La apuesta sobre Obama

Tan sólo unos días nos separan de que el Señor Obama sea, para todos los efectos, Presidente de los Estados Unidos de América. Yo particularmente experimento un pequeño desdoblamiento de personalidad cada vez que pienso en este futuro presidente, cada vez que lo hago, ahora, a día de hoy. Mañana supongo que me habré decantado ya a favor o en contra.

Si es que al final nos gusta sufrir un poco, nos gusta el suspense, vivir momentos de incertidumbre y creer ver la luz.

Hablamos de un señor distinto, de raza negra. Algo novedoso. ¿Va a ser entonces la novedad lo que le entusiasma al mundo y les hace creer a muchos que Obama será una especie de salvación? ¿O será su pertenencia político-ideológica la que le hace parecer más capacitado a diferencia de otro(s) procedente(s) de otra distinta?

En ciertos aspectos a Obama se le ve venir: echará el cerrojo a Guantánamo (vacío), retirará las tropas de Irak, y reforzará la presencia en Afganistán. ¿Y en Oriente Medio, qué hará? Bueno, podría llegar a dialogar con Irán pero será firme en que no siga adelante con su plan nuclear. Bueno vale, ¿y Gaza? ¿qué pasa con el conflito entre Israel y Palestina o la masacre de Gaza? Bueno, no se puede pronunciar de momento ya que no es presidente aún.

Por eso os decía al principio lo del suspense. Nos gusta creer en lo positivo, en lo bueno, aunque no estemos seguros. Eso es ser positivo. Está bien hombre.

A diferencia de muchos que ya se están declarando a favor o en contra del futuro presidente, yo me resisto, me conservo. Así me equivoco menos. Tengo que aguantar, en cambio, este fastidioso desdoblamiento de personalidad cada vez que hablo sobre Obama, pero se aguanta. Todo puede ser, tratándose de alguien ciertamente imprevisible como  él: su opinión sobre la pena de muerte sufrió alteraciones y cambios desde 1996 cuando se declaraba completamente en contra de ella hasta la actualidad, pronunciándose ahora en alguna ocasión con el rechazo de la pena de muerte salvo en excepciones. Por otro lado, una vez ganadas las elecciones, todos apostábamos por una plantilla al rededor de Obama completamente renovada, especialmente en lo que concierne la economía. No obstante, todos vimos cómo el futuro presidente optó por los más conservadores de entre los consejeros demócratas como Robert Rubin o Lawrence Summers. Total, que al final al tío nadie le puede preveer los pasos.

Creer en Obama es como creer en salvadores supremos. ¿Existen los salvadores supremos? Nadie lo puede realmente demostrar. Ni desmentir. Es cuestión de creer. Al menos de momento.