Cine, cine español, Málaga y Festival de Cine Español de Málaga

Crónica social de un malagueño cinéfilo muy cansado de ciertas cosas.

El cine y el ladrillo. Tan amigos.

Todos los que han pasado con su mando por Antena 3 estos días, por accidente o no, habrán notado que hablan más de lo normal de la capital de la Costra del Sol, Málaga. Todos los que han intentado aparcar en las cercanías de la casa natal de Pablo Picasso, también, habrán notado que donde antes había un carril, ahora hay un Voltrailer de Gillette.

En efecto, durante esta semana se ha celebrado en Málaga el Festival de Cine Español, que ya cuenta 12 ediciones.

Habría que preguntarse qué es el cine para el alcalde de esta ciudad, quien sería capaz de nadar en un mar de semen si con ello ganara un par de patrocinadores más para su ciudad. Podríamos preguntarle a don Francisco de la Torre cómo puede estar tan orgulloso de tener un festival de cine y a la vez cerrar cines cuando necesita especular con algún terreno.

Málaga, una ciudad donde la versión original de las películas es un simple reclamo para que los turistas también vayan al cine a comprar palomitas, huesitos y coca-colas de litro y medio. Málaga, una ciudad que pelea por la capitalidad europea de la cultura en 2016 y que vive de la renta de todas las culturas que han pasado por la ciudad, sin mover un dedo por hacer cultura activa.  Málaga, una ciudad que sólo es capital en el papel, y que millones de personas consideran pueblo de Torremolinos o Marbella.

Una ciudad sin una sala "alternativa" que pueda ofrecer títulos fuera del circuito comercial. Una ciudad que, de hecho, parece no demandar nada, pues legislatura tras legislatura, parece que deciden los mismos. Una ciudad que baldea hasta cuatro veces al día todos los rincones del centro histórico por donde puede pasar algún turista y abandona la limpieza de todo rincón diferente a los anteriormente mencionados.

Pero una ciudad que tiene por la puta cara un festival de cine, y de cine español nada menos...

Hay que crear y mantener un star-system español, una burda copia del cine americano que, edición tras edición, llena la ciudad de alfombras rojas (como si no hubiera otro color -y mira que a mí me gusta-), de actividades paralelas y de "mamá queremos ser artistas". Una semana de hipocresía, marketing y entradas caras. Un festival hecho para los "famosos" y no para el público. Un festival que vive por y para las empresas y no para los creadores. Un festival donde cuatro catetos bien posicionados políticamente se calzan una chaqueta y una acreditación de "organización" y se ponen hasta el culo de pelotazos dando buena fe de lo que es la organización de este gran evento: cuatro subnormales alcohólicos mirando lascivamente a las chavalas e intentando follarse a alguna azafata.

La crisis del cine español está muy clara y la resumiré en este párrafo: Los actores y actrices de antaño venían del teatro, los actuales de la tele. Los primeros conseguían antes el prestigio, los de ahora la popularidad. Los de antaño se enfrentaban a su público sobre las tablas, y éste último era el único juez sobre su interpretación; los actuales vienen de series de segunda categoría respaldadas por intrusivos faldones en toda la parrilla. Lo de antaño era arte, y lo de ahora es acerca del arte de hacer dinero fácil.

Lo único que puede ofrecer esta ciudad al cine son un puñado de localizaciones con abundancia de sol y buen clima, y una sumisión plena a cualquier persona que traiga un maletín lleno de dinero. Cortaremos calles, incomunicaremos a millares de familias, haremos imposible la vida a los lugareños con tal de que el visitante todopoderoso salga de aquí con la mitad del dinero que trajo.

Larga vida al cine, muerte a los enchaquetados borrachos con acreditaciones que tan bien aprovecharía yo.