Entre ceja y ceja

Los presentadores de concursos como '¿Quién quiere ser millonario?' son ridiculizados en la cinta 'Slumdog Millionarie'. ¿El famoso levantamiento de ceja de Carlos Sobera resultaba espontáneo y encantador o cínico y cansino?

Carlos Sobera fue la cara en España de '¿Quién quiere ser millonario?'

Telecinco estrenó 50x15  hace diez años, Antena 3 lo rescató con el renovado nombre ¿Quién quiere ser millonario?, luego fue El Millonario, y en julio del pasado año Silvia Jato lo agarró para Cuatro con el nombre de Fifty fifty.

Hoy se estrena en España Slumdog Millionaire, una de las favoritas en el combo de los Oscars. Sobera no es santo de mi devoción, pero si llega a ver a su ficticio alter ego (el actor que hace de presentador debería estar nominado al Oscar por su magnífica interpretación) comprenderá lo ridículo y cansino que ha resultado tan ficticio levantamiento de ceja.

La mezquindad del presentador de la cinta recuerda a la teatralidad que el vasco usaba con cada pregunta, convirtiéndose en protagonista por encima de los siempre necesitados e inexpertos concursantes. Y el público siempre riendo sus gracias. Lo que en televisión nos parece divertido en la cinta resulta terrorífico. La tele, cruel, preocupada por los índices de audiencia, por lo aparante, lo estético no entiende de humanidad, de vidas, ni de necesidades.

Y cuando las posibilidades de llevarse el premio gordo son altas al presentador se le pone el concursante entre ceja y ceja. Esos pequeños detalles que no nos dejan ver los anuncios.

Afortunadamente no será el "campechano" Sobera quien lleve la nueva temporada del concurso que prepara Antena 3 para un próximo prime time, pero llegará otro igual de "espontáneo" (¿cínico y cruel?), quizá un Carlos Lozano, que "tanto quiso" a triunfitos adolescentes e infantiles, o una Silvia Jato, a la que sólo le faltaba morder la tarjetita tras ladrar cada pregunta de Pasapalabra.

Para ser un buen presentador de televisión hay que ser falso, zorro y, permítanme la expresión, un poquito hijoputa. No lo digo yo, lo dice Danny Boyle en su cinta, que por cierto cuenta mucho más al margen de esta reflexión catódica. Recomendable.