F1: bolsillo de rico, foto de pobre

La Fórmula1 es un excelente termómetro de la economía planetaria. Los que pagan las facturas conocen bien el mundo, pero mejor su propio bolsillo

Presentación R29

La Fórmula1 es una actividad basada en dinero que sobra. No, no es que la calderilla de los ricos sirva para hacer andar a los coches más avanzados del mundo, es que cuando llegan las vacas flacas a los que abonan las facturas se elude lo accesorio. El equipo que más dinero ha puesto encima de la mesa sin rédito alguno en forma de victorias ha sido Toyota. Años soltando paletadas de billetes para no obtener un beneficio directo sobre el núcleo de su negocio -vender coches- es llevadero cuando corren buenos tiempos, pero cuando el primer fabricante de turismos del planeta constata que sus ventas sufren una caida de casi el 40% la situación se torna dramática.

Esta misma escuadra extendió un cheque de 250 millones de dólares -el doble que McLaren- hace un par de años a Fernando Alonso para engrosar sus filas. La respuesta fue negativa ante la pregunta: ¿que clase de equipo voy a tener si dejáis de vender coches de calle?. La respuesta empieza a hacerse evidente. El fabricante nipón sufre los vaivenes económicos y es lógico que todo el dinero que tienen haya ido directamente a elementos del equipo que influyen directamente en prestaciones tangibles.

Prueba de ello están siendo las sorprendentes presentaciones de los hasta ahora poderosos equipos de F1. Quedan atrás actuaciones de Spice Girls, exhibiciones aéreas, cierres de plazas en Venecia o aquel inolvidable momento de Alonso en su McLaren por las calles de Valencia. Ha llegado el momento de recortar hasta en los bocatas de los mecánicos. Toyota presenta su coche a través de Internet, nada de viajes para periodistas, ni ágapes. Ni siquiera los tradicionales obsequios conmemorativos tan propios de los orientales. Renault sentó a Alonso y Piquet sobre las ruedas de su R29 delante del box donde trabajaban sus mecánicos durante cinco minutos; McLaren hizo lo propio en la entrada de su factoría a unos escasos 100 metros de sus talleres; Williams ni siquiera encontró un vuelo “low cost” hasta la pista de Portimao para no poner a ninguno de sus pilotos oficiales al lado de su coche, muy aligerado, por cierto, de los anunciantes del pasado año. Ferrari hizo algo un poco mejor: estaban pilotos oficiales, probadores, hubo hasta un pedestal sobre el que subió su F60... todo un dispendio.

Toda esta (lógica) tacañería en realidad no incide en la competición; o no al menos en lo deportivo porque es de esperar que si gastan de esta manera en relaciones públicas, el presupuesto para azafatas seguramente va a ser inferior. Las carreras tendrán menos color, eso es seguro.