todo el mundo de un chaval argentino menudo, de cuerpo compacto y poblada cabellera rizada que hacía maravillas con su pierna zurda.

En 1981 Boca Juniors se hace con los servicios de Maradona en dura pugna con su eterno rival, River Plate. En Boca se consagraría definitivamente logrando un título de Liga. Su salto al fútbol europeo era cuestión de tiempo. Medio continente se disputaba a un jugador que prometía marcar una era en el fútbol mundial. Fue el F.C. Barcelona quien finalmente consiguió fichar al astro argentino en el verano de 1982 previo pago de 1200 millones de pesetas (una auténtica fortuna en la época).

Antes de iniciar la aventura europea Maradona tenía su primera gran cita internacional con la albiceleste. La selección que dirigía Menotti defendía en el Mundial de España el título conseguido en casa cuatro años antes. El equipo argentino fracasó al caer en la segunda ronda y Maradona no brilló en un campeonato que acabaría coronando a la Italia de Paolo Rossi.

 

Primeros pasos en Argentinos Juniors y Boca

El paso de Maradona por el fútbol español dejó un sabor agridulce. Aunque demostró su indudable calidad, no tuvo la continuidad suficiente para marcar una época en nuestro fútbol, como su categoría dejaba intuir. Buena parte de la culpa la tuvo una hepatitis detectada en diciembre de 1982 y que lo tuvo alejado de los campos durante tres meses, tiempo durante el cual el Barcelona fue eliminado de la Recopa y se descolgó en la lucha por el título de Liga, que acabaría ganando el Athletic. Mejor le fue a los blaugranas en las Copas domésticas. Logró la victoria tanto en la Copa del Rey como en la efímera Copa de la Liga, venciendo en ambas finales, ya con Maradona recuperado, al Madrid y estrenando así el palmarés europeo de Diego.

La temporada 1983/84 se presentaba esperanzadora. Olvidada definitivamente la hepatitis, Maradona buscaba consagrarse definitivamente como el mejor jugador del mundo comandando a su equipo hasta el título de Liga. Maradona estaba acostumbrado a sufrir la dureza de los centrales de la época. El arbitraje de los años 80 se mostraba más permisivo que el actual. El jugador talentoso estaba muy desprotegido frente a las entradas alevosas y los colegiados olvidaban a menudo que guardaban en sus bolsillos las cartulinas rojas. Si a ello unimos la enorme impotencia que sentían los contrarios ante la evidente superioridad técnica del Pelusa, a nadie puede extrañar lo que sucedió. El 23 de septiembre del 83 se enfrentaban  Barcelona y Athletic de Bilbao en partido de Liga. El club catalán ganaba por 3-0 cuando una salvaje entrada por detrás de Andoni Goikoetxea derribaba al crack argentino. El colegiado mostraba la tarjeta amarilla al central mientras Maradona se retiraba en camilla con el tobillo destrozado.

Cuatro meses estuvo Diego sin jugar en una temporada discreta para los azulgranas. Eliminados de la Recopa y sin opciones en Liga, solamente la final de la Copa del Rey ante el Athletic hacía albergar esperanzas. El partido, que suponía el reencuentro entre Goiko y Maradona, se había calentado con declaraciones por ambas partes. Al termino de un encuentro tenso con victoria del Athletic por 1-0, los jugadores de ambos clubs se enzarzaron en una batalla campal que supuso una de las páginas más bochornosas de la historia del deporte español. Fue la triste despedida de Maradona de nuestro fútbol. Los incidentes le costaron una sanción de tres meses sin jugar competiciones en España, lo que facilitó la decisión de Núñez de traspasarlo al Nápoles. Maradona ponía de esta forma punto final a su etapa en España sin haber dejado la huella que su calidad hacía presumir y el club catalán dejaba escapar, como años después hiciera con Ronaldo, a uno de los grandes de la historia del fútbol.

Maradona blaugrana

La marcha de Diego a Nápoles sorprendió al mundo del fútbol. Maradona, el mejor jugador del mundo, el crack anhelado en toda Europa, elegía jugar en un club modesto que a duras penas conseguía mantenerse año tras año en la serie A. En su primer año en Italia el Nápoles no pasó del octavo puesto, pero en la segunda temporada (85/86) logró ya la clasificación para la Copa de la UEFA al quedar en tercer lugar.

