Gran triunfo de Ponce que cortó orejas y salió a hombros de la plaza limeña

Lima.-  Acorde al cartel histórico de este domingo, el público abarrotó el coso de Acho. Enrique Ponce instrumentó la aclamada faena con dos orejas que le permitieron salir a hombros.

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(EFE)

El torero español Enrique Ponce instrumentó una aclamada faena con dos orejas que le permitieron salir a hombros. En la imagen otra gloriosa tarde del diestro valenciano.

Sebastián Catella cortó una oreja, mientras que Julián López "El Juli" recibió ovaciones tras pinchar en una jornada en la que los astados de Bernaldo de Quirós frustraron a los espadas, que se mostraron entregados en la penúltima jornada de la Feria del Señor de los Milagros.

FICHA DE LA CORRIDA:

Seis toros de Bernaldo de Quirós, pobres de presentación, nobles -salvo el quinto- pero que llegaron a la muleta apagados, blandos y sin terminar de romper. El mejor por calidad, el sexto.

Enrique Ponce: Saludos desde el tercio y dos oreja

Julián López El Juli: Saludos desde el tercio y ovación

Sebastián Castella: palmas y oreja.

Tarde soleada y lleno hasta la bandera.

Las tres figuras del toreo que se alternaron en Lima están en un momento de esplendor. Inversamente proporcional es el momento que atraviesa la ganadería mexicana.

Fue decepcionante el juego de los astados lidiados y sólo la voluntad desmedida y la capacidad torera de los alternantes pudo remontar una corrida deslucida.

Enrique Ponce estuvo magistral en la lidia escrupulosamente técnica y dio cátedra con la suavidad de arcángel con la que intentó lucimiento en el primero.

Las verónicas fueron monumentales. La manera de esperar cada arrancada sin acosar al toro, su intento constante con la muleta puesta sin brusquedades para que este rompa hacia adelante, sin obligarlo tampoco pero con brillantez.

Con la izquierda, los muletazos fueron de uno en uno con el toro parado. Mató de un pinchazo.

En el cuarto, que parecía que no rompería, Ponce encaró su faena metiéndolo suavemente a la muleta, sobándolo. Cambió los terrenos, receta que resultó determinante, llevándolo a la contraquerencia donde el valenciano propinó muletazos largos embebiendo cada embestida en series largas, profundas, coreadas con pasión por el público entregado.

Toreo del bueno, estético, templado, largo. El público quebrado aplaudía enloquecido. Un pinchazo hondo bastó, pero dejó a Ponce sin el rabo que se veía venir.

"El Juli" salió a arrasar pero la blandura del segundo y su falta de transmisión conspiraron contra sus deseos. Todo lo hizo despacio, insistiendo en una primera parte sin atacar demasiado para luego cambiarle de terreno e intentar una segunda parte de su faena con garra.

Hubo una serie de redondos invertidos. Uno el primero colosal con doble giro en el que el toro siguió la muleta embelesado y que levantó clamores.

En el quinto, el más complicado de la corrida, intentó prolongar las embestidas nunca entregadas, reservonas y sin calidad alguna. Se tiró a matar con legítima dedicación pero sólo con dos pinchazos y media dio cuenta de la tarea.

Castella estuvo rabiosamente entregado en su lote. En algún momento apuró el paso y se arrimó en exceso, como al sexto, el mejor del encierro que aguantó varias series con el hocico por el suelo.

El diestro francés se metió entre los pitones y muleteó con desmayo aunque las distancias escogidas hicieron que el toro protestara algunos muletazos. Igual logró imponerse.