El cretácico despierta de su letargo

CUENCA.-  Hace ochenta millones de años el municipio conquense de Fuentes era un humedal subtropical por el que enormes titanosaurios campaban a sus anchas. En lugar del paisaje machadiano que en la actualidad domina la zona, se levantaba una cuenca fluvial que ha guardado con mimo el yacimiento de Lo Hueco, considerado ya como el más rico de Europa del periodo Cretácico.

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M.S.D

Francisco Ortega con un cráneo de Musturzabalsuchus, antepasado del cocodrilo.

En él los paleontólogos han descubierto hasta el momento un total de 8.000 huesos de al menos veinte especies de dinosaurios y de otros animales como tortugas, cocodrilos y serpientes, milenarios antepasados de los actuales.

Todo empezó, como tantas otras cosas, tras una serie de casualidades. La suerte quiso que el trazado del AVE Madrid-Valencia pasara justamente por el lugar en el que hace ochenta millones de años dos ríos confluían. Las propiedades materiales de la zona, la concentración de arcilla, el haberse librado de la erosión y otra serie de azares geológicos han hecho que este tesoro se mantenga en un estado de conservación inusual.

Trabajando a contrarreloj

Durante los cinco meses de excavación, el equipo de paleontólogos ha tenido que trabajar a contrarreloj para sacar todos los huesos de una zona de 250 metros de largo y ochenta de ancho, dimensiones de la trinchera por la que en breve pasará el AVE. La obsesión de la expedición ha sido que el tren no se lleve por delante ni un solo fósil.

Un equipo multidisciplinar de alrededor de cincuenta paleontólogos (geólogos y biólogos de formación) terminan estos días de peinar el yacimiento a golpe de excavadora. Lo ideal sería hacerlo con cincel y martillo, pero las dimensiones de la zona y la prisa por terminar no lo permiten.

Sin embargo, el mimo con el que se tratan los fósiles no puede ser mayor. Aunque en ocasiones las máquinas los descascarillan antes de extraerlos, una vez descubiertos se lleva a cabo un verdadero trabajo de chinos. Con minuciosidad artesana se perfila su contorno, se consolidan con un gel especial y gasas y, si es necesario, se les construye 'una cama' con hierros o madera para evitar que se rompan al sacarlos del suelo.

Nuevos hallazgos, nuevas especies

Todavía es pronto para hacer una valoración exacta del material desenterrado, pero Francisco Ortega, codirector de la excavación, calcula que el número de especies descubiertas puede alcanzar fácilmente la cincuentena una vez que se realice el análisis de invertebrados, restos vegetales y fragmentos de huesos y dientes sueltos en las toneladas de sedimentos que han acumulado.

Ortega clasifica los hallazgos en tres grandes grupos: especies desconocidas anteriormente; especies que se conocían, pero cuya existencia no estaba registrada en la Península y especies de las que se sabía muy poco.

Se han encontrado restos de hasta cuatro especies distintas de titanosaurios

Entre los restos de dinosaurios registrados se incluyen al menos tres clases desconocidas hasta ahora en la Península de titanosaurio, un herbívoro primo del clásico diplodocus. También se han encontrado carnívoros de varios tamaños, ornitópodos como el rhabdodon y un anquilosaurio (animal con escamas). Completan la lista restos de al menos dos especies de cocodrilo (Musturzabalsuchus y Allodaposuchus) otras tantas de tortuga, anfibios, reptiles varanoides y peces.

Hasta el momento, la información de la que se disponía sobre la fauna peninsular en este periodo era más bien pobre. Sea como sea, todos estos huesos que ahora se apilan en un hangar de 500 metros cuadrados a las afueras de Cuenca comiencen a estudiarse, multiplicarán por cuatro o por cinco la información sobre los ecosistemas europeos en este periodo de la historia, sobre el que los especialistas todavía saben poco.

La joya de los fósiles conectados

Una de las particularidades de Lo Hueco reside en que muchos de los huesos hallados han aparecido en conexión anatómica, algo verdaderamente excepcional en otros yacimientos. «Tener cinco vértebras era algo que se consideraba exitoso en España. Aquí hemos encontrado una decena de individuos representados por gran parte de su esqueleto», explica Ortega.

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Dos de los 8.000 fósiles hallados en el yacimiento

Los cocodrilos son otro ejemplo que ilustra esta singularidad. En especies de las que antes sólo se contaba con elementos fragmentarios de la cabeza, ahora se tienen hasta decenas de cráneos completos y elementos postcraneales asociados a otros restos.

«La miseria de la paleontología es que tenemos muy poco material de las cosas que conocemos», lamenta Ortega. «Hay especies de las que sólo contamos con fragmentos singulares que permiten identificarla, pero no tienes una idea de cómo es el animal y tienes que construir el puzle a partir de sus parientes». A partir del estudio de los fósiles de Lo Hueco, este problema podrá empezar a solucionarse.

El trabajo está muy lejos de terminar aún. Tras vaciar la zona afectada por el trazado ferroviario, todo el eje este-oeste permanece aún sin explorar. Según Ortega, no hay razones para pensar que no vayan a encontrarse concentraciones de fósiles similares en los alrededores.

La explotación del yacimiento podría durar veinte o treinta años más siguiendo el recorrido de aquellos dos ríos pretéritos. El tesoro fósil, resguardado por la tierra, sigue escondido de momento. Los huesos llevan esperando a ser desvelados por la minuciosa mano de los paleontólogos ochenta millones de años. Quizá no les importe hacerlo un poco más.