Lord Archer o cómo rentabilizar una condena

Imputados, aforados, negadores de dádivas, presidentes acalorados o presuntos inocentes tienen una ocasión de oro ante sus ojos para dar un giro radical a sus vidas. Sólo deben variar su estrategia. En lugar de victimismo y azoramiento, un poco de intrepidez y visión de futuro.  ¿Se puede abandonar la política por la puerta de atrás, zaherido o incluso encarcelado, y acabar como un triunfador? Sí, se puede. Y en Jeffrey Archer, lord inglés, tenéis el ejemplo. Sólo se necesita cierta arrogancia, estilo, creencia en uno mismo y -aquí viene lo difícil- una escritura cercana, rápida y eficaz. Con este puñado de cualidades, el ex vicepresidente del Partido Conservador Británico Jeffrey Archer consiguió aunar su condición  de delincuente, reo y perjuro con la de escritor de éxito que amasa una fortuna millonaria a golpe de best-seller.

Jeffrey Archer, mentira y escritura

En 1969, con tan sólo 29 años, Archer se convertía en el miembro más joven de la Cámara de los Comunes. Poco tiempo después tuvo que renunciar a su cargo.  Guiado por su precocidad y una inconsciencia aristocrática, puso en juego todo su patrimonio a una sola ficha: Aquablast, compañía canadiense a punto de desarrollar el invento del siglo, un mecanismo capaz de eliminar los humos de los vehículos. En tres fatídicos días Aquablast se desploma en la bolsa y Jeffrey Archer pierde todo su patrimonio. Pero en lugar de asfixiarse por la toxicidad del negocio, se dedicó a escribir inspirándose en su negruzco fracaso.  Publicó “Ni un penique más ni un penique menos” y las ventas marcharon a todo gas.

Su éxito editorial atrajo a Margaret Thatcher, con la cual entabló una amistad que acabaría aupándolo hasta la vicepresidencia de los tories. Desde entonces la capacidad para el escándalo de este hombre de confianza de la Dama de Hierro se desboca. El 26 de octubre de 1986 dejó su cargo como vicepresidente del partido tras admitir que había ofrecido dinero a la prostituta Monica Coghlan para que abandonara Gran Bretaña. Sin embargo, niega con contundencia haberse acostado con rameras. Denuncia por difamación a The Daily Star y gana el juicio embolsándose medio millón de libras esterlinas en concepto de daños y prejuicios. En 2001 se descubre que una vez más Jeffrey Archer mentía. La coartada novelesca que le había proporcionado el productor televisivo Ted Francis era falsa y el 20 de julio de ese año es conducido a la prisión de máxima seguridad de Belmarsh con una condena de cuatro años.

En 1994, con Archer sonando para incorporarse al gabinete del primer ministro John Major, es acusado de aprovechar información privilegiada y comprar acciones de la entidad Anglia Television poco antes de que la compañía italiana MAI ofrezca 300 millones por la sociedad. Las acciones se revalorizaron un 260%. Pero sus best-sellers judiciales no acaban aquí. También ha sido investigado por malversación de fondos en la ayuda a los refugiados kurdos en Irak  o por la posible financiación del golpe de estado en 2004 contra Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, en el que Archer habría contribuido con 135 mil dólares.

Paralelamente a su lista de escándalos y a sus visitas a los tribunales, el altivo y divertido lord ha proseguido con su prolífica carrera como escritor, llegando a vender cerca de 140 millones de ejemplares y convirtiéndose en una de las mayores fortunas del Reino Unido. Un caso idílico de cómo rentabilizar las condenas judiciales.

A pesar de su escritura mediocre, arrasa en las librerías con títulos como “Kane y Abel” (el libro favorito de Dan Brown, llevado a la televisión por la CBS y estrenado en España por TV3), “Juego del destino” (escrito en la cárcel) o “El Impostor”, su libro más reciente y donde cuenta sus experiencias como reo.

En “El undécimo mandamiento” Jeffrey Archer ofrece un consejo revelador: “Si te atrapan niégalo siempre todo”. Jeffrey sabe de lo que habla. Mentira y escritura igual a fortuna.