Escuela de líderes de Bombay

No, no se trata de anunciar la apertura del curso de una escuela de negocios india. Es el título que he decidido darle a este post, debido a las muchas cosas que podemos aprender de sucesos como los que han ocurrido esta semana en esa parte del mundo. No quiero ni entrar en las lecciones geoestratégicas que a veces parecemos olvidar y que acciones viles y cruentas como las de Bombay vuelven a traer a las zonas más activas de nuestros cerebros. Mis sinapsis están hoy más pendientes de las críticas recibidas por Esperanza Aguirre por haber salido de Bombay dejando atrás a una parte de la delegación que la acompañaba.

Liderazgo, por www.lumaxart.com, con licencia CC by-sa

Criticar a un político con un cargo medianamente importante por abandonar apresuradamente una zona de conflicto es olvidar, a propósito, que las prioridades de seguridad y protección de los representantes públicos se reparten de arriba a abajo de forma clara e incluso, en muchos casos, tasada en los correspondientes protocolos de actuación. Por eso, el que alguien se extrañe de que la Presidenta de la Comunidad de Madrid salga volando del polvorín de Bombay sin parte de sus acompañantes sólo se puede entender como con intención de hacer sangre en una herida que no existe. Si en lugar de Esperanza Aguirre se hubiera tratado del Rey, las críticas habrían sido bien distintas (aunque no digo que no hubieran existido).

No obstante lo anterior, por mucho que el análisis objetivo del asunto sea el que es, hay que reconocer que de los líderes se espera más que el ceñirse estrictamente a la literalidad de los procedimientos, máxime cuando estos apuntan en su personal y más íntimo beneficio. Si Aguirre hubiera querido hacer honor a su cargo oficioso de lideresa del Partido Popular, bien habría hecho en demostrar algo más de cuajo y algo menos de cortoplacismo. Y es que a los líderes se les debería medir no por su capacidad de gestión diaria, ni por su sonrisa televisiva, sino por su habilidad para destacar por encima de otros y brillar con luz propia cuando la mayoría se desespera y desfallece.

Y es que así son nuestros líderes políticos españoles. Tenemos a gente como Aguirre, lideresa de salón que rehuye el enfrentamiento abierto con quien puede hacerla pupa. Esperar a que tu enemigo se derrumbe, famélico y enfermo, puede ser efectivo, pero no propio de un líder. Tenemos también a Zapatero, Líder de la Sonrisa, Gran Khan de la Promesa Vacía, Adelantado de las Palabras Inventadas, Agradador de Orejas, cuyas acciones tienen la misma solidez que las pompas de jabón… y su misma duración.

Sufrimos a líderes de baratillo al mismo tiempo que gozamos con ellos. Líderes de saldo, mero eco de líderes de otras épocas, pero líderes de esta época, al fin y al cabo. Líderes de lo inmediato, de lo espectacular, de la apariencia de ser líder, del beneficio sin esfuerzo, del sacrificio con rédito asegurado, de la acrobacia con red. Son líderes de anuncio de televisión: líderes de veinte segundos.