soitu Descodificador

Tres años y casi 800 posts después, El Descodificador aterriza en una web con vocación universal. ¿Qué mejor lugar que una página con nombre de restaurante japonés para que este blog continúe su labor revolucionaria? Sí, esa misión sagrada que ustedes y yo compartimos, y que nos impulsa a luchar por conseguir un sueño de proporciones épicas: desvelar la pobreza mental, la ausencia de imaginación y el derroche de zafiedad de nuestras televisiones. Un objetivo que, pese a inundarnos el pecho de fanático celo, también nos llena de bondad. Tanta como para postergar la creación de una asociación que exija el garrote vil para Urdaci, Raphael, Sánchez Dragó, Ana Obregón o el maltrecho Moreno.

Nos conformamos con ser críticos, con escribir estos modestos posts y comentarios, miniaturas que ilustran una catástrofe anunciada: la destrucción lenta pero irreparable del buen gusto y el criterio de la humanidad antenizada. Batallamos desde el ciberespacio para desenmascarar a estos bellacos, apóstoles del tardocapitalismo audiovisual, e impedir así la aniquilación total de la vida neuronal de los telespectadores.

Una labor social. En soitu.es mantendremos, por tanto, el espíritu original de El Descodificador: disfrutar de los buenos programas de televisión, si es que todavía los hay, y cachondearnos ligeramente del resto de la programación (y aledaños). Trazar una cartografía fiel del medio favorito de unas masas sumergidas hasta las trancas en un repugnante delirio global-visual. Sin tregua, sin concesiones, sin amiguismos, sin vergüenzas.

Aunque puede que ya sea tarde… ¿Se han fijado ustedes en la primera parte de la programación navideña? Pocas cosas resultan tan desmoralizadoras como el inmovilismo de las cadenas, incapaces de dar un cuarto de vuelta de tuerca a unos espacios desvencijados por el tiempo y la rutina: Nochebuena con Raphael (TVE1), concurso de chistes con Juan y Medio (Antena 3), el humor gañán de «Escenas de matrimonio» (Telecinco), las repeticiones de «El hormiguero» (Cuatro)…

No esperen nada mejor de aquí a Nochevieja. Vigilen, por tanto, su dieta de imágenes. La mala televisión, esa que carece de imaginación, es tan silenciosamente letal como el polonio 210 que en sólo unos días aniquiló a Alexander Litvinenko. Una pena, porque hasta Esperanza Aguirre, ser humano que no destaca por su inteligencia y su chispa, ha disfrutado en estos días de un momento de inspiración: ha repartido, como regalo navideño institucional de la comunidad que preside, una tostadora exenta de pagar el canon digital socialista.