Emperifollados en consultas médicas

Su hábitat son los ambulatorios, centros de salud y complejos hospitalarios. Su vestimenta se distingue a leguas de la de los usuarios y pacientes, suelen ir emperifollados y engominados a tope para dar buena impresión; su modus operandi es asaltar a los profesionales médicos entre consultas y pasillos para ofrecerles sus maravillosos productos. Da igual si un paciente debe esperar, lo importante es la labor comercial. Estamos hablando de los comerciales de los laboratorios farmacéuticos, un auténtico lobby de presión para nuestra Sanidad.

Seguro que han detectado a más de uno en su centro de salud habitual. Los laboratorios farmacéuticos no tienen reparos en mandar a sus comerciales para vender sus productos, como si fueran milagros, a los médicos que recetan nuestras medicinas. Más allá del debate de si sus productos son eficaces para las dolencias más graves de los seres humanos, y más allá de la ética de hacer negocio con las epidemias y enfermedades en el Tercer Mundo, me quiero centrar en la acción de los comerciales de estos laboratorios en nuestros sistema sanitario.

Suelen plantarse en la puerta de la consulta de manera sigilosa para no hacerse notar mucho. Esperan un hueco en la agenda del médico en cuestión para asaltarle durante cinco o diez minutos. Lo agobian con multitud de folletos e informaciones de nuevos productos que ofrecer a los pacientes. Los más modernos, los más innovadores, los más tecnológicos, la calidad extrema suelen ofrecer estos laboratorios.

Insisten bastante en la conveniencia de empezar a recetar tal o cual producto, de no abusar con las recetas de medicamentos genéricos, que las de pago dejan más beneficios, y dejan claro al profesional que van a pasar otro día para ver cómo marcha la difusión del producto y la opinión de los clientes/pacientes.

Por último, el obsequio. Ante la amabilidad de profesional para parar su trabajo y atenderles, y ser receptivo ante las "recomendaciones de los laboratorios", hay que premiar al enlace entre la empresa-laboratorio y el cliente-paciente. Según la dolencia de que se trate, los regalos pueden ser desde alfombrillas de ratón, bolígrafos y productos de merchandising, hasta algún que otro maletín o viaje al Caribe. Ya han sido varias las denuncias de médicos por intentos de soborno.

Y no será la primera vez que cuando el comercial encuentra el hueco para colarse en la consulta y soltar su retahila, cierre la puerta a la hora de hablar del obsequio final. No vaya a ser que alguien esté escuchando y cuente esto por aquí.