Rescate en el Aconcagua, ángeles o demonios

Agotado, con el cuerpo con graves muestras de congelación y el Aconcagua al acecho, traicionero, reclamando un alma como ofrenda por permitir al resto de aventureros hollar su cima, Federico Campanini se aferró a la vida por la soga de la esperanza, en cuyo otro extremo debían tirar sus ángeles de la guarda, transmutados ahora en patrulla de rescate.

Aconcagua

Desgraciadamente, la inicial alegría al ver llegar a sus rescatadores tornó pronto en decepción al ver que aquellos que debían salvarlo lo abandonaban en la montaña, tras intentar levantarlo en varias ocasiones sin éxito por su parte. El vídeo de su actuación, como toda polémica que se produzca en nuestros días, recorrió el mundo a golpe de correos electrónicos y visionados en youtube, a la misma velocidad con la que juzgábamos alegremente la actuación de la patrulla de rescate.

En el vídeo, se puede observar como cinco de los miembros de dicha patrulla le indican que se ponga en pie mientras lo arrastran con una soga atada a la cintura, mientras que un sexto es la persona que graba las imágenes. El abogado de la familia de Campanini alega que sus rescatadores no aparecen en el vídeo con claros síntomas de cansancio y además se puede comunicar entre ellos sin dificultad.

Para el padre del fallecido, su hijo fue abandonado como un perro, mientras que para Julián Insarralde, un guía de 27 años que estaba cerca de la zona donde murió Federico, los miembros de la patrulla hicieron lo imposible y se bajaron de la montaña para no morir ellos. Además, aseguró en declaraciones al diario Crítica, Campanini estaba en un desnivel de 400 metros y la patrulla debía subirlo hasta la cumbre y luego bajarlo, con el agravante de la tormenta desatada, y aún así el equipo subió 6.000 metros en 24 horas cuando normalmente una actuación así lleva como mínimo tres días.

La polémica está servida. A priori, tras visualizar las imágenes, lo primero que se nos viene a la cabeza es ¡Vaya pedazo de cabrones!, dejar morir a un hombre sin poner todo de su parte. Menuda gentuza. De nuevo, ese ojo artificial que capta retazos de vida, ejerce de juez invisible que condena –en este caso- o absuelve en otros a los protagonistas de su voyeurismo. Sin embargo, en este caso, a mi entender, la patrulla debería tener el beneficio de la duda. En las imágenes vemos a un hombre extenuado, moribundo, cuyos rescatadores comentan en alto que “no se puede sacar, quedan 400 metros para la cumbre y él no se mueve. Se está muriendo, no aguanta más de 40 minutos.” Se encuentran ante una situación en la que tienen que decidir si ralentizar su marcha por un hombre, al que entre otras cosas han ido a buscar a 6.000 metros de altura, tras rescatar al resto de escaladores italianos, a salvo eso sí, gracias a la destreza y colaboración de Campanini, que pagó con su vida por los servicios prestados. En situaciones extremas, en las que prima salvar el mayor número de almas, la cámara nunca llegará a terminar de captar el verdadero contexto de la situación, escapándose del encuadre realidades, miedos y decisiones de las que depende la supervivencia del grupo. Me cuesta creer que hombres que se juegan la vida para ir a rescatar a otros, los abandonen sin más una vez que han vencido casi todas las calamidades y llegan hasta ellos.

  El vídeo de la polémica