A Interior se le cae la máscara

El pasado noviembre, mientras se consumaba el ocaso del otoño, también el sentdo común quedaba herido de muerte. El lugar: el Centro de Internamiento de Extranjeros de Granada. El motivo: una familia separada, y repatriada a un país que no es el suyo. Sony, Gift y Esther Benabu: ¿historia trágica o habitual?

Esta es la historia de los parecidos entre la tecnología y la globalización: como la primera, la segunda no es buena ni mala, depende del uso que de ella se dé. Si, por ejemplo, se utiliza para hacer correr el dinero de un fondo de inversión a un paraíso fiscal, de ahí a una titulización de hipotecas basura, y de ahí a la ficción bursátil, la globalización es indudablemente buena, pero sólo para unos pocos privilegiados. Si, en cambio, se utiliza para tratar de hacer llegar la injusticia de una persona anónima, difundida por una voz casi anónima, en un lugar en el que a casi nadie apenas se le perdió nada, quizá pueda ser buena... también para las generaciones futuras.

Tiene nombre de multinacional. Y sí, forma parte de una multinacional: la del tráfico de seres humanos a los que impulsa la necesidad. O el hambre. O las guerras. O todo a la vez. Su nombre y primer apellido son Sony Benedu. El 21 de noviembre del año pasado fue deportado a Nigeria, país del que no es originario ni falta que le hacía a las autoridades de inmigración: con Nigeria sí existe convenio de repatriación, herramienta sine qua non que no existe en el caso de Sierra Leona, lugar de nacimiento de Sony.

Tampoco son nigerianas, y también nacieron en Sierra Leona, su mujer e hija, Gift y Esther Benedu. Tampoco fueron devueltas a su lugar de origen, y también pasaron un mes en el mismo Centro de Internamiento de Extranjeros, el de Málaga. El día de su partida, ni Gift ni Esther pudieron ver, besar, tocar, sentir o comunicarse con su esposo, con su padre. Y Sony no fue informado de su salida. Estuvieron en el mismo Centro, estuvieron el mismo tiempo, se fueron casi a la vez –ellas salieron un día antes–, fueron a parar al mismo país que no era el suyo, y a día de hoy Sony sigue sin saber qué suerte corrieron su esposa, su hija y su destino, porque a las autoridades de Lagos –antigua capital de Nigeria– no les consta su entrada en el país.

Si no hay muertos

El Defensor del Pueblo, Enrique Múgica Herzog, ha remitido el caso a la Fiscalía General del Estado, al Colegio de Abogados de Granada y a la Subdelegación del Gobierno para esclarecer los hechos. La ¿trágica? –quién nos asegura que no ocurre a diario, ¿sería mejor cotidiana?– historia la puso en conocimiento de Múgica el Partido por un Mundo Más Justo (PUM+J), formación que a través de su delegación albaceteña hizo llegar a este Confidencial el relato. No por espeluznante, la secuencia tiene un mayor impacto en la prensa: a la hora de cierre de estas líneas, el buscador de noticias de Google remitía a un sólo artículo, una nota de agencia de Europa Press, que diera cabida a la información del PUM+J. Si no hay muertos, no es noticia.

Sony, Gift y Esther habían cometido el delito de no tener la documentación en regla, único caso contemplado en el ordenamiento jurídico en que se puede privar de libertad a una persona sin que la presunción de inocencia esté garantizada. No tener papeles es tan peligroso como formar parte de un grupo terrorista: mientras no se demuestre lo contrario, se es un peligro para la sociedad, y su lugar está en centros cerrados. Sin régimen disciplinario, sin penas de prisión, sin medidas de reinserción, pero detenidos primero y privados de libertad de forma cautelar. Y, también, de vida íntima. De su familia, separada por una decena de metros y cientos de miles de años de egoísmo.

Si no hay, se buscan fuera

Si la sola mención del episodio debe conducir a sonrojo a los responsables de las políticas de inmigración y extranjería –en último término el Ministerio del Interior–, el asunto entraña mayores complicaciones en tanto que podría violar los propios preceptos legales que regulan los derechos de las personas extranjeras en los CIE. Entre ellos, el de comunicarse con sus familiares en el horario establecido en el centro. Derecho que constituye deber de los funcionarios de estos centros y contra los que no cabe alegar desconocimiento del idioma, puesto que otro derecho que asiste a la población extranjera es a ser asistido de intérprete, con gratuidad cuando la persona internada no pudiese acreditar medios económicos.

El suceso añade interrogantes a los procesos de expulsión de inmigrantes. El diario Las Provincias informó en febrero de este año de un correo recibido por el Cuerpo Nacional de Policía en la Comisaría de Vallecas (Madrid): "Extranjeros: en base a la población de cada distrito hay que hacer un número de detenidos. Villa Vallecas, objetivo=35. Si no los hay, se va a buscarlos fuera del distrito".

Los datos sobre el número de extranjeros devueltos, repatriados o expulsados no resultan transparentes, pero se pueden hacer extrapolaciones: Madrid expulsó a casi 10.000 extranjeros en 2008. España, con un total de diez CIE, habría expulsado en torno a 100.000 personas en el mismo año. Las cifras, aun cuando puedan parecer abultadas, son una minucia comparadas con el ritmo de entrada de la población inmigrante: en los últimos diez años, entre 300.000 y 700.000 nuevos vecinos engrosan la demografía nacional cada año. Por tanto, cabe preguntarse cuáles son los criterios para "elegir" a los expulsados, ya que la mayoría de los inmigrantes llegan sin la documentación en regla: ¿cuestión de azar? ¿Cuestión de cuotas? ¿Cuestión de tantos políticos?

Sangre fresca sin torniquete

Un vistazo al mapa europeo de Centros de Internamiento de Extranjeros deja también en mal lugar al Ministerio del Interior, ya que el despliegue y número de dispositivos es, de forma abultada, inferior al de los países del entorno y de capacidad económica similar: 21 en Italia, 22 en el Reino Unido e Irlanda, 32 en Francia, un centenar en Alemania. Europa se fortifica y exige a España aplicar las normativas comunitarias, pero sin tener en cuenta la escasez de medios ni la falta de planificación en esta su frontera suroeste con África.

Pero por más altos, más recios y más gruesos que se quieran construir los muros de la fortaleza Europa, el movimiento de seres humanos es un bombeo de sangre fresca al que no se le pueden aplicar torniquetes. No es una opinión, sino un hecho. Hace dos años, el Grupo de Estudios de Tendencias Sociales-Fundación Sistema vaticinó que en 2015 la población extranjera compondrá el 27 por ciento del total de la residente en España. Para 2010 había pronosticado un 14%, y estamos, a mediados de 2009, en el 12,17. Mucho no se equivocó.

¿Se equivocan, entonces, las leyes? ¿A alguien en su sano juicio se le ocurriría pedir papeles a los fondos de capital riesgo que cruzan fronteras a la velocidad de un clic informático? Estos, de momento, ya han provocado una crisis de liquidez internacional sin remisión, "capacidad" desconocida aun en la población extranjera. Sony, Gift y Esther Benabu, de momento, bastante tienen con reencontrarse y refundar su unidad familiar. Quizá después se les ocurra pensar en volver a dar el salto. Quizá entonces ni las cuotas, ni el azar puedan frenar su aventura europea.

Más información

• Respuesta completa del Defensor del Pueblo en formato PDF
• Mapa europeo de Centros de Internamiento de Extranjeros
• La población extranjera llegará al 27% en 2015
• Ministerio del Interior: Extranjería