Críticas a los republicanos y optimismo electoral dominan la reunión demócrata en EE.UU.

Vienna (EE.UU.).-  Las críticas a los republicanos y el optimismo ante las elecciones del 2008 dominaron hoy la reunión electoral demócrata que concentró a sus líderes y que se vio sacudida por el incidente del rehén que entró en la oficina de Hillary Clinton en Rochester, Nuevo Hampshire.

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Este suceso obligó a la senadora por Nueva York a cancelar su intervención ante el Comité Nacional Demócrata (DNC) que reunió hoy en Virginia a más de 400 participantes.

El hotel en el que se celebró el encuentro se vio inundado con pegatinas, camisetas y pancartas con los nombres de los distintos aspirantes demócratas a la presidencia.

Varios de ellos, como el senador por Illinois Barack Obama, el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson y el ex senador John Edwards, trataron de convencer a sus correligionarios de que son la opción ideal para la Casa Blanca.

El encuentro, el mayor evento de los demócratas hasta la convención de Denver de agosto del 2008, arrancó con un discurso de Howard Dean, presidente del DNC, quien instó a sus correligionarios a no bajar la guardia pese a las buenas expectativas para las presidenciales del próximo año.

"Lo peor que podemos hacer ahora es pecar de exceso de confianza", señaló Dean.

El presidente del DNC, que vio arruinada en el 2004 su carrera a la Presidencia de EE.UU. por un grito inoportuno al no ganar en Iowa, atacó a la Casa Blanca por no garantizar cobertura médica a todos los niños del país, por la desastrosa guerra de Irak y el abultado déficit fiscal.

Además, culpó a sus rivales republicanos de haber implantado en Washington una "cultura de la corrupción" a la que los demócratas prometen poner fin si se alzan victoriosos en el 2008.

En su opinión el trabajo del próximo presidente, demócrata, claro está, será lograr la unidad de un EE.UU. dividido y polarizado y lograr que el país recupere "la autoridad moral" que según Dean perdió cuando el actual presidente, George W. Bush, justificó la guerra de Irak con argumentos "falsos".

Tras esa arenga el ambiente estaba lo suficientemente caldeado para recibir al próximo participante: el gobernador de Nuevo México.

Richardson inició una particular cuenta atrás, al anunciar que quedan algo más de 10.000 horas para que Bush deje la Casa Blanca.

"¿Están listos para recuperar las riendas del país?", preguntó el gobernador a sus compañeros de partido.

La apuesta por la diplomacia fue el eje central de su discurso.

"Creo en el poder de la diplomacia", dijo, aunque puntualizó que hasta que las tropas estadounidenses no abandonen Irak no podrá emprenderse esa nueva vía.

"Tenemos que dejar de ser los policías del mundo", destacó.

Similares planes de cambio propuso Edwards, quien insistió en la necesidad de derribar el "muro" que han levantado en la capital estadounidense los distintos grupos de poder, un muro, que, afirmó perpetúa el statu quo.

El ex senador anunció algunas buenas noticias como la de que en poco más de un año ni Bush ni el vicepresidente Dick Cheney estarán ya en la Casa Blanca.

Aseguró que los grupos de poder han creado un sistema que protege los intereses de las grandes empresas y permite la existencia de un sistema ineficaz en el que hay dos sistemas educativos, uno para los ricos y otro para los pobres.

Prometió que de ser elegido "todos los niños en América tendrán una educación de calidad".

Tras Edwards llegó el momento de Barack Obama, el segundo favorito en las encuestas nacionales después de Hillary Clinton, quien fue recibido en medio de grandes ovaciones.

Obama recordó su oposición a la guerra desde un principio y criticó a los republicanos por no haber respetado la promesa de poner en marcha un sistema compasivo.

"Nos prometieron un conservadurismo compasivo y en lugar de eso nos encontramos con (la situación que reveló) el huracán Katrina y burocracia", dijo.

Aseguró que de ganar las elecciones cerrará Guantánamo y retirará las tropas e instó a los votantes a reconocer la urgencia del momento histórico que vive EE.UU., un momento, que según el eslógan de su propia campaña exige cambios.