Aunque ya era considerado el mejor jugador del mundo, a Maradona le faltaba refrendar su reinado, ya que no había conseguido hasta el momento títulos importantes, ni con su selección ni con los clubes en que había militado. El Mundial de México de 1986 era la ocasión idónea para su consagración en una gran cita internacional. No la desaprovechó. El equipo argentino, que con Bilardo al mando buscaba resarcirse del fracaso sufrido cuatro años antes en España, no tenía una generación excesivamente brillante de jugadores. Pero contaba en sus filas con un jugador especial, único, irrepetible.

El 22 de junio de 1986 es una fecha clave en la historia del fútbol. Aquel día Argentina vencía por 2-1 a Inglaterra en el partido de cuartos de final y Maradona marcaba los dos goles más famosos de la historia de los Mundiales. En el primero de ellos Dios bajó del cielo para echar una mano a Diego con la aquiescencia del árbitro, cegado acaso por la luz divina. En el segundo tanto el '10' no necesitó ayuda sobrehumana. Agarró el balón en la línea divisoria y en un maravilloso y vibrante eslalon con el balón cosido al pie fue dejando en el suelo a cuanto jugador inglés osó interponerse en su camino para terminar empujando la pelota contra la red de la portería que defendía Peter Shilton. Se trata de uno de los mejores goles de la historia del fútbol, no sólo por la belleza del mismo y por la conjunción de potencia y exquisita técnica demostrada por el delantero argentino. También el marco (los cuartos de final de un Mundial) e incluso factores extradeportivos (cuatro años antes Argentina e Inglaterra se habían enfrentado en la Guerra de las Malvinas) sirvieron para acrecentar el valor simbólico del tanto. Después vendrían la victoria en semifinales frente a Bélgica y el 3-2 contra Alemania en la gran final. Maradona había liderado a su selección a la conquista del título mundial, convirtiéndose en una celebridad en su país natal, a la altura del mismo Gardel.

Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?

Maradona se encontraba en el mejor momento de su carrera y la racha triunfal continuó en Italia, consiguiendo el Scudetto en la campaña 86/87. Los dos años siguientes el club quedó a las puertas del título, quedando en segundo lugar. Pero en 1989 logró su primer título continental al vencer en la final de la Copa de la UEFA al Stuttgart y en 1990 volvió a ganar la Liga con el club napolitano.

En el Mundial de Italia se repite la final de cuatro años antes pero en esta ocasión Argentina cae contra Alemania. A pesar de alcanzar la final, ni Argentina ni Maradona brillaron demasiado en un Mundial que se caracterizó por un juego mediocre.

El idilio de Diego con el Nápoles terminó abruptamente en marzo de 1991, cuando dio positivo por cocaína en un partido del calcio. Fue suspendido durante quince meses y ya no volvería a vestir la elástica del equipo italiano. En cinco años en el Nápoles Maradona había conseguido dos ligas, una Copa de Italia, una Supercopa y una Copa de la UEFA, transformando un equipo perdedor (solo contaba con una Copa en su historial) en una de las potencias del calcio.

La plenitud en el Napoli

Tras los 15 meses de sanción impuestos por la FIFA Maradona volvió al fútbol pero ya no volvió a ser el mismo. Sus problemas con las drogas fueron en aumento (volvió a dar positivo en el Mundial de EEUU) y el personaje público fue devorando poco a poco al futbolista. En la temporada 1992/93 jugó en el Sevilla, entrenado entonces por Bilardo, un viejo conocido. Pese a que dejó destellos de su innegable calidad ya no era el jugador determinante de antaño. Luego volvió a su país natal para jugar en Newell's Old Boys y terminar su carrera futbolística en el Boca Juniors, el equipo de sus amores, donde colgó definitivamente las botas en 1997.

Desde su retirada del fútbol activo Maradona ha sido más habitual en las páginas de sucesos que en las deportivas. Ahora vuelve con una misión: dirigir a una de las mejores generaciones del fútbol argentino (Messi, Agüero, Tévez...) hacia el triunfo en el Mundial que se celebrará dentro de dos años. Una tarea ilusionante pero complicada. Maradona tiene poco que ganar (Maradona ya es Dios, ¿se puede ser algo más?) y mucho que perder en la empresa y son muchos los que aguardan el descalabro con la escopeta montada para entonar mezquinamente aquello de "ya lo decía yo". El fracaso de los genios alimenta a los mediocres. Pase lo que pase en su nuevo cometido no olvidaremos los grandes momentos que nos ha proporcionado sobre el césped. Se hará raro verlo dar órdenes desde la banda porque en nuestra mente Maradona siempre ha sido (y será eternamente), como cantaba Calamaro, "un hombre pegado a una pelota de cuero". Suerte Diego.