De inmigraciones y limbos

Porque cada inmigración es un mundo y al final, es el mismo para todos.

Da igual por lo que una persona cambia de residencia. Da igual si te mudas por prosperar, por seguir un amor, por respirar otro aire o porque te gusta el paisaje. Sean cuales sean los motivos que te lanzan a la aventura, todo conlleva un precio por pagar. Cuando se elige algo, se renuncia a otras cosas y quizás los que partimos buscando un sitio mejor para vivir, un empleo digno, una casa donde cobijarnos, un paisaje diferente o ganas de cambiar, renunciamos a muchísimas cosas, más de las que ganamos. Incluso renunciamos a lo que nadie debería renunciar, nuestra identidad como seres humanos.
Sea cual sea el lugar donde nacimos, los deseos de mejorar, la búsqueda de la felicidad y de sentirnos parte de un grupo son comunes a todos los mortales.

Cuando yo llegué vine siguiendo un amor, pero el amor se perdió por el atlántico y decidí, pese a todo, quedarme.
Lo primero que hice al llegar fue ir a buscar trabajo. Me preguntaban si tenía permiso de trabajo, yo venía ignorante de todo, creyendo que con dejar un currículum en algún sitio tendría suerte. Cuando me enteré de que para el permiso de trabajo hacia falta como condición sinequanone un contrato, fui a por un contrato, pero nadie podía contratarme sin el dichoso permiso. Me vi en un círculo del que no sabía cómo salir, era todo demasiado incoherente. Así que bajé el perfil y como tenía que mantenerme, me vi un día en casa de alguna familia ocupándome de la limpieza y otros menesteres domésticos. No voy a quejarme de eso, nunca encontré familias que me trataran de forma incorrecta, al contrario, pasé a ser una más de la casa y recibiendo todo el respeto y el aprecio del mundo.
Lo segundo que hice fue ir al ministerio a presentar la solicitud de homologación de mi carrera.Tenía muchas ilusiones al respecto y, mientras esperaba y trabajaba, hacía todos los cursos que podía relacionados con mi profesión. Me las ingeniaba con los horarios de mi hijo. Lo dejaba todo el día en el colegio y cuando lo iba a recoger le daba la merienda mientras me encaminaba al siguiente trabajo. Lo domestiqué a permanecer callado y casi sin respirar para que nadie me llamara la atención.
Cuando pasaron unos pocos años me di cuenta que estaba metida en una espiral de la que no iba a salir. Sucede mucho que la gente que te conoce y sabe de tu trabajo no sea capaz de imaginarte haciendo otro tipo de cosas. Tampoco puedes quejarte, si te quejas o reclamas a la vida, te miran sorprendidos con cara de "si estás tan mal por qué no te vuelves".  Mucha gente te pone un techo, un límite a tus sueños. Eres inmigrante, no pidas más, conformate con dedicarte a la limpieza, al cuidado de niños o a poner cafés.
Así que cansada de tanto sin sentido, de tantos sueños rotos decidí volver al cabo de un tiempo a mi país. Cuando conseguí dinero para ello, claro. Porque esos trabajos te permiten solo sobrevivir, nada se puede proyectar. La vuelta no fue como yo esperaba. Sentía que ya no era de allí, tampoco de aquí.

Pese a lo que diga la iglesia, yo se lo que es el limbo. El lugar donde uno se pierde, donde no pertenece ya a ningún sitio.

De vuelta a España a los dos meses, otra vez con mis maletas y mi hijo de la mano. Regresé porque mi hijo se merecía algo más que un pais devastado y una madre impotente. Una ley cayó del cielo y conseguí el permiso de trabajo anhelado. Pensé en colgarlo en algún cuadro, hacerle un altar, pero pronto me di cuenta que ni siquiera ese trozo de cartón obraría el milagro. Es como si siempre estuvieras signada. No se puede aspirar al trabajo que uno quiera, solo al que te dejen. Si iba a una tienda de ropa, por ejemplo, donde el cartel solicitando dependienta estaba afuera, la conversación giraba en torno a lo mismo, un absurdo. "Necesitamos alguien con experiencia"  -Si, yo tengo experiencia, trabajé en bla, bla, bla...durante bla, bla, bla...y luego tengo mucha experiencia de cara al público, sé tratar con la gente. -Ya- me respondía cabizbajo el dueño- pero necesitamos alguien con experiencia.  Me di la vuelta indignada, en qué idioma hablaba yo? Era tan difícil decir: Solo queremos contratar españoles porque un extranjero nos baja el standing? Tu autoestima también se merma. Todo el mundo tiene derecho a contratar a quien quiera, pero nadie a valorarte por el detalle de haber nacido en otro país. Es un detalle biográfico, como si tengo equis cantidad de hermanos o la fecha de tu cumpleaños.

