RV: El secreto de Gashardón

Saludos, Vicky. ¿Cómo te va?

¡ Una compuerta secreta !

No más te escribo este correo para contaros algo increíble que me sucedió en esta ciudad de locos. ¿Sabés que todos los gallegos están locos? Los mandaría uno por uno a la consulta del psicoanalista. Se formarían unas colas de kilómetros. Ya sé lo que vos pensás; ahora este pibe me va a contar una historietita de esas que se inventa para escapar de la rutina. Tenés razón; tengo la imaginación inflamable, pero te juro por lo que más querás que lo que me pasó acá la otra noche es absolutamente cierto.

Salí de la oficina tarde y me dirigí a tomar mi auto estacionado en el centro. La pasé todo el día laborando. Ya sabés que encontré trabajo de lo mío. Dibujante. No me quejo. Acá tienen una cosa a la que dicen parquímetro y vos tenés que poner una boleta si querés estacionar vuestro cochecito. Me acerqué al parquímetro a pagar mis infracciones y retirar mi auto y me fijé en la parte superior. Alguien había colocado arriba una escultura con el busto del alcalde de acá. En todas las terminales de parquímetro había una exactamente idéntica. ¡Macanudo! Aquello no estaba a la mañana. Lo juro.

El alcalde de esta ciudad es un tipo realmente loco. Acá lo llaman “El Topo” y también “El Faraón”. Se la pasó todo el tiempo haciendo agujeritos en el suelo con una máquina que se compró. La llamó Dulcinea. A la máquina, digo. Cuando volvás acá de nuevo y pongamos la consulta le vamos a ofrecer terapia gratuita. Por el bien común, ya sabés. La necesita. Pero me temo que lo suyo es una patología crónica. Ya te estás riendo, seguro. Creéme que no exagero, Vicky. Creéme por una vez y dejá ya de reírte. No podés imaginar cómo os echo de menos.

La cosa es que recién puse la monedita para retirar la boleta ya se movió algún mecanismo dentro de la máquina y accionó la apertura de una compuerta secreta bajo mis pies. ¡Una compuerta secreta! En un principio creí que era un acceso reservado al subterráneo. Acá le dicen metro. Lo pensé porque subía un olor a... ¡ orto del demonio! como en las estaciones del Callao y Sol. Ya te hablé de ellas en otro correo. Pero después me dí cuenta que no. ¿Cómo explicarte? No sé. Llámalo intuición.

Vicky, dejá de reírte y seguí leyendo. Ésta vez os aseguro que es completamente cierto.
Tenés razón; demasiadas cosas increíbles para un solo correíto. Ya os cuento cómo termina la cosa en el próximo escrito. Además ahora tengo que ir a lo de Mateo.

PD: Terminá ya la carrera y venite para acá cuanto antes a poner la clínica. Nos vamos a hacer de oro. ¿Ya os dije que todos los gallegos están locos?

Os quiero con locura.
Sandro.