Tengo un ronquido para usted

A pesar del temporal, solo el tiempo dirá si la intervención del Presidente Zapatero fue un acierto para alguien. Las opiniones respecto a su primera intervención parecían más dispersas y ahora están encontradas sobre su nerviosismo, reiteración o encantador de serpientes. Para sustos, colores...

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Pocos políticos como Zapatero saben que tener el mando es referirse, en realidad, al mando a distancia. Así pudimos comprobarlo una vez más en ese programa de preguntas de la televisión pública, esa mezcla entre Cámera Café y una sesión de Uri Geller. Fuera del plató apenas se cabía de tantos balones como echó el Presidente, pero en su interior se respiraba un cierto aroma a asamblea de vendedores de aspiradoras, a telepredicación, y la sensación de que el orden de las preguntas, salvo cantadas excepciones, no alteraba el contenido de las respuestas. Volvió a hablarse de todo cuando todo es lo mismo y Zapatero, que cada vez parece expresase con menos prisa, intentó volver a mostrarse como un mago de los de chistera de Jaimito y levita para tirar, un animal electrodoméstico, como la tele, cuando precisamente las elecciones se asemejan cada vez más a un cásting.

Entre los asistentes apenas consiguieron colocarles contra las cuerdas, las vocales, en algún momento en que le flaqueó la voz y por no faltar no faltó la nota sentimental y solidaria en forma de dependienta con síndrome de Dawn. Hoy, consultada la almohada, es el día de los análisis de sangre derramada, más bien poca, de mirar con lupa sus palabras incluidas las de honor y de sacar conclusiones hasta de debajo de las piedras sobre si entre mentir, engañar o equivocarse hay una anoréxica línea, la intención oculta, o es solo cuestión de gramática parda.

Y entre las posturas allí encontradas se echó en falta alguna con sabor a oposición, ese animal mitológico, pues ni una sola referencia hizo Zapatero a esta, como si no existiera ocupados como están en jugar al escondite, que todo el marrón, la crisis y su solución es solo cosa del Gobierno pues no hay vida política más allá. Y es que mientras por un lado les pide arrimar el hombro a su sardina para salir de esta borrasca económica, por otro los ignora a voz en grito. Mucho tiene que aprender el PP de la apacible voracidad mediática de este Gobierno porque para ser oposición constructiva han de ponerse las pilas y no solo las bautismales.

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