Paseando bajo el mar

MADRID.-  Leyendo el número de noviembre de la revistra Spectrum, me he encontrado un juguete que para mí lo quisiera. Allá va:

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Son el C-Quest I (versión monoplaza) y II (versión biplaza) de la compañía holandesa U-Boat Worx. Y se trata nada más y nada menos que de dos pequeños submarinos de bolsillo. Al parecer el director de esta empresa, lleva los últimos 25 años preguntándose por qué, a ver, por qué no existía en el mercado un «submarino seguro, barato, y con presión de una atmósfera». Así que el hombre, más chulo que nadie, hace tres años se puso a trabajar en ello, y tras todo este tiempo de concienzudo desarrollo y pruebas, ya ha comenzado a entregar el pasado noviembre las primeras unidades del modelo CQI.

Curiosamente, el primero en comprar uno a comienzos de este año fue un señor de Murcia (desconocemos si relacionado con alguna Ninette) de nombre Tom Juijn. Este buceador de Cartagena (que, por el nombre, de allí no debe ser oriundo), ha quedado tan encantado con su adquisición que se ha convertido en el representante de la compañía naval para España y Oriente Próximo.

Si tienes sueltos 130.000 dólares, que es lo que cuesta la versión monoplaza (el CQII aún está en desarrollo, pero saldrá por unos 190.000 dólares) sólo tienes que pegarle un telefonazo a Tom, o escribirle un correíllo. Los datos de contacto los tienes en la web de la empresa. La verdad que yo he pensado en comenzar a ahorrar. La cosa está bien: alcanza velocidades de 3 nudos (unos 5.5 km/h), se sumerge a profundidades de hasta 50 m (al parecer lo más bonito comienza a partir de los 20) y, en caso de emergencia, sus tanques de oxígeno y filtros de CO2 te pueden mantener vivo dentro (si no coleas mucho, imagino) durante 36 horas.

Lo mejor de todo es que se trata de un submarino con una presión constante de una atmósfera. Esto quiere decir que tanto para sumergirte, como para retornar a la superficie no tienes que realizar los mismos ejercicios que un buceador para lidiar con el inconveniente que supone el cambio de presión.

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Hace ahora un año intenté hacer submarinismo. Fue en Australia, en la Gran Barrera de Coral. Y creedme que fue, con toda seguridad el peor día de mi vida. Después de hora y media de viaje en catamarán, surcando a todo gas un mar más picado que los dientes del príncipe de Beukelaer (buscando cómo escribirlo me he enterado de que han cambiado el nombre de sus galletas), durante el cuál vomité en incontables ocasiones (al final salía poquito) intentaron explicarme los ejercicios en cuestión para que el pecho no me estallara al bajar demasiado rápido a "lo hondo". No pude. Fue horrible. Por eso me parece que este submarino es un regalo ideal para mí. Y la Navidad anda cerca... A ver si me lanzo y me encuentro una sirena.