El balón es lo más importante

Ninguna dirección es infalible, todo gran club de fútbol tiene una larga sombra de desorganización y desechos, pero como ocurre siempre la máscara de los buenos resultados (y el buen juego) oculta todas esas negligencias. O mejor, las coloca en su sitio: en el fútbol el balón es lo más importante.

Juande, el católico, piensa antes de responder.

El Real Madrid ha destituído a su entrenador Bernando Schuster. Se incumple así la solemne promesa que sus dirigentes repetían hasta la saciedad: "nuestro proyecto es a largo plazo, y el entrenador actual continuará como mínimo hasta final de temporada. A partir de entonces, los resultados deciden". Y lo ha hecho porque las cuentas no cuadraban, por la pésima dirección deportiva de Mijatovic, por la sorprendente renuncia de Míchel como encargado de las categorías inferiores y porque en un club como el Real Madrid debes tener la boca pequeña, asentir y respetar el catecismo. Podríamos decir que Schuster ha muerto por el Real Madrid. ¿Será el próximo canonizado?

Eres presidente del Real Madrid y crees que no hace falta reorganizar la plantilla, que la inversión de años anteriores es suficiente y que estabilizando cierto desequilibrio, mínimo por supuesto, todo irá como siempre. Catorce jornadas después te encuentras quinto en la tabla, con el doble de partidos perdidos a empatados, eliminado de la Copa del Rey por un Segunda B y con el público exigiendo tu dimisión. Ha llegado el momento: o te largas o te contradices.

Al filo de las 14:30 el Real Madrid presentaba en la sala de prensa del Santiago Bernabéu a Juande Ramos como nuevo entrenador. Me atrevo a decirles el criterio que han seguido: "el Sevilla nos ha ganado. El Sevilla juega bien. ¿Alguno de los artífices de todo esto está en el paro?" "Sí, Juande Ramos." "Vamos a ficharle".

Creo que es una decisión acertada y no me importan en absoluto los motivos. Aunque sepa bien cuáles son. Al fin y al cabo, y pese al negocio millonario que el fútbol representa el balón es lo más importante. Discurra la mierda que discurra en los despachos.

Buena suerte, Juande.