Joselitos y Marisoles

¿Es España realmente un país moderno o simplemente un niño sin infancia?

A principios de esta década todavía sin bautizar - ¿los 00? - un compañero de trabajo francés me describía con admiración su particular visión sobre lo que había sido para él el milagro económico español durante los 80.

Rememoraba este compañero la modernización de las ciudades españolas, las infraestructuras y la sociedad española en general. Pero la imagen que se me ha quedado grabada de aquellas tertulias de café entre compañeros de trabajo, es el cambio que para él había sufrido su imagen mental del español típico.

Durante los años 60-70 el español que llegaba a Francia lo hacía a bordo de autocares, trenes, furgonetas o camiones, para trabajar en la vendimia o en cualquier otro trabajo de esos para los que hoy contratamos – muchas veces de forma ilegal – emigrantes.

Algunos, no muchos, años más tarde, su imagen del español era la del padre de familia de clase media alta que iba en todoterreno con su familia a esquiar a los Alpes.

Hoy, viendo algunos de los problemas de esta España de 2009: la grave crisis en la que nos vemos sumidos, el bajo nivel de la clase política española en general, la locura inmobiliaria, la violencia de género, la amnesia obscena del racismo hacia esos emigrantes que fuímos ayer... me pregunto si España no es un país sin infancia: un país de Joselitos, Marisoles, Pablitos Calvo... Si tal vez no hemos crecido demasiado deprisa, que en el fondo nos falta esa estructura, ese espíritu crítico, ese sentido común, esa moral para juzgar las cosas, la base para ser un país adulto y de adultos. Y cuando digo adulto no hablo de leyes de matrimonio gay, educación sexual o píldoras del día después, esos son como el todoterreno para ir a esquiar a los Alpes, meros complementos circunstanciales de bienestar.