Renovar el permiso de trabajo también resultaba un calvario, recuerdo que me descomponía ya desde el día antes. Llegaba muy temprano porque sabes que el tiempo de espera y las colas serán interminables. Había muchas colas y empezabas a preguntar a la gente para qué era cada fila. Cuando conseguías saber según tu trámite dónde ponerte, abrían la entidad. Siempre pensé, este es un sitio para nosotros, para los extranjeros, no deberían tratarnos bien? Pero salía un policía con cara de pocos amigos y empezaba a gritarnos ¡Contra la pared! Así que horas eternas de pie pegados a la pared sólo para no oírlo, no fuera a ser que se enfadara y te sacara de la cola como hizo un día con aquel hombre que se salió para preguntarle una duda. Supongo que los funcionarios estaban y están desbordados, pero ese sigue siendo nuestro lugar, al menos, deberían ser amables, las personas no somos ganado. Muchos estaban perdidos, sobre todo gente que no entiende el idioma. Cargaban con infinidad de papeles para que cuando se los pidieran, inevitablemente fuera alguno de los que llevaban. Una vez tuve que hacer dos trámites diferentes. Trámites distintos significa colas distintas. Después de estar horas y horas en la fila y haber entrado y solucionar uno de mis temas, mi prudencia no me daba el valor de seguir adentro y continuar con el otro trámite, no fuera a ser que algún funcionario me llamara la atención con sus buenas formas, sobre todo los policías que te miraban todo el tiempo como si acabaras de salir de la cárcel.  Así que me acerqué con cierto temor hasta el policía de la entrada para preguntarle si debía hacer otra vez la cola o ya que estaba adentro solucionar el segundo trámite. -Una pregunta...-balbuceé. Me miró con acritud y me espetó: - Bájese de escalón. No lo dudé, me importaba un rábano que aquel hombre tuviera complejo de superioridad, la autoridad es la autoridad y yo no pierdo mi dignidad, si sé quién soy, por bajarme un escalón para hacer una pregunta a la ley. Y mirándome desde el escalón superior me contestó que podía pasar. Llevo casi doce años a día de hoy viviendo en España. En agosto juraré obediencia a la corona y a la constitución, seré española. Muchos se alegran diciendo que podré votar, presentarme a una oposición, etc, etc. Juro que lo que más felíz me hace es no volver a extranjería.

Pasaron siete años de limpieza y soledad. Es lo que tiene trabajar en el servicio doméstico, sales de tu casa y te encierras en otra, y el silencio se va adueñando de ti. Y al cabo de ese tiempo me contestaron del ministerio, me homologarían mi titulación siempre que hiciera un examen. Siete años!!!!! Podría haber terminado otra carrera!!!! Para esas alturas mi idea de realización personal estaba tan minada que ni siquiera me urgía ponerme a estudiar. Me habían permitido hacer un master en un centro privado, pero a la hora de trabajar lo tenía igual de crudo. Así que un día desperté de mi ensoñación, tenía tantísima formación para depositarla en mi sofá cada vez que llegaba a casa. Ni mi tiempo ni mi dinero ni mi energía habían valido de mucho, quizá no dejé de mirar nunca en el sentido equivocado.Y comprendí que, más allá de la estrechez mental de la gente que te pone el techo, existe algo que nosotros no tenemos, una red social. Gente que te conozca y pueda recomendar tu valía, que pueda presentarte puertas para que las golpees. Sigue siendo todo parte del círculo. La gente que vas conociendo son las amas de casa que solo te recomiendan para que hagas el mismo trabajo en casa de una amiga.
Por fin un día me di cuenta que no hacía nada con quejarme, que si las cosas eran diferentes aquí, aunque no me gustaran, tenía que formar parte de la corriente en vez de resistirme a ella. Así que decidí hacer un módulo profesional. Ya no podrían decirme a la hora de presentarme en una oficina que sin titulación no podían darme el trabajo de...auxiliar? Léase " encargada de hacer fotocopias y archivar facturas" . Y una buena mañana me vi en una oficina, encargándome de la contabilidad. Después de tantos años, un trabajo donde utilizar mi cabeza y no mis manos! Era tremendamente increíble. Los cursos que realizo ahora se encaminan a formarme y reciclarme en mi trabajo. Es cuestión de ser siempre mejor, de aprender todo lo que aporte eficacia en lo que hagas. Procuro no mirar hacia atrás, procuro no pensar en mi vocación y en lo que realmente deseo hacer y para lo que quiero vivir. He aprendido a que me baste con lo que tengo, he aprendido a amar mi trabajo (el que sea) y he aprendido muchos oficios en este largo periplo. También he aprendido a esperar.

He aprendido.

No se si alguna vez echaré raíces, los pies de un inmigrante están en el sitio, pero el corazón está en otro. Siempre estarás partido, nunca volverás a ser de donde fuiste no solo porque cambiaste, sino porque tu gente también cambió y no fuiste parte de ese cambio. Se acostumbran a que no estés, no te olvidan, pero ya no cuentan contigo y solo les perteneces en el recuerdo y la distancia. Nunca serás de donde estás, aún consolidando un trabajo, aún comprándote una casa y plantando un árbol en el jardín con el que siempre soñaste que alguna vez te pertenecería. No importa si tienes hijos de la tierra que te cobija, tú nunca serás de aquí. El limbo seguirá siendo tu compañero aunque hayas elegido con libertad un sitio donde vivir.

Pero hay algo profundo, intenso e irreductible: Serás más fuerte que muchos, más maduro que la media, y lo más importante, habrás logrado que tu lugar en el mundo esté dentro de ti.

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