WINDHOEK (NAMIBIA).- Independence Avenue es la arteria que cruza Windhoek, la capital de Namibia, de sur a norte. Es decir, va desde el centro de la ciudad a Katutura, que en español quiere decir 'el lugar al que no quieres ir'. En este barrio, herencia del apartheid, viven aún, después de 17 años de independencia de Sudáfrica, los negros con menos recursos. Otro día hablaremos de Katutura, de los blancos y de los negros y de esta Namibia que intenta dejar de parecerse a un tablero de ajedrez.
En Windhoek podemos encontrar zonas muy europeas donde sólo los himbas son capaces de recordarte que estás en África.
Esta gran avenida es el eje del Windhoek moderno: bancos, restaurantes, el Zoo Park, comercios, edificios del gobierno, sedes de alguna empresa. Es decir, lo que podría ser una calle más de cualquier ciudad europea. La avenida que engaña a los turistas quienes, paseándola, piensan en voz alta, y no sin cierta decepción, que 'esto no es África'.
Muchos de los que hemos soltado esta frase nos la hemos tenido que tragar después, cuando a nuestro lado y por esa misma calle hemos visto pasear a alguna mujer himba. Estas mujeres son generalmente muy altas y esbeltas, con unos ojos del color de su tierra, una tierra muy limpia. Su indumentaria es muy escasa. Consiste en unos colgantes y algo de cuero de vaca que les cubre la cintura. A la vista queda el resto de su piel, ocre por el barro traído de la orilla norte del río Kunene, desde la vecina Angola.
Las himbas viven en su neolítico particular, a 10 horas al norte de Windhoek. Para algunas de ellas es un neolítico ya con teléfonos móviles, latas de refrescos y viajes a la capital para vender artesanías. Pero en su mundo tienen sitio también las cabras y las vacas de siempre, el nomadeo en busca de agua durante la temporada seca, sus casas de boñiga, agua, barro y madera. Ahora también se dejan ver turistas por el poblado. De cuando en cuando, turistas en busca de esa África con la que sueñan.
Las mujeres himba llevan las pechugas al aire. Ni más ni menos que como los hombres de su etnia. Parece que aquí no se establecen esas diferencias estéticas que, aunque siempre en perjuicio de la mujer, tapándola, solemos defender y aceptar como normales, los no-himba, los modernos, los que les llevamos el progreso.
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