Fesser Dei

Lampreas Y Boquerones: la película Camino triunfó en la gala de los Premios Goya al tiempo que sus responsables agradecieron al Opus Dei su maldad  por haberles hecho rico...

La vigésimo tercera entrega de los Premios Goya del cine español tuvo dos momentos absolutamente inolvidables. Del primero ya no me acuerdo, y el segundo fue la obsesión mórbida que se vivió esa noche con el Opus Dei. Fue precisamente “Camino”, con el Opus como convidado de piedra pómez, la triunfadora de la Gala, una película de alto nivel técnico y baja estofa argumental de contenido discutible y socialmente discutido.

En esta España donde el anticlericalismo es deporte con aspiraciones olímpicas este tipo de películas, más que bienvenidas, es que cumplen un papel de válvula de escape, casi periódicamente necesarias por intrínsecas cuestiones hispano genéticas, y es que no en vano dos de las nominadas a mejor película se encargaban de poner a la Iglesia de vuelta y media. El chiste de curas de toda la vida, vamos. Y sin embargo, todo lo que vaya más allá corre el riesgo de convertirse en injusto, y puede que eso le ocurriera a su director Javier Fesser, a su equipo y a los organizadores de la Gala.

Y todo porque guste o no, el Opus Dei es una organización legal en España, perteneciente a la Iglesia católica, y ello debiera obligar a las personas responsables a medir sus palabras. Primeramente porque la Gala se paga, también, con dineros del Opus vía impuestos así como cualquier otra cantidad que en concepto de subvención alegre las arcas de sus productores. Y segundo, porque puede ofender, aunque a algunos les resulte extraño.

Todo se desarrolló con la complicidad del público y dos ministros. Nadie puede dudar del derecho de cualquiera a hacer una película que critique amargamente o se ría de una institución religiosa incluso de las católicas, pero da vergüenza ajena pretender al mismo tiempo dar lecciones sobre ellas, pontificar cómo debieran ser, invitar a su desaparición y generar odios en su contra (porque sí, hubo quien la calificó de fundamentalista).

Pero no hay que creer que Fesser tenga algún trauma con el Opus ni en realidad le importe algo, no, lo lamentable es que se trata solo de dinero, que eso es una película. Aunque mal habrá dormido el director temiendo a su despertar la llamada de ese fantasmagórico Observatorio de la Religiones o como se llame, ese que se puso en marcha para combatir el menoscabo de las creencias, con la idea de que todas son respetables.

Solo la ingenuidad puede hacer pensar que el Opus sea un remanso de paz espiritual, una obra perfecta, el paradigma del catolicismo, porque son hombres quienes están al frente y eso, por definición, implica chapuza. Y es de inmaduros negar la realidad de que sean muchos quienes lo han pasado mal y sufrido psicológica y puede que hasta físicamente por su pertenencia a esa institución. Pero eso también nos ocurre con el Atlético de Madrid y aquí seguimos. No creemos que esas docenas de testimonios que justifican la película, en palabras de su director, le autoricen a arremeter en público como lo hizo sin derecho a réplica. Baste recordar que con motivo de su estreno los padres de la niña Alexia, aquella en la que se dijo estar basada la película, afirmaron públicamente que cualquier coincidencia de la cinta con la realidad es mera coincidencia. Puede ser, pero subvencionada. Y puestos a creer a unos y a otro...

No creemos que este sea el camino que deba seguir el cine español porque para eso ya tenemos a El Jueves que hace lo mismo y mil veces mejor porque no sabe lo que es la hipocresía.

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